El Periódico Extremadura

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REFUGIADOS UCRANIANOS EN LA REGIÓN CUENTAN SU EXPERIENCIA CUATRO MESES DESPUÉS DE QUE ESTALLARA LA GUERRA

«Vinimos con esperanza pero sin trabajo no podemos estar, me ahogo en la habitación»

Hace casi tres meses que llegaron a la región huyendo de las bombas. Vidas devastadas que no se recomponen. Llegaron sin un solo euro en sus cuentas y así continúan. No hay trabajo y no se acostumbran a vivir de la caridad. «Te sientes inútil», aseguran

Oaksana Morzova (centro) y Alex Golubyn, junto a Khrystyna Mykulyak, que hace de traductora, en Cáceres. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

«Putin gilipollas». Es la frase que mejor define cómo se siente, por eso Alex Golubyn la lleva impresa en una camiseta y no se la quita desde que el líder ruso invadió su país, hace ya casi cuatro meses. Tiene suerte porque él es de los pocos varones que ha logrado huir de Ucrania (no se les permite salir porque tienen que apoyar al frente militar). Pero Golubyn es marinero y le pilló fuera del país cuando estalló la guerra. No volvió, decidió esperar en Polonia a que su familia pudiera también escapar. Son de Mariupol, la ciudad que más ha sufrido la invasión porque fue objetivo de los rusos desde el principio, al estar ubicada en un lugar estratégico, entre Donetsk y Crimea. Es un sitio clave para las exportaciones porque tiene puerto.

Hoy está completamente devastada. Sus edificios, escuelas y hospitales se han reducido a escombros y se han improvisado cementerios en los parques. Cuando Golubyn la ve por la televisión las lágrimas inundan sus ojos. «Mi mujer y yo no podemos parar de llorar, nos pasamos así cada día, está todo destruido», cuenta a este diario traducido por Khrystyna Mykulyak, que lleva en España desde 2006 y desde Cáceres, ciudad en la que reside actualmente, intenta ayudar en lo que puede a los refugiados que llegan.

«Cuando vemos nuestra ciudad en la tele mi mujer y yo no podemos parar de llorar, está arrasada»

Alex Golubyn - Refugiado de Mariupol

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Mientras esperaba en Polonia, Golubyn estuvo un mes entero sin poder comunicarse con su mujer y con su hija, una bebé de un año. «Era angustioso», recuerda. Hasta que finalmente lograron escapar. En Polonia unos voluntarios les ayudaron a salir de la frontera y les trajeron hasta la capital cacereña, donde llegaron hace unos meses. Se hospedan en el hostal Neptuno, como muchos de los huidos de guerra que han llegado a la ciudad, en una habitación de pocos metros donde pasan días enteros.

Sus vecinos también refugiados se han convertido casi en su familia. Solo se tienen a ellos, asegura, e intentan apoyarse y compartir cómo se sienten. Les ayuda Accem, la organización que gestiona la llegada de los ucranianos a la capital cacereña. Hace una semana ha conseguido venir también a la ciudad de Cáceres su suegra, que se aloja en el albergue de Valhondo, cedido por el ayuntamiento.

Están contentos porque están juntos, pero no ven oportunidades de futuro. «No tenemos trabajo y nos falta dinero», dice con resignación. Tenían una vida acomodada que ahora se ha ido al traste y van perdiendo la esperanza con la que llegaron. «No estoy acostumbrado a vivir dependiendo de los demás, siempre he trabajado para mantener a mi familia y ahora no puedo», asiente. Es cocinero, estudia castellano a diario para poder manejarse con el idioma e intenta buscar un empleo pero, de momento, no ha tenido suerte.

Sin oportunidades

A Oaksana Morozova, que vive en la habitación de al lado con su hija de 8 años, le ocurre lo mismo. Llegó a Cáceres ilusionada porque habían conseguido escapar. Aquí ya no suenan bombas y eso le tranquiliza, pero le preocupa su futuro. No duerme por las noches. Asegura que, desde que ha llegado a España, se siente inútil. Para ella los días son eternamente largos porque no tiene nada que hacer y eso le incomoda. Solo tiene ocupada una parte de la mañana, que dedica a estudiar castellano, luego vuelve a la habitación, su refugio. Siempre ha trabajado, primero en un banco, donde estuvo doce años, y después en una copistería. Hasta que su marido (él se ha tenido que quedar en Ucrania) y ella decidieron emprender. Montaron una guardería, que ahora está destruida por la guerra. «Estoy acostumbrada a trabajar mucho, no soporto tanta tranquilidad, me paso el día sola en la habitación, me ahogo», cuenta a este diario.

«Cuando mi hija escucha los helicópteros del hospital tiembla, piensa que son bombas»

Oaksana Morozova - Refugiada de Gostomel

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Su cuenta bancaria está a cero. Y tampoco puede ayudarlas su marido porque su último salario fueron 140 euros. Viven de la caridad de los cacereños y de lo que les proporciona Accem, que les da alojamiento y comida, pero nada más. «Mi tarjeta está a cero, necesito trabajar de cualquier cosa», afirma. Ha llegado incluso a pensar volver a Ucrania pero le piden unos papeles que cuestan 140 euros que no tiene. Además, reconstruir su guardería, devastada, costaría unos 3.000 euros, que tampoco tiene. No deja de darle vueltas a su futuro y el de su hija. Por ella es por la única que se mantiene aquí porque desde que viven en Cáceres está un poco más tranquila, aunque aún no puede dormir bien. Teme a la noche y a la oscuridad.

Vivían en Gostomel, una ciudad que ahora está destruida al 60%. Tuvieron que vivir escondidas durante meses en el sótano de su edificio junto al resto de sus vecinos porque las bombas caían sobre sus pisos. Algunos fallecieron. Ellas consiguieron escapar, pero toda su familia continúa en Ucrania. El sonido de los artefactos no se le olvida y su hija tiembla cada vez que escucha un estruendo. Estudia en el Donoso Cortés, un colegio que está muy cerca del hospital San Pedro de Alcántara. «Cuando escucha los helicópteros que trasladan a un paciente se pone muy nerviosa, la profesora intenta tranquilizarla pero es imposible, ella ha pasado la guerra», confiesa.

La pequeña recibe terapia psicológica online a través de un especialista ucraniano, porque en Cáceres, asegura, «nadie le ponía uno». Tampoco «nos dan tranquilizantes», se queja. Muchas veces piensa en volver pero mira a su hija y se le quita de la cabeza. «Sería un estrés para ella porque volvería a revivir lo que hemos pasado, hemos huido literalmente por debajo de las bombas, es algo que no sé cómo explicarlo», reconoce. 

La región acoge a 600 refugiados

Desde que las tropas rusas invadieran Ucrania hace casi cuatro meses, el Gobierno calcula que alrededor de 120.000 ucranianos han buscado refugio en España, de los que unos 110.000 han obtenido la protección temporal que conceden las autoridades (conlleva el permiso de residencia y de trabajo). De ellos, 599 lo han hecho en Extremadura, que es la cuarta región que menos refugiados acoge. Según los datos facilitados por la Delegación del Gobierno, a principios de junio habían solicitado protección temporal en esta comunidad casi 600 personas de nacionalidad ucraniana, 256 de ellas menores de edad. La mayor parte reside en la provincia de Badajoz. En concreto aquí han solicitado residencia 347 refugiados, de los que 157 son niños. Y hasta la de Cáceres han llegado 252 huidos de guerra, de los que 108 son menores. Se alojan en espacios cedidos por las administraciones o en familias de acogida.

A los menores, además, se les ha facilitado el acceso a la educación. Según la Consejería de Educación en todas las etapas (incluidas las enseñanzas de adultos y de régimen especial) había a principios de junio 223 estudiantes de origen ucraniano matriculados en la red de centros educativos extremeños. De estos, 132 están en la provincia de Badajoz y 91 en la de Cáceres.

El 75 % de las protecciones temporales otorgadas en el territorio nacional se concentran en Cataluña (24.401), Comunidad Valenciana (23.384), Madrid (17.548) y Andalucía (16.329). Les siguen Murcia (4.117), Castilla y León (3.188), País Vasco (3.015), Aragón (2.737), Canarias (2.528), Castilla-La Mancha (2.399), Islas Baleares (2.336), Galicia (2.219), Navarra (1.257), Asturias (1.211) y Cantabria (1.140). Por debajo del millar figuran Extremadura (599), La Rioja (466), Ceuta (12) y Melilla (3), según publicaba la agencia Efe a finales de mayo.

Según el análisis de los cuestionarios recopilados hasta el 15 de mayo en los cuatro Centros de Recepción, Atención y Derivación (Creade) que ha puesto en marcha el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en Madrid, Alicante, Barcelona y Málaga y por los que han pasado hasta mediados de mayo 51.866 refugiados, el 35 % son menores y el 66 % de los adultos, mujeres. La edad media de los refugiados es de 30 años y, por franjas de edad, la mayoría tiene menos de 17 años, seguido del grupo que va de los 18 a los 34 y el que comprende entre los 35 y los 49.

El perfil de los ucranianos atendidos en estos centros es claro: mujer, de 30 años y con estudios superiores, entre las que destacan las economistas, ingenieras, informáticas y abogadas. Según este informe, el 60,4 % tiene estudios superiores; el 27,2 % ha completado una formación profesional o el bachillerato y el 9,7 % cuenta con estudios secundarios.

Sobre la forma de llegar a España, la información recogida muestra que el 40 % lo ha hecho en avión, el 28 % optó por el coche, el 26 % en autobús, mientras que sólo el 5 % eligió el tren.

Por otro lado, según los datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, a 30 de abril había 47.231 personas ucranianas en edad laboral con una autorización de protección temporal en España, el 77 % mujeres.

De esas casi 48.000 personas, 3.019 estaban en alta laboral (2.072 mujeres y 947 hombres), lo que supone que en menos de dos meses de residencia en España, el 6,5 % de los desplazados tiene un empleo y alta en la Seguridad Social

Una red de voluntarios sigue facilitando la llegada de huidos de guerra a Extremadura

Desde Cáceres se ha tejido una red de voluntarios, con contactos en distintas partes del territorio nacional, que sigue facilitando el traslado de refugiados ucranianos desde la frontera de este país hasta Extremadura. Una vez aquí les ponen en contacto con familias de acogida o con las organizaciones que gestionan la acogida en la región y les facilitan la realización del papeleo para solicitar la protección temporal (la red cuenta con ucranianos residentes en Extremadura que hacen de traductores). Estos voluntarios, liderados por el matrimonio cacereño formado por Inmaculada Polo y Mané Miranda y que pertenecen al Círculo Empresarial Cacereño, que colabora con ellos, están organizando una convivencia con todos los ucranianos que residen en la provincia de Cáceres en el mes de septiembre. La idea es desarrollar una jornada festiva para adultos y niños, a la que se unirán también voluntarios de Madrid y huidos de guerra que residen en la capital española. Están tramitando los permisos.

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