curiosidades de Extremadura

¿Sabías que un pueblo extremeño trapicheó con los nazis? Te lo contamos

Hitler necesitaba mejorar su material de guerra y solo se conseguía con un mineral que existía en Extremadura en abundancia

Paisaje de Acebo.

Paisaje de Acebo. / Wikipedia

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi necesitaba un mineral del que carecía y que, debido al bloqueo de los aliados, no podía adquirir ni en América y ni en otras partes del mundo. Se trataba de un elemento imprescindible para la fabricación del blindaje de los carros de combate y para la producción de las cabezas de los proyectiles. Este componente, que multiplicaba el poder de penetración del armamento nazi, es uno de los metales con el punto de fusión más alto (3.422 grados) que, junto con su densidad, le convirtieron en imprescindible para uso militar y estratégico. Estamos hablando de wolframio o tungsteno.

Dadas estas características, el III Reich convirtió en indispensable la consecución de este metal. En aquella época, la excelente relación de Franco y Hitler situó a España como en el principal suministrador de Alemania, ya que, en ese momento, tanto Extremadura como Galicia contaban con un gran número de yacimientos. Además, la exportación de esta materia prima formó parte del pago de España a Alemania por la deuda contraída por la Guerra Civil Española, que se llegó a estimar en 212 millones.

El pueblo de Sierra de Gata

Y aquí vamos a desvelar qué pueblo extremeño trapicheó con de wolframio. Nos referimos a Acebo. Según la investigación de Jesús Carlos Rodríguez Arroyo (El comercio del wolframio entre 1949 y 1960 y sus efectos en Acebo), la peculiar formación geológica de la Sierra de Gata determinó la riqueza y variedad de los yacimientos mineros. "El wolframio existente en Acebo es fruto de dos yacimientos principales Hernán Pérez-Perales del Puerto y el de Navasfrías-Payo. Esta podría ser la explicación del motivo por el que los principales yacimientos de wolframio en Acebo se encuentran en Jálama, que coincide con el yacimiento de Navasfrías-Payo; y en la zona de Montechico, que coincide con el de Perales del Puerto-Hernán Pérez, y que abarcaría parte del territorio de Hoyos".

Por su parte, la profesora de la Universidad del País Vasco Rosa Arburua, en su obra Wolframio, contrabando entre dictadores, recoge testimonio en los que se detalla que se pagaban hasta 250 pesetas por kilo del codiciado mineral: "Me comentaron que las 250 pesetas del año 1940 podían equivaler hoy a unos 600 euros. En Acebo dicen que en 1943 les pagaban 106 pesetas por kilo. Fuera el precio que fuera, todos los testigos coinciden en que se tuvo la oportunidad de ganar mucho dinero".

La picaresca

Parece ser que, cuando los acebanos se percataron del interés de los nazis por el tungsteno, agudizaron la picaresca con la intención de engañar a los alemanes. De ahí, según la investigadora, la diferencia en el precio (250 y 106 pesetas/kilo). Comentan las malas lenguas, que los vecinos de Acebo trataron de vender a los teutones piedras y otros minerales que camuflaban para darles el aspecto del wolframio.

Tanto Jesús Carlos Rodríguez Arroyo como Rosa Arburua reconocen que la elevada demanda acarreó un incremento de la inseguridad en la zona (obligó a que la Guardia Civil abandonará San Martín de Trevejo y a instalarse en Acebo) y el contrabando de mineral y de explosivos. Pero también este dinero, que parece que caía a raudales, propició la emigración, además de la esquilmación de los yacimientos hasta agotarlos.

A mediados de los años 50 del siglo XX, las minas de wolframio de Sierra de Gata pasaron a la historia y ahora, en el XXI, se han convertido en un atractivo turístico más de la comarca. Se organizan rutas de senderismo en las que se incluyen la visita a alguna de esas oquedades.