El 22 de marzo de 2006, cuando la crisis financiera no se atisbaba en el horizonte (y mucho menos la pandemia), el entonces jefe del Ejecutivo regional, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, sorprendió a propios y extraños cuando, en plena inauguración del Cerezo en Flor (aquel año en Cabezuela del Valle), anunció la construcción de un palacio para «engrandecer» esta fiesta.

Rodríguez Ibarra calificó el proyecto como «un reto arriesgado», y dejó la ubicación del Palacio Cereza a la decisión de los alcaldes del Valle del Jerte. El objetivo era explotar la gran fiesta de la primavera en Extremadura, y que ese gran evento lo albergara un espacio de grandes dimensiones, llamado a ser icónico y cuyo coste supera los dos millones de euros.

Comenzó a construirse en 2010, y 12 años después, tras languidecer su estructura en el corazón del valle (en una parcela junto a la N-110, en el término municipal de Cabrero), ha abierto sus puertas sin hacer ruido; sin inauguración y con la mirada puesta en poder dotar de contenido una estructura más propia de tiempos de opulencia, que se esfumaron y no tiene pinta de que regresen a corto-medio plazo.

La Junta de Extremadura ha cedido el espacio a la Mancomunidad Valle del Jerte, que se encargará de agendar actividades culturales para ir llenando de vida este palacio de congresos.

El actual presidente de la mancomunidad, y alcalde de Valdastillas, José Ramón Herrero, confirma que con la celebración del Cerezo en Flor «ya se hacen jornadas de puertas abiertas, para que los turistas lo conozcan y se vayan familiarizando con el espacio».

Las obras fueron recepcionadas en 2019, tras un proceso de construcción lento que tuvo que enfrentarse a los duros recortes de la crisis financiera global de 2008. La construcción se tuvo que paralizar, y aun hoy requiere de alguna intervención por parte de la Junta, que sigue corriendo con los gastos del edificio y su mantenimiento.

«Todavía quedan por hacer cosas desde el punto de vista de la infraestructura, pero tiene funcionalidad para exposiciones y temas culturales», reconoce Herrero. «Tenemos proyectadas exposiciones y nuestro equipo de gestión cultural está conformando una agenda atractiva que anunciaremos próximamente».

El objetivo: dinamizar cultural y turísticamente el valle, más allá de su joya de la corona, que es el Cerezo en Flor.

Ecosistemas culturales

La incógnita de poder abrir este palacio de congresos comenzó a despejarse el año pasado, cuando a finales de abril tuvo lugar en Navaconcejo el primer Laboratorio Ciudadano de Ecosistemas Culturales del Valle del Jerte para poner en común ideas en torno a la cultura en la zona y el uso del Palacio del Cerezo. Un proyecto que puso encima de la mesa las posibilidades de activación de este recurso, que languidecía en la comarca con el paso del tiempo.

El citado proyecto se denominó Habitar el palacio y lo puso en marcha el colectivo de arquitectos y mediadores cAnicca, con el objetivo de articular un proceso ciudadano para dotar de contenido este espacio, para que la Administración, la Mancomunidad del Valle del Jerte y los vecinos tuvieran un papel protagonista.

En su origen, el proyecto arquitectónico asumió la condición de símbolo para perpetuar el acontecimiento efímero que supone anualmente el Cerezo en Flor y que ha otorgado fama mundial al Jerte y Extremadura. Pero las vicisitudes económicas, sociales y sanitarias han obligado a repensarlo para permitir una apertura que permita a la comarca reforzar su apuesta turística a través de la gestión cultural.