Bethesta Sandoval quería da un giro a su vida, viajar y dejar atrás aquel difícil trabajo como psicóloga en un centro de menores de su gran ciudad, San Diego (al sur de California). «Veía las fotos de una amiga que estaba en España como auxiliar de conversación y siempre estaba alegre y contenta y dije: yo quiero hacer eso también». Y dicho y hecho. Al año siguiente se apuntó al programa del Ministerio de Educación para venir a España como auxiliares de conversación y se lo concedieron.
Lo que no esperaba ella es que su destino sería un pequeño pueblo extremeño, Bienvenida, y no Madrid, que fue su elección. «Cuando me lo dijeron empecé a buscar en Google, pero apenas encontraba nada de este pueblo, no sabía nada de Extremadura ni qué pensar». Reconoce que al principio fue un shock cambiar una ciudad tan diversa y grande como la suya, con más de 1,3 millones de habitantes, por un pequeño municipio de apenas 2.000 vecinos. «Nunca antes había vivido en un sitio con menos de 100.000 personas». Pero dice que rápido se dio cuenta de lo enriquecedor que fue el cambio: «Al principio me sentía tímida porque la mayoría de la gente no me entendía y yo apenas hablaba español, pero aquí todo el mundo es muy amable y todos intentaban hablarme y ayudarme desde el primer momento. ‘Si necesitas algo, me dices’, me decían. Era tan diferente a lo que conocía... pero me sentí muy segura y cómoda desde el primer momento».
Nativos para reforzar el inglés
Beth, como prefiere que la llamen, es una de los 121 auxiliares de conversación que viven en la región este curso. Seleccionados previamente por el Ministerio de Educación, trabajan en colegios e institutos extremeños que cuentan con al menos una sección bilingüe y también en las Escuelas Oficiales de Idiomas (EOI). Los auxiliares son recientes graduados o incluso estudiantes universitarios de último curso que ayudan a los maestros y profesores de Inglés a reforzar las destrezas orales del alumnado y a mejorar así la calidad de la enseñanza de lenguas extranjeras. Y de paso, promocionan también en las aulas el conocimiento de la cultura de su país.
La mayoría de los 121 auxiliares que trabajan este curso por toda la región proceden de Estados Unidos, como Beth, pero también los hay de Reino Unido, de Canadá, de Filipinas, Brasil, Australia, Francia, Portugal, Alemania e Italia. Aunque desde la Consejería de Educación reconocen que «no hay suficientes auxiliares para todos los centros de la región».
Y Beth, de 25 años, cree por su experiencia que son muy necesarios. «Cuando llegué al colegio de Bienvenida los niños me miraban raro, con cara de no entender nada lo que les decía, pero ahora ya podemos mantener conversaciones, me cuentan qué han hecho el fin de semana y hablan de una manera más fluida. Eso es gratificante. No sé por qué pero aquí en general la gente tiene vergüenza a hablar en inglés», reconoce.
En las clases en las que participa dice que incide mucho en la pronunciación de las palabras y en mantener conversaciones. «Aquí se aprende mucha gramática, pero cuando quieren hablar les cuesta muchísimo. Yo solo hablo inglés con los alumnos y así se tienen que esforzar. Además, creo que no son muy conscientes de la importancia que tiene aprender idiomas ahora de pequeños porque pueden aprenderlo muy rápido, aunque cuando hacen las cosas bien y les digo cosas positivas se alegran, se motivan más». Ella actualmente y hasta que termine mayo, en el colegio de Bienvenida trabaja con los alumnos desde primero a sexto de Primaria y en Zafra, en quinto y sexto curso de Primaria.
«Aquí se aprende mucha gramática, pero cuando quieren hablar les cuesta mucho», asegura
Y además de su trabajo matinal en estos dos colegios, desde el primer momento acudieron a ellas muchas familias para que impartiera clases particulares a sus hijos. «El primer año no paraba, daba clases de 16.30 a 20.30 todos los días, no sabía decir que no. Ahora sigo impartiendo porque es un ingreso extra que me permite pagar el alquiler del coche que tengo este año, si no es más difícil moverse, y luego poder viajar por España y Europa, pero menos que el primer año», señala. Ya ha visitado varios lugares de España y Portugal y también ha volado a Francia, Italia y Marruecos. «En Semana Santa voy a visitar Bilbao y San Sebastián».
«No quería cambiar de sitio»
A Beth le gustó tanto la experiencia extremeña que vivió por primera vez el curso pasado, que está repitiendo este año. Primero vivió en Bienvenida y este años me he mudado a Zafra. «Repetí porque me gustó mucho Extremadura, aquí la vida es muy tranquila, nada que ver con mi ciudad. Puedo pagar mi alquiler sin mucho estrés y formé una comunidad con mis compañeros y con otros auxiliares. Ya tenía amigas y en el trabajo me sentía muy bien, así que no quería cambiar de sitio».
Aquí dice que además ha aprendido a vivir sin estrés, a caminar sin prisas y se siente mucho más segura que en su ciudad. Pero lo que más admira de los extremeños es la vida familiar y un mantra que ya nunca olvidará: «Aquí se trabaja para vivir y no se vive para trabajar, eso me encanta. Hay calidad de vida que no existe en otros lugares y aunque soy extranjera, desde el primer momento me he sentido bienvenida».
En mayo termina el trabajo en ambos colegios y a finales de junio volverá a California, probablemente para estudiar un máster el próximo curso, pero no piensa olvidarse de Extremadura: «Seguiré viniendo porque además tengo un novio de Nogales», confiesa.