«Basta ya. Pedimos comprensión, cariño y apoyo». Es el grito desesperado de Julián Cruz, presidente de la Asociación de Comerciantes Ambulantes de Extremadura (Acaex), un sector más que estalla y pide ayuda para afrontar los efectos de la deriva inflacionista. El colectivo denuncia la lenta agonía que están sufriendo los mercadillos de pueblos y ciudades en la región: el sector no había logrado volver aún a las cifras de antes de la pandemia y el aumento del precio de los carburantes ha venido a darles la puntilla. 

Esta semana en Badajoz se han contabilizado la mitad de los puestos habituales; en Jerez de los Caballeros se podían ver calles completamente vacías y en Montijo comenzaron a recoger a media mañana por la poca afluencia de clientes. Son ejemplos de una estampa que se repite por toda Extremadura y que los afectados no recuerdan haber vivido antes. Por ello han comenzar a movilizarse para pedir una exención de las tasas a los ayuntamientos y ayudas a la Junta de Extremadura.

«Nuestra actividad es tradición en muchas ciudades y generadora de vida para pequeños pueblos»

El aumento del precio de los carburantes en las últimas semanas hace que muchos comerciantes vean inviable desplazarse de sus municipios de origen a los mercadillos para los que tienen licencia: los costes son mucho mayores a las ventas que se esperan conseguir, ya que la afluencia de clientes no ha vuelto a ser la misma tras la crisis sanitaria.

Una calle completamente vacía de puestos esta semana en Jerez de los Caballeros. EL PERIÓDICO

El miedo al contagio y las restricciones de movilidad no solo han provocado una disminución de público en los últimos meses, sino que han «acostumbrado» a esos clientes a las compras por internet, desplazando el mercadillo incluso en los pueblos pequeños donde no hay gran oferta comercial. 

Según datos de Acaex, las ventas están al 30% de su nivel normal y la situación es tal que hay tenderos que han optado por abandonar la venta ambulante para comenzar a trabajar en la campaña de la fruta o el turismo en Baleares. «Somos autónomos, pequeño comercio. Pagamos nuestros impuestos y también ofrecemos ocio, ayudamos a dinamizar la vida de los pueblos», recuerda Cruz, que cifra en unas 3.000 las familias que aglutina el sector en Extremadura. 

Los testimonios

Una de ellas es la de Vicente Gómez, que lleva dedicándose a la venta ambulante 30 años. Tiene un puesto de ropa interior y lencería que llevó primero con su mujer y ahora solo porque ella no puede trabajar. «De esto hemos comido y vivido toda la vida. Comías y pagabas, pero ahora si pagas no comes», afirma. Más de la mitad de sus ganancias se las llevan los pagos: cuota de autónomo, tasas municipales, impuesto de rodaje, seguro de la furgoneta y gasoil.

Vicente es de Badajoz y tiene puesto en los mercadillos de la capital pacense, Almendralejo, Montijo y Villafranca de los Barros. Pero ante las expectativas de venta, asegura que hoy por hoy le sale más rentable quedarse en casa y destinar a comida el dinero que se gastaría en combustible. 

En la misma situación está Antonia Gamero, que tiene un puesto de encurtidos. Es «su vida» desde los 12 años y el trabajo con el que ha podido sacar adelante a una familia con tres hijos. Pero con las condiciones actuales no puede sobrevivir. «Estás toda la mañana para llevarte 10 euros a casa, que es lo que me queda después de descontar todos los gastos», dice con pesar. Y no solo es el carburante: ha pagado 12 euros por una lata de cinco kilos de aceitunas, frente a los 10 que costaba la semana pasada, un 20% más. 

«El proveedor ha subido un 20% en la última semana. Estás toda la mañana para llevarte 10 € a casa»

«No puedo hablar de beneficios, todo son pérdidas», confirma Florentino Suárez, otro vendedor ambulante de Mérida. Vende telas y retales para confección textil, pero en la última semana ha optado por no desplazarse a los mercadillos para los que tiene licencia: Trujillo, Cáceres, Badajoz, Zafra y Montijo. «¿Cómo voy a ir de Mérida a Trujillo, si solo el viaje me cuesta 40 euros?», se pregunta. En su caso, ni siquiera ha podido afrontar aún la compra del estoc para la nueva temporada. 

Ayudas municipales y autonómicas

Ante esta tesitura, la asociación trasladará a los municipios extremeños la necesidad de ayudas, bien a través de la recuperación de la exención de tasas, como se hizo durante la pandemia, o bien a través de subvenciones directas. El objetivo, explica Cruz, es mantener una actividad «que es una tradición en muchas ciudades y generadora de vida para múltiples pueblos».

El presidente del colectivo ha pedido a ciudades como Badajoz que retornen las iniciativas de ayuda impulsadas durante la pandemia, y a consistorios como Cáceres o Mérida, de los que el sector ha echado en falta medidas de apoyo durante toda la crisis sanitaria, que empiecen ahora a apostar por ellas si quieren que los mercadillos se mantengan. Acaex ha solicitado también una reunión a la Federación de Municipios y Provincias de Extremadura (Fempex) para abordar la problemática y buscar soluciones.

Uno de los municipios que ya ha tomado medidas en este sentido es Valverde de Leganés. Ha mantenido en 2021 y 2022 la exención de tasas para los puestos del mercadillo y los veladores de hostelería porque según su alcalde, Manuel Borrego, han sido dos de los sectores más duramente castigados por el covid-19.

Así, cada miércoles el municipio pacense celebra su mercadillo, con entre 35 y 40 puestos de alimentación, ropa, calzado o artesanía. «El mercadillo ayuda a dar vida, los días que se celebra el pueblo se mueve y se genera más economía. Es importante que se mantenga, nos beneficiamos todos», dice Borrego. Un modelo que aplaude Acaex, y que pide que se extienda al resto de la región.