RECONOCIMIENTO DE LA UNESCO

El arte de hacer que las campanas hablen

José María Benítez empezó a tocar las de la ermita de su pueblo con 8 años. Desde ‘Campaneros de Extremadura’ ayudó a que esta tradición se haya convertido en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

El arte de hacer que las campanas hablen

JORGE ARMESTAR

Marian Rosado Gallardo

Marian Rosado Gallardo

«Cada vez que José Mari toca las campanas parece que hablan». Esta es una de las frases que en sus casi 30 años como campanero atesora con cariño José María Benítez. «Lo decía el padre de una vecina mía, Mari, y hoy me lo sigue diciendo ella a mí», añade sonriente. Las casi tres décadas que lleva Benítez haciendo tañer las campanas pueden llevar a confusiones sobre su edad: «Es común que mucha gente, cuando me ve por primera vez, me diga que no me esperaban tan joven, porque el oficio de campanero se asocia a lo antiguo, pero hay otros compañeros que son incluso menores que yo», afirma. En la región, según las estimaciones del grupo ‘Campaneros de Extremadura’, del que es uno de los representantes, hay alrededor de una treintena de personas que aún conservan este arte, que fue nombrado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad el pasado 30 de noviembre. El grupo extremeño apoyó a uno de los promotores de la candidatura, Campaners d’Albaida, un grupo valenciano que Benítez conoció por casualidad: «Justo antes de la pandemia, a finales de 2019, estaba de viaje por la Comunidad Valenciana y en uno de los pueblos escuché la campana y supe que ese sonido era de toque manual. Subí al campanario y me presenté, así supe de este grupo y ellos nos conocieron a nosotros», rememora. «Para el año que vienen Albaida ya ha propuesto un encuentro nacional de campaneros y la creación de una federación estatal», muestra Benítez con su móvil. En el grupo extremeño también se han marcado objetivos: constituirse como asociación y establecer una escuela de campaneros: «El pasado 2 de enero ya se dieron los primeros pasos en Montehermoso, donde se puso un campanario móvil en la iglesia. Se podría hacer como en Zamora, donde tienen una sede y luego estas actividades se mueven por el territorio», explica. «En Madrigal de la Vera ya he ido varias veces con niños y algunos tienen muy buen oído, también tocan folclore y digo: ‘este o esta podrían ser buenos campaneros’», asegura. Para Benítez son tres las principales cualidades que se deben tener para dar un buen toque: «Tener buen oído, mucha fuerza y concentración en la melodía que quieres ofrecer». 

Del altar al campanario

Con esa escuela los niños contarían con algo más de guía que la propia que Benítez tuvo, quien aprendió a tocar de manera autodidacta. Tenía tan solo 8 años cuando se animó a subir al campanario de la ermita de San Bartolomé en su pueblo, Alange, en la que era monaguillo, situada junto a las famosas termas: «Lo empecé a idear por mí mismo, con lo que había escuchado de monaguillos mayores que tocaban años atrás y, por destreza, empecé a imitar los sonidos», recuerda. Benítez conoce cada rincón del templo como la palma de su mano y no escatima en detalles y curiosidades: «Yo estaba de encargado cuando venían los sacerdotes a los baños y, de paso, oficiaban aquí sus misas», recuerda. Benítez reconoce que se desvinculó «un poco» cuando empezó a hacer la carrera --ahora es profesor de Biología y Geología en Valencia de Alcántara-- pero no se pierde el toque en fiestas claves de la localidad: «En los 70, con la electrificación masiva, se empezó a generalizar el toque automático. Las de esta ermita aún no están electrificadas, aunque el párroco las quiere poner. A día de hoy el toque manual se hace en ocasiones especiales, en fiestas, no en los servicios habituales. Aunque don Juan Antonio, el cura de Collado de la Vera, sí las toca él mismo para la misa que hace semanal. De hecho, en algunos pueblos me he encontrado a gente que dice ‘para qué subes, si se le da a un botón y ya está’, pero también y sobre todo está la reacción contraria: ‘ese es el sonido de la campana’», afirma. «El martillo o volteo electrónico es monótono mientras que un campanero puede cambiar de ritmo y velocidad, es mucho más melódico», subraya.

José María Benítez tira de la cadena para hacer sonar cada una de las campanas.

José María Benítez tira de la cadena para hacer sonar cada una de las campanas. / JORGE ARMESTAR

El ritual

Cada vez que Benítez entra en la ermita para hacer el toque su ritual es el mismo: se santigua ante el altar y se dirige con su mochila al campanario, cuyo acceso está situado justo a la izquierda de la entrada al templo: «Para mí es importante la fe, porque soy creyente y porque este sitio es especial, me devuelve a momentos de mi infancia. Pero para ser campanero más que una cuestión religiosa lo que hay que tener es la alegría y las ganas», dice. De su mochila saca unos guantes y la cadena que engancha a cada uno de los dos badajos de la pareja de pequeñas campanas que coronan el lugar: «En la mochila eso es lo principal. También llevo unos alicates y cinta aislante por si hay que preparar el campanario, por ejemplo para quitar las verjas que se ponen para que no entren los pájaros, y unas sogas, porque en las campanas grandes se enganchan en el cigüeñal de volteo o en el yugo para girarlas. También vienen bien unos tapones para los oídos», describe riendo. Benítez se pone los guantes, engancha la cadena y, agarrado a ella, empieza a alternar los toques de una melodía alegre, que hace que pase de estar rígido y mover solo los brazos a empezar a bailar con sus pies: «Mi especialidad es el toque de fiesta, es lo que siempre he tocado», afirma. Pero también conoce otros tipos de toque. El pasado 2 de noviembre, por ejemplo, tocó en Montijo y La Garrovilla por los difuntos: «Es un toque muy lento, muy solemne. Antes, en los funerales se hacía hasta distinción sobre si era un hombre, una mujer o un niño. Luego tienes el toque de arrebato, que es el que se hacía para avisar de un incendio o reunir a la gente, que es un toque muy fuerte y muy rápido y con las dos campanas a la vez», detalla.

La primera vez que Benítez tocó unas campanas que no fueran las de San Bartolomé fue en agosto de 2021, en Navalvillar de Pela por las fiestas de San Roque: «A veces me llaman y muchas otras yo me ofrezco. Alguna vez me han preguntado si cobraba y yo les digo que no, que esto se hace por amor al arte. Diría que he empezado a ir pueblo por pueblo, y así también estamos haciendo el equipo de campaneros», narra. Un equipo del que él y algunos de sus miembros acompañaron también a la procesión de Santa Eulalia en Mérida la pasada semana: «Vamos varios porque son siete campanas, de las que seis se pueden tocar, y nos vamos rotando. Lo mínimo que pueden durar un toque son tres minutillos, pero en una procesión puede ser bastante más, tanto a la entrada como a la salida de la imagen», explica. 

Sobra decir que en ese equipo que toca por las localidades extremeñas en ocasiones especiales también hay representación femenina: «Tenemos una chica campanera que se llama María Eugenia Rivera, de Montehermoso, que es hermana de Gabriel, campanero también. La visión del campanero ha sido la de un hombre porque era un oficio, pero detrás siempre había una mujer. Porque cuando él se iba al huerto o al campo a trabajar, ¿quién tocaba las campanas?», dice. 

Benítez explica que la patrona de los campaneros es Santa Bárbara, una figura siempre relacionada con el ruido: «El 4 de diciembre, que es cuando se celebra, fui al Guijo a tocar», cuenta orgulloso. Él se define como un apasionado de las tradiciones y de enseñárselas a los niños, como modo de conservarlas. Lo hace junto a ‘Campaneros de Extremadura’, que tiene tanto página en Facebook como canal en Youtube. «Las redes sociales nos han ayudado tanto a ponernos en contacto entre nosotros como a dar a conocer esta tradición», dice. Unas nuevas tecnologías que vendrían a ser en cierto modo herederas informativas de lo que antaño suponía el toque de campanas: «Antes, cuando sonaban las campanas, todo el mundo del pueblo se tiraba a la calle `para saber qué pasaba». Pero el toque de campanas, por el momento, se ha probado mucho más directo y cercano que las noticias de internet. «Yo no creo que el toque manual esté en peligro de extinción. Ya no es un oficio como lo era antes, pero se sigue haciendo porque es algo único. Y para mí, ese toque de la campana es el sonido de la gloria», sentencia Benítez.

AL DETALLE: Algunos tipos de toque

  • Tocar al alba: marcaba el comienzo del día.
  • Tocar al Ángelus: una llamada a la oración.
  • Toque de arrebato: para avisar de un incendio o algún suceso que debiera reunir al pueblo.
  • Toque de difuntos: cuando había alguna muerte. Se podía hacer distinción por sexo y entre adultos y niños.
  • Toque de fiesta: en los días grandes de los pueblos, como las fiestas patronales.

Patrimonio Inmaterial de la Unesco

El toque manual de campanas español, una tradición extendida en todo el país, fue incluida el 30 de noviembre por la Unesco en su lista de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. El Comité del Patrimonio Inmaterial de la Unesco reunido en Rabat sumó esta práctica a su lista, un logro que el embajador de España ante este organismo, José Manuel Rodríguez Uribe, agradeció a las asociaciones de todo el territorio español que conservan esta tradición, algunos de cuyos miembros acudieron a la capital marroquí. «Representan -dijo el embajador- ese gran legado histórico que es el toque manual de campana, que han sabido mantenerlo en el tiempo, trasladarlo a los jóvenes. Es un ejemplo de memoria, de historia, de tradición y comunicación». Al escenario de la sala donde se reúne el comité subieron campaneros de Palencia, Albaida (Valencia), Utrera (Sevilla) y Zamora. Habló en primer lugar Javier García Fernández, en nombre de la asociación de protección del patrimonio Hispania Nostra, para recordar que desde 2017 lleva luchando por conseguir la protección de esta tradición.

En la candidatura también participó el extremeño José María Benítez, campanero de Alange, con una exposición el pasado 14 de noviembre sobre esta tradición ante el comité de la Unesco.

«No hay pueblo o aldea en España que no tenga un campanario desde el que se toquen las campanas», decía la candidatura española. «Es un lenguaje musical de comprensión universal, donde el campanero es fundamental para preservar la función de comunicación social de las campanas. La relación de entendimiento entre el campanero y la campana es imprescindible para salvaguardar esta práctica ancestral», añadía.

Los tonos de llamada, fácilmente comprensibles y reconocibles por las diferentes comunidades, han servido además para estructurar la vida cotidiana y para marcar eventos festivos e inusuales.

España destacó también que el toque manual de campanas existe en muchas culturas alrededor del mundo, por ejemplo en América Latina, donde todavía está viva. Pero añade que en el contexto europeo la realidad es muy diferente. «En España, la diversidad y el florecimiento actual del toque tradicional de campanas gracias al esfuerzo de las comunidades campaneras es un referente para Europa, contribuyendo a la diversidad cultural que nos enriquece mutuamente a todos».

Junto al toque de campanas manual, la UNESCO nombró también Patrimonio Inmaterial a la baguette francesa. EFE

Suscríbete para seguir leyendo