Tras dos años siendo rehenes de los vaivenes de la pandemia del covid, se esperaba que este 2022 el Valle del Jerte volviera a recobrar ese enjambre de personas en torno a una fiesta celebérrima como es el Cerezo en Flor (de Interés Turístico Nacional). Pero la meteorología, los coletazos de la sexta ola, el alza imparable de precios y una sensación de inquietud generalizada por el contexto bélico en Europa vuelven a ponérselo difícil a los empresarios jerteños.
«Esto podía haber sido mucho mejor, pero después de la pandemia nos enfrentamos ahora a un clima de incertidumbre. Ya no sé qué más nos puede pasar a los alcaldes en esta legislatura», lamenta el regidor de Valdastillas y actual presidente de la Mancomunidad Valle del Jerte, José Ramón Herrero.
Aún así, cree que las perspectivas son buenas. «Aunque la meteorología nos influye claramente», y el hecho de que el invierno haya regresado con temperaturas de cero grados este fin de semana ha provocado una cascada de cancelaciones.
Esta semana y los primeros días de la próxima son propicios para disfrutar del espectáculo que ofrece la floración de más de un millón y medio de cerezos. El manto blanco ya ha aparecido en Navaconcejo y Valdastillas y se irá extendiendo al resto de pueblos de la comarca.
Para el Jerte, el trastorno climático de un enero y febrero muy secos y cálidos y que el agua y el frío invernal lleguen en primavera supone llover sobre mojado en términos de rendimiento económico, tras una pandemia que ha hecho mella en la segunda locomotora de la zona: el turismo.
«El frío corta la savia del cerezo y no le permite florecer», lamenta el alcalde de Jerte, Gabriel Iglesias, ex presidente de la mancomunidad. La lluvia también ha retrasado la floración, en una especie de tormenta perfecta que parece impedir que este festejo respire a pleno pulmón tras dos años de sufrir confinamientos y perímetros.
Sin embargo, esas precipitaciones (necesarias) tienen su lado positivo: las cascadas y gargantas lucen espectaculares y compiten en belleza con la flor del cerezo.
Cara y cruz de la ocupación
Las cancelaciones están provocando muchos dolores de cabeza a los gerentes de los alojamientos, por lo que consideran una rémora que arrastran desde la pandemia: las grandes plataformas para buscar dónde dormir les comenzaron a exigir que eliminasen posibles recargos por cancelación, por lo que ahora echarse atrás en el último minuto sale gratis.
«Ha costado mucho llenar el alojamiento, hay muchas anulaciones y estamos desconcertados», reconoce Teresa Núñez, regente de Garza Real (restaurante y casa rural) en Valdastillas.
«El tema de las cancelaciones gratuitas de las grandes plataformas durante el covid nos pasa factura ahora, y pone a los empresarios en una tesitura difícil, porque si recuperas las amonestaciones económicas te arriesgas a críticas malas. Y eso nos hace mucho daño a los pequeños», argumenta Núñez, que lleva 20 años siendo testigo de la evolución del valle a nivel turístico.
«Después de rechazar multitud de llamadas porque estamos completos, sufrimos cancelaciones de última hora. Se están quedando plazas vacías pese a que es nuestra temporada alta. Dependemos mucho de la climatología y floración, pero el Jerte es mucho más que el Cerezo en Flor». La estacionalidad es uno de los principales males que aqueja al turismo en la zona.
Ana María Gil Palacín, que regenta el Hotel Rural Xerete en Navaconcejo, sufre este mismo dilema: «No sabes si vas a llenar mañana; vamos a salto de mata. Con la pandemia ya no hay previsión; se hacen reservas de última hora, y con esto del covid la gente se ha acostumbrado a la anulación gratuita. Conozco casos de casas rurales enteras canceladas. Y eso es más difícil de cubrir que una habitación de hotel».
No obstante, reconoce que «se está llenando; si no llenamos estos días muy mal nos tendría que ir». Y las cifras oficiales son buenas pero no excelentes: rozando el 100% de ocupación los fines de semana y un 75% en diario, según los datos que maneja la mancomunidad.
«Lo normal es que estuviéramos completos toda la semana y no es así», expone la dueña de Xerete que, al igual que la de Garza Real realiza una observación: el turista catalán comienza a desplazar al madrileño, que tradicionalmente huía de la capital a la quietud del Jerte. «Estamos recibiendo muchos turistas catalanes. Son los que más viajan entre semana».
«El catalán es un turismo de nivel muy alto, que está entre semana; hay que mimarlo para que vuelvan. Nos comentan que ahora con la pandemia realizan más turismo nacional, y eso les ha traído hasta aquí. Se sorprenden de las bondades de esta tierra y de su desconocimiento sobre ella. Ese es otro de nuestros males: que no nos lo terminamos de creer y así es más difícil vender nuestro potencial de patrimonio, naturaleza, gastronomía…», reflexiona Teresa Núñez.
El incipiente boom del turismo catalán (más allá del madrileño y vasco que habitualmente viaja a Extremadura) lo quiere capitalizar la Junta de Extremadura, con expositor propio en la feria B-Travel.
La Diputación de Cáceres ha promocionado los territorios de la provincia como destinos turísticos ‘slow’ e inteligente en el Salón del Turismo B-Travel 2022, que se acaba de celebrar en Barcelona. Un millar de empresas se han concentrado en el recinto de Montjuïx de la FIRA, en una edición que ha puesto el acento en el turismo rural.
La propietaria de Garza Real apela también al turismo internacional: recibe a británicos y alemanes a los que ha conseguido seducir con su propuesta de experiencias gastronómicas: por un lado el ‘cajón gourmet’, menús cerrados que lleva a otros alojamientos del valle y los picnic gourmet, «para el vivir el contacto con la naturaleza de otra manera». También se traslada para realizar cocina en vivo: «Es otra forma de reinventarse y sacar nuevo producto al mercado».
Al igual que el florecer del Jerte es desigual en las diferentes zonas, la recepción de turistas también parece variar según los alojamientos. Luis Morán, dueño desde hace décadas de la casa rural El Regajo (en El Torno) presume de que la mayoría de sus clientes son extremeños, concretamente el 60%. «Para mí es un orgullo porque no es habitual. Pero mis clientes repiten porque no vienen a descubrir nada; vienen a disfrutar de mi casa y del entorno».
Al respecto, Morán (ex presidente y fundador del Clúster de Turismo de Extremadura y de la Federación Extremeña de Turismo Rural) es tajante: «No se ve crecer el turismo extranjero. Y nos falta mucha promoción y mucha profesionalización dentro del sector, idiomas…».
En este punto, pone encima de la mesa un cuestión que todos los empresarios de la zona sacan a relucir: «Abrirse definitivamente al visitante internacional supondría una oportunidad para desestacionalizar el turismo».
«Morir de éxito» «Estamos muriendo de éxito. En el Jerte comenzamos a trabajar en turismo rural allá por 1994. Se empezaban a tener ideas y propuestas y se consiguió un relanzamiento con la vitola de Interés Nacional, que supuso un auge. Pero ahora estamos en un impasse», aduce Morán.
«Hemos sido una comarca puntera a nivel nacional en turismo rural, pero no hemos dado con la tecla de hacer un plan de dinamización turística para romper con la estacionalidad», se queja el gerente de El Regajo. Su hijo, Daniel Morán, ha heredado su vocación de empresario turístico y acaba de inaugurar un alojamiento singular, el segundo de Extremadura: un conjunto de tres chozos de piedra que recuerdan las construcciones vernáculas existentes en la serranía de El Torno. También llamado El Regajo, supone una apuesta por romper con esa estacionalidad y descubrir el Jerte en cualquier época del año.
El otro alojamiento singular también lo alberga el Valle del Jerte: El Jardín de las Delizias, en Casas del Castañar, que propone la experiencia de dormir en una auténtica yurta mongol en la naturaleza.
Entre mayo y agosto, las cerezas maduras pintan de rojo la Cerecera. Y la policromía del otoño dibuja la cara B del Jerte. Sin embargo, estos dos atractivos no tienen el tirón del Cerezo en Flor.
«En octubre el Valle del Jerte no es noticia. Es un espectáculo el Cerezo en Flor, que llama a multitudes pero solo durante un periodo de tiempo muy acotado», puntualiza Ana ‘Xerete’.
«Trabajamos para que desaparezca la estacionalidad. El lema que queremos vender es el de Valle del Jerte: abierto todo el año, porque también tenemos nieve en invierno y abundante agua en verano», sostiene el presidente de la mancomunidad jerteña. «Ojalá volvamos a ver pronto esos autobuses llenos de gente y recuperamos la normalidad; estamos todavía acurrucados y desperezándonos de la pandemia», expresa el alcalde de Jerte.
Sin embargo, ese turismo que, a vista de pájaro, convertía el valle en un hormiguero que contrastaba con el manto blanco de los cerezos, algunos no creen que sea la solución: «El valle está preparado para ser un sitio de paso. No hay grandes restaurantes para cientos de comensales, pese a la demanda, porque ese turismo sólo es puntual, y hay que vivir el resto del año».