La tecnología como aliado en la atención a las personas mayores

Teleasistencia: «Estoy en mi casa, vigilada y cuidada»

Más de 13.000 extremeños utilizan los dispositivos, que gestionan Sepad, diputaciones y ayuntamientos. La tecnología permite retrasar la institucionalización y vigilar su estado de salud, hábitos o accidentes

Manuela Chaves y Rufino Adame, en su casa de Jerez de los Caballeros, equipada con teleasistencia avanzada.

Manuela Chaves y Rufino Adame, en su casa de Jerez de los Caballeros, equipada con teleasistencia avanzada. / Lorenzo Cordero

«No se preocupe, su unidad está llamando para solicitar ayuda». En esta ocasión se trata sólo de una prueba; pero ese mensaje de voz que suena en un dispositivo del salón de Ana Martín Corchero sería el que emitiría si detecta un gesto brusco en la mujer, un golpe. El aparato que preside un mueble de la estancia está sincronizado con el dispositivo que lleva ella en la muñeca; y lo que interpreta es que ese gesto agitado puede estar motivado por una caída. La casa de Ana Martín, en Carmonita, está equipada con teleasistencia avanzada, un servicio destinado a cubrir necesidades y cuidados de personas mayores, enfermos crónicos o con discapacidad, favoreciendo su independencia. Eso incluye ese ‘reloj’ de muñeca para detectar posibles caídas, pero además hay otro sensor de humos en el salón, uno de dióxido de carbono en la estancia contigua, otro de movimiento en una zona habitual de paso y uno más de gases en la cocina. Todos están sincronizados con esa consola principal del salón y esta con el centro de control de Cruz Roja, que gestiona este servicio en Extremadura junto a otras empresas privadas.

El reloj de Ana Martín está en el suelo. Lo ha lanzado Juanjo González, técnico de Cruz Roja, para comprobar que funciona correctamente. «Va a emitir unas vibraciones tras caer, para intentar que el usuario reaccione», explica González. Como no hay respuesta, salta el mensaje de la consola principal y a continuación se activa una llamada al centro de gestión de Cruz Roja. Al otro lado del teléfono se aseguran de que la mujer está bien. Lo está. «Estamos haciendo una prueba», les explica el técnico. La misma escena se produce al hacer saltar el resto de sensores. 

Algunas precauciones de los usuarios

«Solo me lo quito para dormir o cuando salgo a la calle», dice Ana Martín sobre el dispositivo de muñeca. Es la indicación que le han dado. «Cuando están en la cama pueden pulsarlo sin querer, y cuando salen a la calle pierde la conexión con dispositivo principal que tiene un radio de 100 metros, con lo que pierde su función», argumenta el técnico mientras se lo vuelve a colocar.  

Tampoco sale ella mucho; tiene operadas las dos rodillas, artrosis y una hernia en la espalda que le limita mucho el movimiento. El próximo 31 de marzo cumple 80 años. Se ayuda de dos muletas para caminar o un andador en los peores días, y pasa la mayor parte de la jornada sola con la compañía de sus gatos Silvestre y Lolo. «No me aburro. Veo Facebook, Instagram y Tik-Tok, y hablo mucho con una de mis hijas que está en Estados Unidos», cuenta. Pero desenvolverse con las muletas no es fácil para las tareas del día a día y el pasado verano decidió pedir ayuda. «Me tengo que sentar varias veces mientras hago la cama, y me cuesta fregar o barrer porque voy con las muletas», explica. Eso fue lo que le contó a la trabajadora social del pueblo, que le ayudó a gestionar los trámites de la ley de dependencia, a través del Servicio Extremeño de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia (Sepad) de la Junta de Extremadura. Le han aprobado el primer grado de dependencia y la teleasistencia es uno de los servicios que incluye; el otro es la ayuda a domicilio, que también se la han concedido: «Pero me dicen que al menos hasta mayo no empezará. Como tarden mucho, o me he puesto mala o me he muerto, porque no puedo. ¡Con lo independiente que he sido yo!», lanza sentada en el sillón en el que pasa la mayor parte del tiempo. 

Independencia en entornos rurales

Ana Martín es uno de los 904 usuarios que tienen teleasistencia avanzada a través del Sepad. En total hay 13.300 usuarios de teleasistencia en Extremadura, que gestionan además del Sepad, las diputaciones (para las localidades de menos de 20.000 habitantes), los ayuntamientos y también Cruz Roja a través de contratos privados. Los usuarios del Sepad son los que tienen tramitada ya y aprobada la ley de dependencia, y son 4.723 en total: además de los 904 de la teleasistencia avanzada hay otros 3.819 con teleasistencia básica que gestiona la empresa DomusVi, y 115 usuarios de la teleasistencia de movilidad, que tiene un sistema de geolocalización en la calle y está destinada a las personas con deterioro cognitivo. 

Ana Martín, con Juanjo González y Carla González , de Cruz Roja, en su casa de Carmonita.

Ana Martín, con Juanjo González y Carla González , de Cruz Roja, en su casa de Carmonita. / Lorenzo Cordero

«Solo me quito el ‘reloj’ de la telasistencia para dormir o si salgo a la calle, que deja de funcionar»

Ana Martín

— Usuaria de teleasistencia en Carmonita

«Aunque no tengan problemas graves de salud, hay personas mayores que viven en zonas rurales y con una escasa red de servicios o de apoyo. Este servicio permite evitar en ellos una institucionalización temprana, que puedan mantener la independencia y con calidad de vida», dice Víctor Ruiz, jefe de la unidad que gestiona el servicio de teleasistencia desde el Sepad. La aención que ofrecen está en pleno proceso de cambio de la teleasistencia básica a la avanzada, que se pretende extender a más usuarios. «La previsión es que antes de junio haya 2.400 y 4.000 al final del año», dice Ruíz.

El resto de personas, más de 9.000, están al margen aún de la ley de dependencia (no reúnen los requisitos, no lo han tramitado o están haciéndolo), pero sí tienen necesidades de apoyo que atienden a través de otros servicios y convenios las diputaciones y los ayuntamientos. De ellos, 1.900 dependen de la Diputación de Cáceres y casi 2.900 de la Diputación de Badajoz; y en estos casos, todos los usuarios usan el servicio avanzado de teleasistencia, lo que supone no solo la red de dispositivos, sino también la posibilidad de desplazarse a otro domicilio (algunos pasan temporadas con sus hijos o en otra casa) y llevarse la consola principal y el dispositivo que va al cuello o en la muñeca, aunque deben comunicarlo. 

«Se trata de que puedan estar en sus casas el mayor tiempo posible, pero protegidos. Y nosotros podemos llegar a los municipios más pequeños y fijar población también con esto», dice Emilia Parejo, directora del área de Bienestar Social de la Diputación de Badajoz

Manuela Chaves muestra los sensores de humo y movimiento en su cocina, y el dispositivo que lleva en la muñeca.

Manuela Chaves muestra los sensores de humo y movimiento en su cocina, y el dispositivo que lleva en la muñeca. / Lorenzo Cordero

«Un mensaje me avisa para que me pese y me tome la tensión. Si ven algún problema, me llaman»

Manuela Chaves

— Usuaria de teleasistencia en Jerez de los caballeros

El resto de usuarios dependen de los ayuntamientos: son 550 en Badajoz, 561 en Cáceres, 275 en Mérida, 64 en Plasencia, 142 en Villanueva de la Serena y 102 en Almendralejo. «Todos estos usuarios suelen desembocar en la solicitud de los servicios de la ley de dependencia, que depende de la Consejería de Sanidad; pero lo normal es que antes acudan a los servicios municipales, que son más ágiles en la tramitación y les proporcionan también recursos como la ayuda a domicilio para que una persona les ayude con las tareas de casa. El trámite desde el ayuntamiento es más ágil», dice Catalina Alarcón, concejala de Concejala delegada de Servicios Sociales, Mayores y Vivienda en el Ayuntamiento de Mérida. 

Proceso de evaluación multidisciplinar

Son las trabajadoras sociales las que hacen la evaluación del usuario y determinan el tipo de dispositivo que requiere según el grado de dependencia, las patologías y el tipo de vivienda. El técnico determina después dónde y cómo se distribuyen esa red de dispositivos. 

«Yo lo que sé es que estoy en mi casa, pero bien vigilada y también cuidada», dice Manuela Chaves Torvisco, de Jerez de los Caballeros. 

Cada lunes, miércoles y viernes, salta un aviso de voz en la unidad central de su servicio de teleasistencia que le pide que vaya a pesarse y a tomarse la tensión. Es un mensaje automático programado por el técnico de Cruz Roja que el instaló el dispositivo para que salte a una hora en la que ella pueda llevar a cabo la tarea. Con eso tratan de controlar a distancia el peso y la presión arterial de la mujer, que suele descompensarse y le ha dado algún susto a la familia. «Voy y me subo a la báscula y luego coloco en la mesa el aparato (para medir la presión arterial) y me tomo la tensión», cuenta ella del procedimiento. 

«Hay mayores en zonas rurales y con una escasa red de servicios. Esto les permite independencia»

Víctor Ruíz

— Jefe de la unidad de teleasistencia del Sepad

«Los ayuntamientos somos el primer recurso y es el más ágil»

Catalina Alarcón

— Concejala de Servicios Sociales en Mérida

No tiene que anotar nada. Tanto la báscula como el tensiómetro están vinculados a esa unidad central que tiene en la salita en la que pasa la mayor parte del tiempo, y ésta, a su vez, al dispositivo que ella lleva en la muñeca. Si detectan alguna anomalía en los valores en el centro de control de Cruz Roja, la llaman por teléfono, y si hay realmente un problema, avisan a su centro de salud para que evalúe la patología. Hace unos días recibió una de esas llamadas porque los valores de la tensión eran bajos: «Estoy bien, no os preocupéis. Es que me acaban de cambiar la medicación y no me la he tomado aún», contestó. 

Además de los problemas de tensión, Manuela Chaves tiene algunas dificultades con la movilidad y pierde en ocasiones el equilibrio: «Es que tengo ya 85 años», dice ella entre risas. Sus dos hijos viven en el pueblo y uno de ellos a pocos metros de su casa, pero con los respectivos trabajos, Manuela Chaves y su marido, Rufino Adame (86 años) pasan la mayor parte del día solos. Por eso una de sus nueras comenzó a gestionar la teleasistencia, que ya tiene aprobada a través de la ley de dependencia, y la ayuda a domicilio, que también tiene dos horas y media a la semana en días alternos de momento. El pasado mes de diciembre le instalaron en casa, además de los dispositivos para controlar su salud, otros tres de movimiento en el pasillo y la cocina, uno de gas y otro en la puerta de la casa para vigilar si sale del domicilio. «Y sí que lo controlan», advierte y cuenta apostada junto a la puerta con su muleta: «¿Ves ese aparato que hay en la puerta?», dice señalando los sensores colocados en las dos hojas que tiene. «Pues me llamaron hace unos días: ¿Manuela, es que no estás saliendo a la calle?. Y les respondí: claro que sí, todos los días doy mi paseíto». «Pues entonces es que se ha estropeado ese sensor. Iremos a cambiarlo», le explicaron al otro lado del teléfono. 

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