Pasar de veranos con una sequía extrema a otoños con lluvias torrenciales. Ha ocurrido en este año 2022 y las previsiones apuntan a que este tipo de episodios sean cada vez más frecuentes. «Cuando hablamos de cambio climático no lo debemos hacer en futuro, sino en presente, porque ya está aquí». Es la advertencia que lanza Carlos Garrón, miembro de Ecologistas en Acción en Extremadura. Y pone como prueba lo ocurrido en la provincia de Badajoz en los últimos 20 años: «Ha pasado a tener un clima árido en tres cuartas partes de su territorio», señala. Lo corrobora Sara Pizzinato, coordinadora de campañas de Energía, Clima y Movilidad de Greenpeace España: «En Extremadura yo destacaría un elemento que me parece icónico: el alcornoque y su dehesa. Con el cambio climático los espacios aptos en la región cada vez serán menores y a mediados de siglo quedará muy reducida», apunta. «Esto tendrá consecuencias en todo lo que está ligado a este ecosistema, tanto en el medio natural como en el social, que está en peligro», añade.
De pérdida de entornos emblemáticos también habla Garrón, quien señala que cultivos tradicionales como el viñedo en secano sufrirán el aumento de temperaturas con más grados en la uva y menor rendimiento en la producción: «Además, en otras zonas donde climáticamente hoy no se cultiva, como Alemania, se va a poder y eso va a suponer una competencia directa».
Preguntados Garrón y Pizzinato sobre el proyecto de regadío en Tierra de Barros, ambos lo ven como un error: «Aunque parezca una paradoja, a más regadío más desertificación», dice Garrón. «No tiene ningún sentido, menos para vid y olivo. Primero porque cada vez va a haber menos agua y segundo porque esa agua se tiene que usar para todos», sostiene Pizzinato. Por esta razón ambos apuestan por una agricultura ecológica y ligada a fijar la población del territorio.
Pero el nuevo escenario climático no solo tendrá incidencia en el sector primario sino que, subrayan, afectará a cada uno de los campos y pautas en los que nos movemos, desde incidir en el turismo hasta en la propia salud. Si las estimaciones de los estudios más recientes se confirman, a la región le depara convertirse en una tierra cada vez más extrema y más dura.
Estas son algunas de las previsiones extraídas de diversos informes elaborados por la Junta de Extremadura (Mapa del impacto climático en Extremadura), Greenpeace (El Ártico y los efectos del cambio climático en España y SOS Acuíferos: La grave situación de nuestras reservas de agua subterránea) y COAG (Impacto del cambio climático en la agricultura española).
1. AUMENTO DE LAS TEMPERATURAS
Las medias de las temperaturas máximas se podrían incrementar en la región entre 2,63 ºC y 3,62 ºC. Las medias de las máximas más cálidas se registrarían en las comarcas de Olivenza, Mérida y Alcántara, donde la temperatura oscilaría entre los 27 y los 28 grados en 2025. En ese año, la estación con el termómetro más alto sería Zarza la Mayor, con un valor de máximas medio situado en los 30,57 °C; en el año 2050, en Alcántara se estaría alrededor de los 31,54 °C.
Del mismo modo, se incrementarían las temperaturas medias mínimas. Así, para los años 2025 y 2050 estarían entre 1,8 y 2,59 grados por encima del periodo de referencia (1961-1990). Las únicas regiones que no seguirán este patrón de calentamiento y que verán incrementada la media de mínimas en sólo un grado serían los terrenos comprendidos entre Valencia de Alcántara y Albuquerque; también el interior de las comarcas de Jerez de los Caballeros, Badajoz y Tierra de Barros.
Otro efecto del calentamiento sería una mayor degradación de la cubierta vegetal y un aumento de la frecuencia de los incendios forestales.
2. REDUCCIÓN DE LAS LLUVIAS
Sequía. Esa palabra que ha estado omnipresente este verano probablemente se repetirá cada vez con más frecuencia. En 2025 se podría ya producir una ligera reducción en las precipitaciones anuales para el conjunto de la región, del orden de 50 mililitros menos (litros por metro cuadrado). Esta disminución será algo más intensa en el Valle del Jerte, donde se alcanzarán localizaciones con reducciones de hasta 100 mililitros.
En 2050 se prevé una importante disminución de las precipitaciones anuales en todo el territorio extremeño. Las habrá muy importantes, de hasta 350 mililitros, en las zonas más lluviosas --Valle del Jerte, Sierra de Gata, Peña de Francia y Santa Olalla--; y serán más suaves en las zonas con menores lluvias anuales en el periodo climático de referencia, esto es, las comarcas del centro y sureste, como Mérida, Tierra de Barros, Don Benito, Campiña Sur y La Serena. En estas zonas las rebajas de precipitación anual serán de unos 100 mililitros. Por otro lado, frente a esta reducción será más común la aparición de episodios de lluvias torrenciales, como los ocurridos en este mes de diciembre por la borrasca Efraín, que ha provocado riadas e inundaciones en diversos puntos del territorio extremeño.
En cuanto a los acuíferos, según Greenpeace, a día de hoy el 55% de la masa de agua subterránea del Guadiana está en mal estado debido fundamentalmente a las extracciones masivas realizadas, además de presentar mal estado químico en el 80%. La organización ecologista predice que en el Guadiana el 45% de las masas de agua seguirá en mal estado más allá de 2027.
3. DEHESA Y CULTIVOS EN RIESGO
El cambio climático aumentaría la competencia por unos menores recursos –agua y pastos— entre el propio ganado doméstico y la fauna silvestre. Por otro lado, el alcornoque es una especie con un futuro crítico en casi toda su área de distribución. La peor previsión virtual es la desaparición de las zonas adecuadas para este árbol en el suroeste de España, donde principalmente está presente hoy en día, perdiéndose a mediados de siglo de Extremadura, según recoge Greenpeace.
En el caso de otros cultivos importantes en la región, como la vid, Coag señala que el calentamiento de la atmósfera podría ocasionar alteraciones en la fenología (el ciclo biológico), lo que podría afectar al potencial de maduración de la uva y al rendimiento de la vid. Además, el aumento de la temperatura y de la aridez del clima podría llegar a perjudicar la elaboración de vinos de alta calidad. «Los efectos del cambio climático sobre la viticultura son ya perceptibles y muy variables, con mayores riesgos de heladas, menores períodos de maduración, estrés hídrico y cambios en patrones de plagas y enfermedades», apunta por su parte Greenpeace.
En cuanto al olivar, su rendimiento en la región podría caer entre un 15 y un 19%. Un aumento del número de pedriscos y de lluvias intensas incrementaría la erosión de sus suelos. El calentamiento climático también podría generar un aumento de las zonas de presencia de la mosca del olivo y de algunas subespecies Xyllela (mortal para el árbol) hacia el norte de la región.
4. NUEVAS ENFERMEDADES
Ya ocurre con el virus del Nilo y todo indica que podría pasar con otras enfermedades como la malaria o el dengue. A largo plazo, el nuevo escenario climático provocará la ampliación de las zonas en las que se mueven determinados mosquitos y patógenos portadores de enfermedades que hasta hoy no han aparecido en la región.
Además, las temperaturas más extremas son un detonante para una mortalidad mayor, tal y como ha ocurrido con las sucesivas olas de calor de este pasado verano que han sido señaladas como factores determinantes en la subida de la mortalidad en la comunidad. No solo por golpes de calor, sino también por el agravamiento de las patologías y el perjuicio para las personas con menos defensas, sobre todo ancianos y niños. En palabras de Sara Pizzinato, de Greenpeace, «el cambio climático no solo afecta a los ecosistemas más vulnerables sino también a las personas más vulnerables».