De algo más de 21.000 hectáreas a solo 2.100. En ninguna otra región productora de arroz se sufrió el año pasado un descenso tan significativo en la superficie cultivada como en Extremadura. La mayor parte de parcelas destinadas a este herbáceo, del que la región ha venido siendo la segunda mayor productora del país tras Andalucía, no pudieron sacarse adelante a causa de las restricciones al riego motivadas por la sequía. Los últimos cálculos del Ministerio de Agricultura, a noviembre pasado, estimaban una producción extremeña en el entorno de las 13.500 toneladas, frente a las cerca de 153.000 de 2021, más de un 90% de descenso.
Todavía queda tiempo hasta que, en el plazo de algo más de dos meses, los arroceros tengan ya que decidir si vuelven a sembrar o no este año. En la Consejería de Agricultura indican que «la Junta no puede hacer estimaciones» sobre cómo ira la próxima campaña. «Todo dependerá de las lluvias antes de abril y, la última decisión, será de los propios agricultores y agricultoras», se asegura. Desde las cooperativas y las organizaciones agrarias se confía, por su parte, en recuperar la normalidad y se apunta también que la información que se les trasmite desde la Administración autonómica va en este mismo sentido.
La del agua no es en cualquier caso la única amenaza que afronta el sector arrocero, que también tiene que hacer frente a la desactivación de la cláusula de salvaguardia frente a las importaciones de Camboya y Myanmar y al alza generalizada de costes que padece el campo.
Hasta el año pasado Extremadura era la segunda mayor región productora de arroz en España
«A día de hoy no hay agua para regar el cien por cien de superficie», reconoce Félix Liviano, presidente de la Mesa del Arroz de Extremadura y de la sectorial de Arroz de Cooperativas Agro-alimentarias en la región que, no obstante, espera que la pluviometría acompañe en los próximos meses y que eso permita recuperar los números de 2021 o acercarse mucho a ellos. Además, arguye, mientras que el arrocero «no ha sembrado nada» en sus explotaciones, parte de la superficie que habitualmente se reserva a otros cultivos de regadío sí se ha sustituido por opciones de secano, lo que disminuirá las necesidades de agua y posibilitará en mayor medida la siembra de arroz. Sin embargo, precisa, la prioridad que se dio el año pasado a los cultivos permanentes a la hora de distribuir el agua «está haciendo que algunos agricultores estén reconvirtiendo ya las plantaciones arroceras en almendros u olivos», por lo que cree que la superficie de arrozales en la región ira tendiendo a descender a medio o largo plazo, buscando más rentabilidad pero también una «garantía» de riego.
«Las expectativas son que tengamos una campaña normal desde el punto de vista agronómico y de riego», señala también Ignacio Huertas, secretario general de UPA-UCE, quien, eso sí, incide en que habrá que ser «más cuidadosos» que nunca en la utilización que se haga del agua.
Sin agua para sembrar
La mayor parte de la superficie de arroz extremeña se concentra en la zona de riego del Canal de Orellana, en la que este año se restringió por completo el agua para este cultivo y para el maíz, con el fin de concentrar los recursos hídricos en frutales o en el tomate para industria. «La Administración nos dice que sí, que vamos a tener agua, pero los números, en estos momentos, no dan», señala Gabriel Hidalgo-Barquero, uno de estos regantes, que confía en «que las lluvias de primavera compensen lo que falta». Las 50 hectáreas que habitualmente siembra de arroz se tuvieron que quedar en barbecho en 2022. «Quedaron en compensar con 500 euros por hectárea al cultivo de arroz, porque en maíz permitieron al menos poner girasol, que luego fue un desastre, pero todavía no nos los han dado», añade. «Si nos dan agua sembraremos, porque con otro año sin sembrar perdemos muchísimo», incide.
A inicios de año se conoció un fallo del Tribunal General de la Unión Europea que anulaba los aranceles impuestos por la Comisión Europea (CE) a las importaciones de arroz originarias de Camboya y Birmania (Myanmar). La cláusula de salvaguardia había tenido tres años de vigencia (de 2019 al 2021) pero estaba planteándose de nuevo su aplicación.
«Desde el momento que se ha levantado ha habido un incremento de las importaciones de entre un 150% y un 200%», asegura Hidalgo-Barquero. «Para nosotros la normativa del arroz es muy exigente en herbicidas, plaguicidas, insecticidas… Es algo que tenemos asumido y nos parece bien, pero el problema es que en todos esos países no existen esas normas», arguye, lo que facilita que producir sea mucho más barato. «Hasta 2018 iban bajando las hectáreas de arroz año tras año porque no era rentable. Solo al poner el veto subieron los precios y el cultivo se mantuvo», apostilla.
En el Canal de Orellana los arroceros no pudieron sembrar nada por la sequía
«Se están importando producciones de arroz a las que no se les exige nada», critica Huertas. No solo de estos dos países, sino de otras que los utilizan como vía de acceso al mercado europeo pero con los que la UE no tiene «trato preferencial». «Están utilizando productos fitosanitarios que a nosotros se nos prohibieron hace muchos años o mano de obra en condiciones de semiesclavitud», lamenta el secretario general de UPA-UCE, para quien es necesario volver a reactivar este mecanismo si se quiere «mantener la producción europea» de arroz.
«Este año por suerte posiblemente reguemos y tengamos arroz pero el daño ya está hecho», esgrime Liviano. Además del descenso de la producción extremeña, en Andalucía también ha caído ostensiblemente (en dos años, la superficie ha pasado de 37.744 hectáreas a 12.695) por lo que se ha tenido que recurrir aún en mayor medida a los mercados exteriores para cubrir la demanda. «Los compradores llevan dos años saliendo fuera. Ese arroz que entra ocupa nuestro sitio, porque aquí no se ha producido.Es el temor que tenemos todos».
A su juicio, esa competencia puede derivar en una «reconversión» del sector, dando prioridad paulatinamente al arroz redondo (propio de la cuenca mediterránea, y un 30% de la producción extremeña actual), frente al largo, que también se cultiva en el sudeste asiático. Es precisamente en el redondo, explica, para el que este año se prevé un incremento «significativo» de los precios, ante la menor oferta, mientras que en el largo las importaciones harán que el alza sea más contenida.