El Periódico Extremadura

Un salvavidas para el ictus

La unidad del hospital Universitario de Cáceres acaba de lograr la certificación de la Organización Europea de Ictus, que solo tienen ocho en España. Utiliza la telemedicina para lograr reducir los tiempos de atención a los pacientes, algo fundamental en la evolución de este tipo de enfermos, a los que se les monitoriza las 24 horas

Sira Rumbo
Facultativos, enfermeros y TCAEs posan con el diploma de la certificación europea, conseguido el 4 de enero.

Facultativos, enfermeros y TCAEs posan con el diploma de la certificación europea, conseguido el 4 de enero.

Hasta hace unos días Emiliano Arias (85 años) llevaba una vida normal. Residía en Acehuche (Cáceres) pero, tras el fallecimiento de su mujer, hace seis meses, decidió trasladarse a Cáceres, a casa de su única hija. Algunos fines de semana regresan al pueblo a desconectar. Este último, además, era visita obligada, puesto que Emiliano había quedado con un vendedor de leña para comprar y tener suficiente para la chimenea. Cuando llegó, se fue con él a ayudarle a colocarla. 

Al acabar estaba fatigado y le dijo a su hija que le dolían las cervicales. En cuestión de minutos empezó a fallarle una pierna, no contestaba a los estímulos, se le perdió la mirada y se le torció la boca. Ángeles Arias, su hija, se asustó. Pero supo reconocer los signos y enseguida llamó al 112. Estaba sufriendo un ictus. Cuando esto ocurre, se activa el protocolo (‘el código ictus’), con el objetivo de atender al paciente cuanto antes. Y así lo hizo el 112, que una vez estabilizó a Emiliano, lo trasladó al hospital de Coria. Su hija recordaba a este diario lo que les ocurrió en la puerta de la habitación 123 de la unidad de ictus del Hospital Universitario de Cáceres, donde derivaron a su padre desde Coria. La unidad acaba de lograr la certificación oficial de la Organización Europea de Ictus, que solo tienen otras ocho del país.

Las enfermeras chequean el estado de los pacientes.

Las enfermeras chequean el estado de los pacientes.

Lleva en funcionamiento desde 2007, aunque inicialmente estaba en el hospital San Pedro de Alcántara, donde se ubicaba el servicio de Neurología. Con la pandemia esta planta se trasladó al Universitario para hacer hueco a los pacientes de coronavirus. Y, una vez pasado lo peor de la crisis sanitaria, decidieron no regresar al antiguo hospital. Está formada por cinco habitaciones, cuyos pacientes están monitorizados y vigilados con cámaras las 24 horas desde el puesto de enfermería. Da cobertura a una población de 500.000 habitantes, casi la mitad de Extremadura, y durante estos 16 años han pasado por allí cerca de 7.000 pacientes porque hasta ella llegan los que sufren un ictus de toda la provincia de Cáceres y del área de Talarrubias que, a pesar de encontrarse en la provincia de Badajoz, está más cerca de Cáceres que de la capital pacense.

Este reconocimiento significa, en palabras del jefe de Neurología, Ignacio Casado, «haberles demostrado a los auditores que cumplimos con los estándares de cuidados de pacientes con un ictus. Esto implica que el paciente es atendido lo más rápido posible primero en urgencia hospitalaria. Y que después es trasladado a un hospital con capacidad para hacer fibrinólisis (tratamiento para deshacer el trombo que genera el ictus)». «Es un reconocimiento -puntualiza el coordinador de la unidad, el doctor Juan Carlos Portillo- a que la labor que hacemos es la que tenemos que hacer y además implica una exigencia y una motivación para seguir trabajando en esta línea». Permite asimismo ofrecer a los extremeños las mismas posibilidades: «Nos equilibra a cualquier otra unidad de ictus. Esto garantiza al paciente que va a recibir el mejor tratamiento posible por personal certificado. Nuestra actuación es igual que la unidad de ictus de Heidelberg (Alemania), por ejemplo» añade Casado. 

El ‘teleictus’

Una de las cosas que le ha permitido a esta unidad conseguir este certificado ha sido el uso de la telemedicina; en concreto, del «teleictus». Esto permite a los profesionales tratar desde Cáceres a cualquier persona que esté sufriendo esta dolencia y que haya sido derivada a alguno de los hospitales de la provincia donde no hay neurólogos (solo hay en la capital cacereña, las 24 horas, y en Plasencia, por las mañanas). El protocolo en estos casos implica que el facultativo de urgencias de ese centro hospitalario deba avisar a la unidad de ictus para que sus especialistas puedan atender al paciente a través de una videollamada, realizada por este ‘teleictus’. Esto les permite explorar a los enfermos mediante una cámara, ayudados, eso sí, por los médicos que se encuentran in situ en el hospital en el que está el ingresado. Esto les permite prescribirle un tratamiento para estabilizarlo en el menor tiempo posible para que pueda ser trasladado cuanto antes a la unidad.

El jefe de Neurología y el coordinador de la unidad.

El jefe de Neurología y el coordinador de la unidad.

Esto fue lo que hicieron también con Emiliano Arias, porque Coria, adonde le llevó el 112, carece de especialista en Neurología. Y es que el tiempo, en esta afectación, juega un papel imprescindible. Se considera, explican ambos expertos, que desde que uno empieza a tener los síntomas hasta que se le aplica el tratamiento, no debe pasar más de una hora, «la hora de oro», le llaman. 

«El ictus en un proceso tiempo-dependiente. El cerebro, en cuanto deja de recibir sangre, no es capaz de almacenar energía y empiezan a morir neuronas y las vías que conectan. Por eso, cuanto antes seas capaz de abrir el vaso que está obstruido y que está ocasionando esa dificultad que está teniendo la neurona de alimentarse, mejor será. Secuelas siempre va a haber porque a partir de los cinco minutos ya empieza a morirse tejido, pero no es lo mismo que muera un centímetro cúbico de tejido cerebral que 20 centímetros cúbicos», explica el doctor Casado.

Ángeles Arias. Su padre sufrió un ictus.

Ángeles Arias. Su padre sufrió un ictus.

El equipo de enfermería, liderado por Charo Galindo, tiene después un papel fundamental en la evolución del enfermo, cuyas primeras 48 horas son vitales. Les controlan las 24 horas y cada cuatro evalúan, mediante escalas neurológicas, si su estado es estable, empeora o mejora, para poder dar la voz de alarma al médico cuando se requiera. Les realizan un test de disfagia, para conocer cuál es su estado de deglución (si pueden o no comer normal), lo que evita que puedan sufrir neumonías por aspiraciones: «Nos aseguramos que tengan una ingesta segura», puntualiza Charo Galindo.

Rehabilitación desde el inicio

Los cuidados se extienden también a fisioterapia, terapia ocupacional y logopedia, que inician desde que ingresan, donde también les valora la trabajadora social, con el objeto de preparar toda la documentación para que, una vez que salgan del hospital, puedan comenzar la recuperación física cuanto antes.

Mientras tanto, también están las enfermeras, que potencian la «estimulación precoz». Para ello forman al familiar para que pueda ayudar al enfermo en esta rehabilitación una vez que salga de la unidad, hasta que pueda entrar en un centro. «Es una forma de asesorar al paciente y al familiar porque muchas veces no saben cómo ayudar y eso genera mucha ansiedad. Esto les hace partícipes de la recuperación, se les intenta orientar para que lo lleven lo mejor posible», explica Galindo.

Extremadura es una de las regiones españolas con mayor prevalencia de ictus: 120 casos por cada 100.000 habitantes (la media está en 80). Habitualmente es una enfermedad que padecen los mayores de 70 años, aunque cada vez es más frecuente en menores de 50 años. De hecho, tal y como incide el doctor Casado, en esta unidad uno de cada cuatro que ingresan tiene esa edad. «A mí muchas veces me da miedo entrar en la unidad porque tengo 63 años y los que están ingresados son más jóvenes que yo. Es una enfermedad de mayores pero cada vez hay más adultos jóvenes y son personas a las que les pega un mazazo la vida. Todo eso hace que estos pacientes tengan secuelas no solamente físicas sino también psicológicas como depresión, miedo, … Esto te da un palo y te sientes muy vulnerable», advierte.

La unidad ha conseguido que el 60% de sus pacientes logre ser independiente a los tres meses, tal y como pedía la Organización Europea de Ictus para 2020. Solo el 15% de los que pasan por ella fallece pasado ese periodo. El resto, continúa su vida pero con secuelas. Por eso son fundamentales también los cuidados posteriores. 

Es lo que espera ahora a Emiliano, que ya ha superado la fase aguda y se recupera en la planta (en Neurología). Le queda un largo camino por recorrer. Lo recuerda todo. De hecho, cuando se despertó, lo primero que preguntó a su hija es si le había pagado la leña al chico que se la vendió, pero tiene otras secuelas. «Él era autónomo y ahora no mueve un brazo y una pierna y tiene el habla afectada», comenta su hija. Llora por la frustración que siente cuando se da cuenta de que no puede comunicarse. Necesitará ahora mucha fisioterapia y logopedia para recuperar y normalizar su vida. 

SIGNOS DE ALARMA

Ocurre de manera brusca. Una persona pasa de estar bien a, en segundos, tener la sintomatología. Habitualmente cursa con trastorno en la expresión, en el entendimiento en el lenguaje o problemas para articular el habla. También debilidad en boca, brazo o pierna, episodios bruscos de inestabilidad, incapacidad para mantenerse en pie o problemas visuales bruscos.

¿QUÉ HACER?

La recomendación es avisar al 112 para permitir activar ese protocolo de ese código ictus, para que llegue a un hospital lo antes posible. La mayor parte del retraso que existe para aplicar los tratamientos son dos: Cuando ocurre durante las horas del sueño, porque el paciente no acude a urgencias hasta que se despierta. O cuando la persona no consulta porque no le da importancia a lo que está notando y espera a ver si se le pasa; y no solicita ayuda hasta que los síntomas son evidentes. Esto hace que se haya perdido una oportunidad de tratar.

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