El Periódico Extremadura

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LLEVA YA DOS MESES DE RETRASO EN EL TRATAMIENTO

«Necesito un reservorio para la quimio y es urgente»

Hace un año a Estela Carballo (41 años) le detectaron un cáncer ginecológico, ya metastásico. La operaron y desde entonces no ha parado de recibir quimioterapia. El tumor se ha vuelto a reproducir y para intervenirla necesita recibir, al menos, tres ciclos más. Tiene que colocarse un reservorio porque sus venas, dañadas, no soportan más agujas, pero la cita tarda

Estela Carballo, la joven emeritense posa para este diario. El Periódico

Fue en octubre del 2019 cuando Estela Carballo (Mérida, 41 años) comenzó con fuertes dolores en los ovarios y sangrados más abundantes de lo habitual. Acudió al ginecólogo y, tras realizarle una citología y una ecografía, le dijeron que todo estaba bien. Le pautaron la píldora anticonceptiva para controlar el dolor. Ya entonces les comentó que si cabía la posibilidad de que tuviera un cáncer de ovario, pero el doctor lo descartó por completo.

En cambio ella no se recuperaba. Los dolores continuaban. Hasta que un día su tripa comenzó a hincharse de forma llamativa. «Soy muy menudita y la gente me decía que si había ido a por la niña», recuerda Carballo (ya tiene dos hijos, de 13 y 9 años). Fue a Urgencias donde, tras atenderla, le pusieron un enema y le recomendaron caminar. Se apuntó a senderismo con sus hijos, pero tampoco fue la solución. A la semana seguía igual, así que regresó al hospital. Esta vez le hicieron una ecografía y de nuevo le dieron el alta. 

A la semana volvió por tercera vez. Y en esta ocasión llegó el diagnóstico que ella había sospechado desde el primer día: Le detectaron un cáncer ginecológico en estadio 4 (es el nivel más alto de un tumor). La masa, que había comenzado en el ovario, ya era tan grande que afectaba a varios de sus órganos. El pronóstico no era bueno.

La operaron en Badajoz. Necesitó una intervención que duró 13 horas, en la que tuvieron que quitarle el ovario, las trompas, el útero, un trozo de intestino, la vesícula, el epiplón, el peritoneo y varios ganglios. Le costó recuperarse porque, además, prácticamente desde que salió de aquel quirófano no ha parado de recibir quimioterapia; al principio ciclos más agresivos y después solo de mantenimiento. 

Cada tres meses acude a su oncólogo a revisión y en la última llegó el nuevo diagnóstico. Esta vez el tumor se había reproducido en el hígado. Tienen que volver a operarla, pero antes debe recibir, al menos, tres ciclos de quimioterapia, otra vez de los más agresivos. El problema es que sus venas ya no aguantan más agujas y necesita que le coloquen un reservorio para poder recibirla (es un dispositivo con un pequeño depósito y un catéter que se coloca bajo la piel mediante cirugía y permite el suministro de medicamentos y la transfusión de sangre). Ello requiere una cirugía menor ambulatoria, pero hasta ayer no le llegó la cita, el 29 de septiembre, y después de haber puesto el pasado viernes una reclamación en la dirección médica del hospital de Mérida, aconsejada por su oncóloga. Ya lleva dos ciclos de retraso.

Tiene cita el 24 de octubre para valorar la intervención, en función de una resonancia que ya se ha hecho y de cómo se haya reducido el tumor con los ciclos de quimio. Sin embargo, cuando acuda al médico solo habrá podido recibir, con suerte, uno de ellos. «Iré a la cita con lo que tengo y que decidan los médicos, pero llevo ya dos meses de retraso. Me decían que no me daban la cita porque hay mucha lista de espera, lo que ocurre es que esto es algo urgente e importante. Yo no quiero restarle importancia a lo que le pase a los demás, pero sé que lo mío es importante», insiste Estela Carballo, con la vitalidad que le caracteriza, porque ni siquiera este percance ha conseguido hundirla.

Nunca lo ha hecho. Tampoco con el primer diagnóstico. «Siempre he sido muy vital, a todo acabo poniéndole el toque de humor. Si no, no te levantas de la cama», reconoce. Dice que el cáncer le cambió la forma de entenderlo todo: «Estaba todo en contra, pero en ese momento tu cabeza hace un clic y yo me siento muy afortunada, muy apoyada y querida y en el camino me he encontrado con gente maravillosa y muy luchadora», asiente.

Ha perdido el pelo dos veces, y con esta nueva quimio volverá a desaparecer de su cabeza, pero nunca quiso una peluca. «Igual que un hombre calvo es guapo, una mujer también puede serlo, es mi forma de reivindicarlo», comenta. Sus hijos son su mayor medicina. Por ellos logró recuperar su vida tras la primera operación. Camina 8 kilómetros cada día, hace yoga, musculación,... Nada le limita, salvo la alimentación, que tiene que cuidar porque le falta parte del intestino, pero se conforma. «Antes veía un donut y me ponía a llorar, pero pienso en que puedo salir a pasear y jugar al baloncesto con mis hijos y se me pasa, eso es mucho más importante», añade. 

Ahora solo espera la nueva operación. Y recuperarse de nuevo. Pero antes necesita el reservorio y confía en que todo se solucione.

Este periódico preguntó ayer al SES por este caso, pero no recibió respuesta oficial.

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