Anualmente la tierra se contamina con tres millones de toneladas de los productos que se utilizan para embalsamar a los cuerpos, con 1.300 toneladas procedentes de las lápidas y con 13.600 toneladas más de los metales salidos de los féretros, según un informe desarrollado en EEUU. El sector funerario está cada vez más concienciado con el cuidado del medio ambiente tanto en las inhumaciones como en las incineraciones, aunque en España no existe todavía ninguna norma que legisle esta actividad para que sea más sostenible.

Por eso hace unos días el PSOE nacional registró una proposición no de ley que busca minimizar el impacto ambiental de los enterramientos, en la que solicita a los crematorios que utilicen mejores prácticas tecnológicas para reducir al máximo las emisiones contaminantes. El documento propone, por ejemplo, la sustitución de los actuales ataúdes por otros de cartón o de materiales vegetales, vestir al difunto que va a ser incinerado con ropa de fibra o evitar los tratamientos de tanatopraxia. Además de que los nuevos crematorios se ubiquen fuera de los cascos urbanos, para lo que actualmente tampoco existe legislación. Sí que pasan revisiones anualmente para comprobar que no superan las emisiones permitidas, pero muchos están ubicados junto a viviendas.

La propuesta socialista nace de Funeco, un colectivo creado precisamente para promover la sostenibilidad en funerales. Y van más allá. Proponen cambiar todo el proceso, apostando por enterramientos en cementerios ecológicos y evitando la cremación. Así, apuestan por deshidratar el cadáver, para lo que han diseñado una máquina que se encarga de extraer todas aquellas sustancias tóxicas acumuladas en vida y que, durante el proceso de descomposición, se filtran a la tierra, contaminando acuíferos e incluso ocasionando, en contacto con la tierra, enfermedades sobre los seres vivos. Han pedido que parte de los fondos europeos Next Generation se dediquen al desarrollo de estos aparatos, con el objetivo de que estén en todos los tanatorios.

Una vez deshidratado el cuerpo, proponen introducirlo en un ataúd en el suelo de forma vertical y debajo de un árbol. Lo que plantea Funeco en realidad es sustituir los cementerios convencionales por áreas forestales, en las que desaparecen los nichos y las lápidas y donde el único identificativo de los cuerpos es un árbol (con los cuerpos ya deshidratados solo se enterrarían los huesos, por lo que estos ocupan solo el 30% de lo que lo hace un cadáver con todos sus componentes). «En realidad lo que planteamos son espacios de naturaleza donde se planten árboles y donde el cuerpo sirva de sustrato a esos árboles», explica el presidente del proyecto Funeco, Félix García. 

Aquí no existen lápidas de granito, mausoleos, nichos,... Sino que se trata de «espacios abiertos de acceso libre, formados por paseos donde practicar deporte, senderismo o actividades al aire libre y donde la biodiversidad se manifiesta con su mayor esplendor», según se recoge en la web de Funeco. Según subraya su presidente, su propuesta la comparte también el Instituto Anatómico Forense de Madrid. «El ADN está en los huesos por lo que, si se necesita analizar un cuerpo, de esta forma solo habría que desenterrarlo», asegura. Y añade que su planteamiento, además, «va en la línea de la agenda 20/30 para proteger el medio ambiente».

Solo se incinera el 20% 

De momento nada de esto ha llegado a Extremadura, ni si quiera a España, aunque en la región el sector funerario está cada vez más concienciado con la sostenibilidad, sobre todo en las incineraciones, porque es la única actividad funeraria regulada en este sentido. A pesar, no obstante, de que en la región solo el 20% de los fallecidos elige la cremación, muy por debajo de la media nacional, que se situó en 2021 en el 45,18%, según un estudio de la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef).

De esta forma, en la comunidad autónoma desde hace ya varios años, los cuerpos que van a ser incinerados se introducen en féretros ecológicos, aunque nada tienen que ver todavía con los de cartón que propone el PSOE. Están elaborados en madera natural y carecen de herrajes, metales, pinturas o barniz. Estos ataúdes también se ofrecen a los familiares que van a inhumar a un fallecido, pero muchas veces no los escogen, por gusto, no por razones económicas, ya que su precio es parecido al de los no ecológicos. «En las inhumaciones chocas con el gusto de los familiares a la hora de la elección del arca porque no hay nada regulado», reconoce Fernando Yaybek, director general de Iniciativas Alcaesar, empresa que gestiona varios tanatorios y crematorios en la región.  

En este sentido, el sector solicita que se legislen también las inhumaciones y que, en el caso de las incineraciones, se elabore una normativa que exija vestir a los difuntos con ropa más ecológica. «Por mucho que el cuerpo se introduzca en el horno en un féretro ecológico, si no lleva textiles biodegradables, va a contaminar más. Si se regula esto vamos a cerrar el círculo, pero si eso no se hace, no tiene sentido», advierte Yaybek.