El Periódico Extremadura

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emancipación juvenil

El camino a la vida adulta de los jóvenes extremeños

El 19,2% de la población entre 16 y 29 años ha logrado vivir por su cuenta; pero un 10% de ellos reside fuera de la comunidad. Cuatro voces extremeñas narran la realidad de su día a día y las dificultades que encuentran para mantenerse de manera independiente

Juan Carlos Tirado, Sol Parra y Pablo López. LAURA SUERO MORENO

El Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE) reveló el pasado 11 de agosto un informe acerca del número de jóvenes que se independizaron en el último semestre de 2021. Los datos extremeños reflejaron que la cifra era la misma que en 2019: el 19,2% de la población de entre 16 y 29 años. Esto convierte a la comunidad en la segunda del país con mayor porcentaje, solo por detrás de Cantabria (con un 19,8%). Sin embargo, el informe también apunta que sigue habiendo una enorme brecha entre las personas jóvenes que logran independizarse y vivir por sus propios medios y los que continúan residiendo en el hogar familiar, que suman el 80,8% del total. 

Pero pese a que la región extremeña sea la segunda comunidad en este ranking, hay un dato que ofrece el Consejo de la Juventud de Extremadura que ayuda a entender el contexto: el 10% de los menores de 30 años nacidos en la comunidad autónoma vive fuera de ella.

La otra cara de la moneda es que quienes se quedan y logran emanciparse cuentan con «unos niveles de actividad, empleo y contratación indefinida más favorables que en el conjunto del país».

Pero hay más prismas: un 42% de los que no se van se encuentran en riesgo de sufrir exclusión social. Y el 39,88% de los jóvenes permanece en el paro, siendo esta una de las cifras más elevadas de todo el país. Todos estos condicionantes han creado situaciones de desigualdad entre los jóvenes extremeños. 

A continuación, cuatro de ellos explican sus circunstancias vitales y ponen en contexto la precariedad que padece el sector juvenil.  

Pablo López.

«Hay que mantener la comunicación familiar»

Pablo López. Trabajador autónomo de Glovo. 24 años

Pablo López, a sus 24 años, está viviendo en Mérida con su novia. Él lleva viviendo solo desde que tenía 16, pero ha sido en este último año cuando ha empezado a afrontar por sí mismo todos sus gastos. Cree que la emancipación es primordial para adquirir cierta libertad y para no sentir «que eres una carga o que dependes de alguien». Actualmente trabaja para Glovo, la empresa multinacional de distribución de comida a domicilio, y sus beneficios dependen casi por completo de las horas que pase trabajando, «que tienden a ser bastantes».

«Cuesta mucho llevar una casa y ahora hay una importante dificultad económica añadida», comenta el joven, «tienes muchas responsabilidades y muchas cosas que hacer en el día a día». Pero López ha sido un ejemplo de valentía desde su adolescencia al asumir la emancipación sin remedio desde una edad muy temprana debido a que hizo frente a drásticos problemas de salud que padecía su entorno familiar. 

Cree que cada vez es más complicado para la juventud poder vivir solos y defiende que esto se debe al encarecimiento de los precios y la falta de ayuda para los más jóvenes.

Cuando le preguntan por la mayor traba que existe al independizarse con su edad, responde que, por muy maduro y responsable que uno sea, todavía hay gestiones que no pueden resolver con tanta eficacia como un adulto. López duda de que su generación pueda llegar a vivir alguna vez como lo hicieron sus padres, porque piensa que van a tener que enfrentarse a una enorme crisis económica.

Recomienda a aquellos que quieran optar por emanciparse a que previamente se aseguren de que disponen de la situación laboral propicia y de los medios económicos necesarios para poder mantenerse así mismos sin ningún percance, y que cuiden siempre la comunicación con sus padres, porque «irse de casa no es sinónimo de quedarles en el olvido». 

Juan Carlos Tirado.

«Si trabajas mucho no hay recompensa siempre»

Juan Carlos Tirado. Actor. 21 años

Juan Carlos Tirado está terminando el grado en Arte Dramático en la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla a sus 21 años. Tirado se define como un «estudiante que tiene que buscarse la vida». Él aprovecha los veranos para trabajar en el Festival de Teatro Clásico de Mérida como monitor en el campo de voluntariado. Además, bajo la compañía Te Apetece? Teatro, ha dirigido una obra; y ha ejercido como jefe de sala en las demás representaciones en la programación off del festival en la sección de Agusto. Además, combina estos puestos laborales con un sector distinto al que está acostumbrado: el mundo de la noche. Trabaja los fines de semana en un bar de copas de la capital extremeña y cree que es algo que le proporciona una cierta ayuda y le permite desarrollar sus competencias sociales con todo tipo de personas. 

El joven actor aspira a una solvencia económica para colaborar en su casa y echar una mano a su familia. «Siempre me he buscado mis habichuelas, como se suele decir», señala. « No es algo nuevo, lo hago desde que era más pequeño», añade. 

Él argumenta que la mayor parte de sus ganancias las invierte en los estudios, ya que siempre ha contado con el apoyo de su familia y quiere agradecérselo de alguna manera. «Veo lejos lo de independizarme, no solo por la situación económica que depara a la juventud, sino por mis inestables planes de futuro», dice Tirado. 

A él le encantaría emanciparse en su ciudad natal, Mérida, pero cree que le faltan aún algunos años. «Me fui a estudiar fuera de Extremadura para salir de mi zona de confort, pero a mí me gusta estar aquí y es una de las comunidades en las que hay más oportunidades para mí», apunta Tirado. Recalca que quiere dedicarse al mundo del teatro y que aunque es un sector difícil, va a por todas: «Si trabajas mucho no siempre tienes tu recompensa, pero yo lucharé por ello». 

Sol Parra.

«He querido hacer las cosas por mí misma»

Sol Parra. Estudiante de Publicidad y RRPP. 22 años

Sol Parra es una futura publicista de 22 años que se matriculó en la Universidad de Segovia un año más tarde de lo que tenía previsto. Parra no consiguió la nota que esperaba en la selectividad y en lugar de darse por vencida, decidió reintentarlo un año más tarde, período durante el cual comenzó a trabajar como niñera por las mañanas y en un comedor infantil al mediodía. Cuando empezó su carrera universitaria, de la que está «profundamente enamorada», no quiso dejar el mundo laboral. «Cuando descubrí lo que cuesta ganar dinero no quise dejar que mis padres siguiesen cargando con todo, hay que tener empatía», comenta Parra. 

Entonces se introdujo en el mundo de la hostelería con 20 años y sigue en él, compatibilizándolo siempre con sus estudios, los que asegura que son «su prioridad». «Es difícil compaginar la universidad y el trabajo, pero aspiro a especializarme en el área de eventos o de la moda dentro de mi profesión y es algo bastante caro», apunta Parra. «Tengo cuatro hermanos más y ellos también se merecen una vida estable económicamente como la he tenido yo, y si puedo ayudar en mi casa con mis estudios y mi máster lo haré». 

Además de su formación, ha estado medio año en Ghana realizando prácticas con la ONG Adepu, encargándose del blog y de las redes sociales: «Estar en Ghana no ha cambiado mi vida, pero sí mi forma de verla», agrega. Parra quiere emanciparse pero no todavía, ya que prefiere invertir sus beneficios en sus estudios y en sus necesidades en Segovia. «Siempre he querido hacer las cosas por mí misma, sin depender de nadie», expresa. 

Ella considera que a mucha gente de su generación le hace falta tener conciencia y ser responsables. «La vida no es solo salir de fiesta un fin de semana, a mí también me gusta y lo hago, pero va más allá», apostilla. Y se muestra optimista con su futuro y afirma que seguirá buscando la manera de alcanzar sus sueños.  

Marta Simancas, educadora social. EL PERIÓDICO

«No sé qué será de mí de aquí a cinco años»

Marta Simancas. Educadora Social. 23 años

Marta Simancas, de 23 años, se graduó en Educación Social este año en Cáceres y se ha independizado desde entonces. Intentó introducirse en la oferta laboral que le proporcionaba su carrera antes de haberla terminado, realizando varios voluntariados mientras estudiaba. Al terminar su grado universitario, consiguió trabajo de teleoperadora y se independizó junto a su pareja. «Fue uno de mis primeros trabajos formales, había sido monitora de ocio y tiempo libre algunos veranos», cuenta. «Me emancipé en Mérida al conseguir ese empleo, pero no dejé de tener la mirada puesta en mi verdadera profesión, ser educadora social».

Ella dice que irse a vivir junto su pareja fue bastante arriesgado porque al principio solo tenía un contrato temporal y aunque pudo afrontar sus gastos todos los meses, siempre tenía esa «incertidumbre económica». Afortunadamente, consiguió un empleo fijo como teleoperadora y también un puesto laboral en Olivenza atendiendo a refugiados ucranianos. 

Simancas agrega que «es difícil compatibilizar el cuidado del hogar con el trabajo y los estudios», pues además se está preparando una oposición.

Cree que es un mal momento para independizarse siendo joven porque hay una oferta laboral muy reducida, con calidad bastante baja y con «muchísimo intrusismo». La joven critica haber llegado a la vida adulta y que a lo largo de su trayectoria académica no le hayan enseñado nada acerca de trámites burocráticos: «Es algo de lo que siempre nos hemos quejado en el colegio y en el instituto y cuando creces lo notas mucho». Dice que su generación está en una situación de profunda incertidumbre y con muchos obstáculos, pero destaca algunas ayudas como el bono de alquiler que se ha aprobado recientemente para los jóvenes (un subsidio de 250 euros al mes para personas de entre 18 y 35 años). «Quizás mis padres a mi edad estaban pensando en comprarse una casa o casarse, yo no sé que será de mí en cinco o seis años». 

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