El Periódico Extremadura

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Asistencia a los mayores | Un programa del SEPAD

'Perlas' para combatir la soledad

Este dispositivo de aviso es clave en el programa de acompañamiento que desarrollan ocho municipios. Puebla de la Calzada está entre ellos, con más de 30 usuarios y lista de espera de otra decena

Carlos Méndez, coordinador del programa, junto a Cati Muñoz, una usuaria, en el patio de su casa, en Puebla de la Calzada. CARLA GRAW

«Me empecé a notar un poco mareada, como que me caía, y estaba sola. Le di al botón y vinieron muy rápido a por mí». Juana Cupido es viuda y tiene 77 años. Para ella «la perla» es un seguro con el que estar tranquila: «Mis hijos a veces no están aquí. Aquel día mi nuera estaba en Badajoz con su madre. Me puse mala y gracias a eso me atendieron», rememora. La «perla» es como han bautizado en Puebla de la Calzada al dispositivo con el que los usuarios del programa de acompañamiento a la soledad pueden comunicarse con alguna de las tres auxiliares que participan en el mismo: Yurena Reverendo, Priscila Ricetti y Ana Mari Romero. Ellas están coordinadas por Carlos Méndez, trabajador social del ayuntamiento, al que en el pueblo ya se le conoce con el mote de ‘El asistente’. Las tres auxiliares, que también trabajan en otros programas de ayuda a domicilio, se turnan para estar una de guardia cada semana, en un servicio que funciona las 24 horas los 365 días del año. 

Pero este no solo es un dispositivo para emergencias: «Algunas veces te llaman y dicen ‘uy, me he equivocado’, pero luego nos tiramos media hora hablando», cuenta Reverendo. Eso hace de vez en cuando Carmelo Sanguino, un emigrante retornado de 77 años que dejó en Madrid a sus tres hijos: «Viví allí 49 años y cuando me divorcié volví. Esto ha cambiado mucho desde que yo era un crío. Por la mañana me voy al centro de día, hago mis cosas de casa también, como, la ducha y la siesta. Si alguna tarde me llaman pues me da mucha alegría porque nos enrollamos a hablar». Las conversaciones suelen girar en torno a sus experiencias, sus recuerdos y su vida en el pasado pero uno de los objetivos es que la nostalgia no se apodere de ellos: «Hacemos mucho hincapié en que la vida del mayor no es solo pasado, sino también es presente y es futuro. La mayoría se sienten alicaídos y lo que queremos es que se incentiven, que tengan nuevas ilusiones y que sepan que aún tienen camino por recorrer y cosas que aprender», asegura Romero. 

Las tres auxiliares posan con tres de los usuarios del programa de acompañamiento. CARLA GRAW

Méndez y su equipo tienen un cuadrante con el que se van repartiendo las llamadas a los usuarios y también las visitas, en función de las necesidades de cada uno: «Tenemos fichas de cada usuario en las que recogemos sus necesidades. Ahora también vamos a ir apuntando sus cumpleaños para que tengan un detalle», dice satisfecho Méndez, quien califica estas fichas como un «encaje de bolillos» con el que apuntan datos relevantes, de acuerdo sobre todo a la situación sanitaria y familiar que tengan, para conocer las circunstancias de cada usuario. «Esta es la realidad del medio rural: los mayores se van quedando solos y hay que atenderlos. Por otro lado, es un nicho de trabajo para nuestros pueblos», opina. Es el caso de Ricetti, ciudadana brasileña que llegó a Extremadura en busca de trabajo y se quedó en Puebla de la Calzada, donde ahora tiene marido e hijo: «Yo con los mayores aprendo mucho. Llegué de Brasil y no conocía la fregona, porque allí no se usa, y la señora Aurora fue quien me mostró cómo utilizarla. La señora Inés me enseñó a regar las plantas, mojándolas así», gesticula con las manos. 

Porque el programa no es solo telemático, al contrario, las visitas a sus casas y el contacto humano con ellos son parte básica: «Sobre todo después de la pandemia se nota que lo que quieren es esa cercanía, el dar un abrazo, un beso, que te sientes con ellos», comentan las tres trabajadoras al unísono, a la vez que destacan: «Nos aportan más que nosotras a ellos».

Yurena Reverendo, auxiliar, habla con Juana Cupido. CARLA GRAW

A domicilio

Tal es así que no solo ellas se acercan a los domicilios, sino que hay más de una cuarentena de voluntarios que también lo hacen. La mayoría son beneficiarios de la renta básica extremeña. Ellos y las trabajadoras acudirán este mes de septiembre a un curso de formación en inteligencia emocional y escucha activa.

Uno de los voluntarios es Guillermo Bolívar, un abogado jubilado venezolano quien, junto a su esposa, Gisela Álvarez, visita al menos una vez por semana a Rosa Sánchez, de 89 años, o la señora Rosa, como ellos la llaman. Esta pareja, originaria de Caracas, llegó a Extremadura por medio de la hermana de él, la pandemia les «retuvo» y decidieron quedarse en el pueblo: «Aquí se respira tranquilidad», describe Bolívar satisfecho. Voluntarios también en Cáritas y Cruz Roja, afirman que este programa les ha ayudado a conocer «más de cerca» a la comunidad: «Se trata de utilizar la empatía, de conocer a las personas, lo que es una gran satisfacción. Ella nos enseña mucho. La señora Rosa es una gran cocinera, sobre todo de la tortilla, ¿verdad?», le dice Bolívar a Sánchez, ambos sentados en la sala de estar de la casa de esta. «Tuvimos un bar durante 25 años, y yo hacía de cocinera. Mi marido se murió hace 19 años y yo me quedé sola, porque mis hijos al final tienen su vida», explica la mujer. Sánchez lleva más de un mes recibiendo estas visitas. Afirma que aceptarlas fue todo un acierto: «Alguna gente me decía que si era un timo, que tuviera cuidado de a quién metía en casa. Pero no les hice caso, porque vienen con Carlos, el del ayuntamiento», remacha. Sánchez y Bolívar revisan esta tarde el ‘libro de los recuerdos’, una iniciativa con la que los mayores van recopilando fotografías y momentos de su vida. La señora Rosa aprovecha para cantar una canción tradicional, con una retahíla de números y santos que Bolívar escucha atentamente. Poder conversar, escuchar y sentirse escuchados es la piedra angular de este programa. Porque, tal y como confiesa Sánchez: «Las mejores amigas que tenía ya se han muerto».

Guillermo Bolívar, voluntario, mira un libro junto a Rosa Sánchez mientras charlan, en la casa de esta. CARLA GRAW

Situación similar es la de Cati Muñoz, de 74 años, viuda y enfadada porque se han llevado a su vecina, Nemesia, a una residencia en otra localidad. Su casa está llena de cuadros de su padre y tiene un libro en el que recopila las poesías que escribía su madre y que puede recitar de memoria. Se reconoce como hija de artistas y se afana en sacar una caja llena de piezas de crochet y otra con figuras hechas con esta técnica: calabazas, tomates, pimientos y hasta unas pequeñas mariquitas realizadas por ella misma. Admite, eso sí, que se ha vuelto «muy perra y muy zángana» para seguir cosiendo, pero lo que no deja de cuidar son las decenas de plantas que tiene en su frondoso patio: un par de limoneros, un naranjo, varios ficus, begoñas, caquis... «Cati también hace mucho teatro, ¿a qué sí?», le dice Méndez.

Actividades

Precisamente, además del acompañamiento y servicio de proximidad para las necesidades emocionales y sociales, este trabajador social incide en que la otra pata principal son las actividades que realizan: juegos de mesa, vídeos y hasta un programa de radio. La siguiente ya está marcada en el calendario de este mes: un encuentro intergeneracional entre los mayores y el resto del pueblo, con unas 60 organizaciones implicadas.

Cati Muñoz enseña ganchillo a la auxiliar Priscila Ricetti. CARLA GRAW

Son 32 los usuarios fijos con los que cuenta en la actualidad el programa. O más bien usuarias, porque la mayoría son mujeres (solo hay siete hombres). «Ellas, al final, son el rostro de la longevidad», expone Méndez, quien además subraya que también se atienden casos puntuales y cualquier otra situación de emergencia que se presente por parte de otros vecinos. Como la que sufrió Isabel Chamizo, de 56 años, la persona más joven que lo utiliza. Ella tiene una enfermedad degenerativa que le provoca un 82% de discapacidad. «Hace unos meses se cayó por la noche y estaba mi hija sola con ella porque yo trabajo en hostelería», rememora su hermana, Paqui. Con la niña rumbo a Praga y ella trabajando, sabía que necesitaba un apoyo, una «perla», para su hermana, lo que han conseguido gracias al programa, del que solicitó formar parte tras aquel incidente. Las dos han pasado de vivir en Huesca en un tercer piso --con lo que Isabel apenas podía salir a la calle-- a disfrutar de la «calidad de vida» que les ofrece el pueblo.

Y es ese el objetivo principal del ayuntamiento: «Este programa es una manera de humanizar los cuidados», señala María Eugenia Guerrero, concejala de Sanidad y Bienestar Social junto al alcalde, Juan María Delfa Cupido. Este último apunta que el acompañamiento es parte de una política «transversal» para garantizar el cuidado y el buen vivir de los mayores. Lo ratifica Méndez quien, natural de Torrejoncillo, ha pasado por varios puestos en diferentes localidades antes de llegar a Puebla de la Calzada: «En los últimos años el trabajo social se ha convertido en una oficina de gestión de las ayudas económicas y yo no creo que eso tenga que ser así. A mí me gusta salir a la calle, conocer a los vecinos, ahí vas a saber las necesidades. La realidad está fuera del despacho. Es más, tienes que ir directamente a las casas», afirma. Unos hogares que ya están abiertos en el pueblo gracias a la satisfacción que el programa ha generado, hasta el punto de que en este momento hay unas diez personas en lista de espera para ser usuarias fijas del mismo. En cuanto tengan los recursos, afirman los gestores, entrarán.

«Tengo una amiga de Montijo y me dice que ojalá allí también hubiera algo así para sus mayores», asegura Reverendo. 

Lista de espera en Puebla de la Calzada e interés por el programa en otras localidades lo que, en una región cada vez más envejecida, demuestra la necesidad de muchas más «perlas».

Este programa piloto se lleva a cabo actualmente, además de en Puebla de la Calzada, en Berrocalejo, Cabeza del Buey, Casas del Castañar, San Pedro de Mérida, Viandar de la Vera, Villanueva del Fresno y Zarza Capilla. Cada corporación local recibe del SEPAD 30.000 euros para gestionarlo. 

El organismo también financia a otros ayuntamientos para el desarrollo de programas de acompañamiento a la soledad. En concreto, aporta 100.000 euros al Instituto Municipal de Asuntos Sociales (IMAS) de Cáceres, 214.472 euros para el Ayuntamiento de Almendralejo y 100.000 euros para Mérida.

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