El Periódico Extremadura

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LOS PROBLEMAS DE LOS DESPLAZADOS SEIS MESES DESPUÉS

Los refugiados se marchan: «Sin trabajo no podíamos vivir, aquí siguen las bombas pero estamos con la familia»

Alina estuvo 5 meses buscando empleo. «Se me agotó la paciencia, sin dinero no podíamos hacer nada». El idioma es la dificultad principal. Al menos medio centenar de ucranianos ha decidido ya volver a su país

Alina  (izquierda) posa junto a su hija y su abuela, a la que ha ido a cuidar porque está enferma, en Dnipro, ciudad a la que se ha trasladado porque la suya natal está devastada por la guerra. 

Alina (34 años) llegó con su hija de 11 años a Cáceres el pasado 15 de marzo huyendo de la guerra. Vinieron solas y aquí Accem, la ONG que se encarga de la acogida de refugiados en la capital cacereña (en Badajoz lo hace Cruz Roja), les proporcionó un alojamiento, en el hostal Neptuno, y lo necesario para subsistir. Una vez instaladas, su hija comenzó a ir al colegio y ella se dedicó a aprender castellano, con la esperanza de que algún día encontraría trabajo. Pero su deseo nunca se cumplió. Y hace unos días, el 19 de agosto, cinco meses después de su llegada, ha decidido regresar a Ucrania. Sigue temiendo a las bombas pero ya no aguantaba más.

«Estoy muy agradecida con la organización (se refiere a Accem) y con algunos españoles por ayudarnos, pero el trabajo en la vida es muy importante», reconoce a este diario a través de Whatsapp, ya desde su país de origen. Lo hace en un castellano casi perfecto. En estos cinco meses ha logrado defenderse de forma escrita. La conversación oral le cuesta algo más.

Puso todo su empeño en rehacer su vida pero le consumió la paciencia. «No podíamos hacer nada, no podía comprarle nada a mi hija», reconoce. Nunca le faltó lo necesario para sobrevivir (comida, ropa y alojamiento) pero ella siempre había trabajado en Ucrania y no estaba acostumbrada a vivir dependiendo de terceras personas. Y se dio cuenta de que la situación no iba a cambiar.

Le costó tomar la decisión. Pero un día recibió una llamada en la que le comunicaron que su abuela se había puesto enferma y aquello fue lo que le hizo armarse de valor y preparar las maletas, con lo poco que tenían, para regresar junto a ella. Han tenido que volver a Dnipro, la cuarta ciudad más poblada del país, al sureste de Kiev, porque la localidad en la que nació, Lisichansk, al este de Ucrania, está completamente devastada. «Mi ciudad está destruida, mi apartamento no tiene ni las ventanas», explica. En Dnipro ha conseguido alquilar un piso y hasta allí se ha llevado también a su abuela, para cuidarla.

Su situación laboral tampoco ha mejorado ahora. Aún no ha encontrado trabajo y sabe que allí también estará complicado por la situación que vive el país. Ucrania acaba de cumplir seis meses en guerra, hay ciudades enteras destruidas y el conflicto continúa. De hecho a ella no se le ha quitado aún el miedo. Dice que teme que los militares regresen y tenga que volver a huir. Pero, a pesar de eso, cree que ha tomado la decisión más acertada porque ahora vuelve a estar al lado de los suyos y aquí, en Cáceres, aunque tampoco tenía trabajo, estaban solas.

El Gobierno aprueba unas ayudas de 400 euros para los ucranianos que tengan menos recursos

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La de Alina es una historia que se repite a lo largo de Extremadura y de la geografía española. Desde el pasado 10 de marzo la región ha concedido 761 protecciones temporales a los refugiados de Ucrania, según los últimos datos facilitados por la Junta. Y ya se han marchado, al menos, 67 (13 han vuelto a Ucrania, 31 a países de la frontera o a otros lugares fuera de España y 23 dejaron el programa sin informar a dónde iban), según los datos de Accem, la organización que se encarga de la acogida en Cáceres (Cruz Roja lo hace en Badajoz, pero no tiene datos). Todos estos son desplazados que habían llegado hasta la ciudad cacereña, pero son muchos más los que han regresado y que vivían en otros municipios extremeños, aunque la delegación del Gobierno en Extremadura tampoco tiene cifras oficiales.

Despedida de uno de los hijos de Teytiana del acalde de Valdefuentes.

Despedida de uno de los hijos de Teytiana del acalde de Valdefuentes. FACEBOOK ÁLVARO ARIAS

Vinieron huyendo del miedo y la mayoría no ha conseguido rehacer sus vidas. Los primeros meses fueron de paso, de intentar olvidar el terror del que habían sido testigos e integrarse pero, pasado ese tiempo, no han conseguido lo más importante: un trabajo. El principal escollo es el idioma. Lo cuenta Liliana Malets, ucraniana asentada en la capital cacereña desde hace años y que, desde que comenzaran a llegar los primeros desplazados, les ayuda en lo que puede: hace de intérprete, les consigue ropa, les ayuda a hacer papeleos… Les acompaña y les escucha.

«Los ucranianos quieren trabajar y ser independientes, no les gusta vivir de la caridad»

Liliana Malets - UCRANIANA AFINCADA EN CÁCERES

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«La principal dificultad es el idioma, la gente quiere trabajar pero es muy difícil», señala Malets. Conoce casos de todo tipo: una mujer que en Ucrania trabajaba en un banco y aquí no consigue trabajo por la barrera comunicativa que supone no manejar bien el castellano; otra era dependienta; otra camarera, y lo mismo. Sabe además de otro caso en el que la refugiada era empleada en una industria y en Cáceres no hay ninguna. «Ellos quieren trabajar. Los ucranianos están acostumbrados a ser independientes, no les gusta que les ayuden con dinero», argumenta Liliana Malets.

Ya lo denunciaron a este diario el pasado mes de junio otros dos refugiados. «No tenemos trabajo y nos falta dinero», decía resignado Alex Golubyn, que había llegado hasta la capital cacereña con su mujer y su hija, un bebé de poco más de un año. Ellos huyeron de Mariúpol, ciudad que más ha sufrido la invasión porque fue objetivo de los rusos desde el principio, al estar ubicada en un lugar estratégico, entre Donetsk y Crimea. Es un sitio clave para las exportaciones porque tiene puerto. Lo mismo cuenta Oaksana Morozova, que también llegó a Cáceres con su hija de 8 años. Sin trabajo, los días en la habitación en la que viven, también en el hostal Neptuno, como Alina, se le hacen eternos. A día de hoy su situación no ha cambiado.

Estudian castellano

Por eso los desplazados se esfuerzan cada día en aprender castellano, pero les cuesta. «Tienen niños (la mayoría son madres que han huido con hijos pequeños) y lógicamente tienen otras prioridades», añade Malets. Se refiere a que pueden estudiar mientras los niños están en el colegio pero después tienen que atenderlos porque, como no tienen trabajo y les falta dinero, tampoco pueden contratar a una tercera persona para que los cuide en su ausencia.

«Los problemas a los que se enfrentan son el idioma y la dificultad para que se les alquile una vivienda»

María Fernández de Soria - COORDINADORA ACCEM CÁCERES

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Ante esta situación, el Consejo de Ministros aprobó el pasado 1 de agosto, a propuesta del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, un real decreto que regula la concesión directa de subvenciones a las comunidades autónomas para financiar precisamente la prestación de una ayuda económica directa a los desplazados ucranianos que carezcan de recursos suficientes. Una cuantía de 400 euros al mes más otros 100 por cada menor a cargo. A Extremadura han llegado del Gobierno para este fin 522.720 euros y se repartirán a través de los servicios sociales de los ayuntamientos. Además el Ejecutivo autonómico también apoya a los refugiados que no han logrado encontrar un empleo con la renta extremeña garantizada. Ambas no son compatibles. «No podemos cifrar a cuántos podría llegar la ayuda (del Estado), pero no serán muchos porque Extremadura ya les ha dado cobertura», indican desde la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales, que gestiona esta subvención.

A la barrera idiomática, que complica también su integración, se une la dificultad para encontrar una vivienda, prioritaria para comenzar a rehacer las vidas. «Este es el gran problema. El acceso a la vivienda está muy limitado porque muchas veces no se quiere alquilar la vivienda a extranjeros», señala la coordinadora de Accem en Cáceres, María Fernández de Soria. A este problema se enfrentan no solo los desplazados ucranianos, sino los de todas las nacionalidades, advierte Fernández de Soria. Esta organización tiene 134 plazas para ucranianos (ya han atendido a 183) y 84 para los desplazados de otros países también en guerra.

Extremadura les ayuda también con la renta extremeña garantizada. Hay 761 desplazados en la región

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La ucraniana afincada en Cáceres, Liliana Malets (izquierda), junto a Inna Rudenkova, refugiada embarazada a la que ayuda por falta de recursos. CarlaGraw

Por todo ello ya son varios los casos que Liliana Malets conoce de ucranianos que quieren marcharse. A todos, dice, les cuesta tomar la decisión y terminan haciéndolo cuando los familiares que se quedaron en Ucrania les reclaman. Es lo que le ha ocurrido a Alina. Y es que, según explica, en su país es una costumbre arraigada cuidar de los padres cuando son mayores. Allí no existen las residencias de ancianos. «Los mayores viven en casa de los hijos hasta su muerte», afirma. Solo se les deriva a centros especializados cuando su enfermedad requiere cuidados médicos que no se pueden ofrecer en el domicilio. Pero eso sí, compaginan el trabajo con el cuidado. «En Ucrania todas las mujeres trabajan, no hay pensión del marido, así que se compaginan los horarios para poder cuidarlos. Los hijos, si son mayores, también ayudan», señala Malets.

Esto mismo le pasó también a Teytiana, acogida en la localidad cacereña de Valdefuentes, donde vivía con sus dos hijos, Rostyslav y Yevgeni, y donde además trabajaba. Se marchó a mediados de agosto para cuidar de su madre, gravemente enferma. «Entendemos su decisión, lo que nos demuestra una vez más la fuerza, el coraje y la valentía, anteponiendo la situación de su madre a la suya propia y la de sus hijos. Que tengáis mucha suerte en la vida, que se recupere tu madre lo antes posible y que se acabe el horror de la guerra a la que han sometido a vuestro país. En Valdefuentes siempre encontraréis un lugar de paz y sobre todo de cariño, de afecto y de comprensión», les dijo el alcalde de esta localidad, Álvaro Arias, cuando se marcharon. Ellos le agradecieron «el amor», «el cariño» y «la comprensión» recibidos.

También hay otros que han corrido mejor suerte, pero son los menos. Es el caso de Maxim Buzirov, que encontró un trabajo nada más llegar a España. Fue de los primeros en pisar la región, con la expedición cacereña ‘Unidos por Ucrania’ que, ayudada por el Círculo Empresarial Cacereño, partió hasta la frontera de Polonia con Ucrania con dos furgonetas y un vehículo a los pocos días de estallar la guerra. Consiguieron poner a salvo a 23 refugiados (solo nueve llegaron hasta Cáceres, el resto se fue quedando en otras ciudades españolas). Uno de ellos fue Maxim Buzirov, que venía con su mujer y sus tres hijos, de 18, 15 y 4 años.

A su llegada el gerente de Grúas Eugenio, Diego Hernández, que se ha implicado en la ayuda a desplazados desde el principio, le contrató como soldador, el trabajo habitual de Maxim en Ucrania, en la sede de la empresa en Plasencia. Y ahí sigue. Además los empresarios del Círculo le ayudan a pagar el alquiler de su vivienda (son una familia de cinco integrantes y solo trabaja él). «Cada empresario paga un euro al mes y le ayudamos a pagar la casa», cuenta Hernández.

Campaña solidaria

El gerente de Grúas Eugenio también ayudó a encontrar un empleo a Lina, otra refugiada que llegó a la capital cacereña con tres hijas, y a la mayor de éstas (la mediana ha decidido regresar a Ucrania junto a su padre y la pequeña aún va al colegio). La madre trabaja de empleada de hogar y la hija en la limpieza de un bloque de la ciudad. Esto les ayuda además a aprender el idioma porque tienen contacto directo con españoles. Pero de los demás, ninguno ha logrado encontrar un empleo y eso que buscan en todos los sectores. Por eso la plataforma ‘Unidos por Ucrania’ les apoya en todo lo que pueden. Este verano han adquirido 300 bonos para acceder a las piscinas municipales que han repartido entre las familias de refugiados, para que pudieran acudir con sus hijos, y les proporcionan ropa cuando lo necesitan (hace unos días han equipado a una futura mamá con mobiliario y ropa para su bebé).

Y quieren volver a hacer una nueva campaña (ya fletaron un tráiler el pasado marzo) para recaudar medicamentos, comida y productos de limpieza para enviar de nuevo a Ucrania. Se hará probablemente en septiembre. «El país está destruido, el problema es que como ahora las noticias casi no dicen nada de la guerra la gente se piensa que ya no existe», afirma Liliana Malets, que asegura que aún hay «mucha necesidad» en su país. «No hay tantos muertos pero la guerra sigue, hay muchos desplazados internos que necesitan ayuda», dice. Se refiere a las personas que han tenido que marcharse de su ciudad porque ha sido atacada y se han visto obligados a asentarse en otro lugar desconocido en el que no cuentan con nada. «La mitad de los ucranianos ahora mismo no tiene trabajo y depende de la ayuda humanitaria», recuerda esta ucraniana asentada en Cáceres, que pide de nuevo la colaboración ciudadana para apoyar a los suyos. 

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