Le ha costado mucho (un proceso «turbulento», lo define ella) pero al final la extremeña Berta Domínguez (Badajoz, 1994) ha conseguido una plaza para formarse como Médico Interno Residente (MIR) en Madrid, después de que le negaran hacerlo en la especialidad que había elegido por nota, Medicina Familiar y Comunitaria en el Hospital 12 de Octubre, también en Madrid, por su discapacidad. Un accidente en una piscina la dejó tetrapléjica y está en silla de ruedas.
Llegó incluso a firmar el contrato pero el día en que iba a incorporarse la llamaron para comunicarle que el convenio quedaba roto porque no era apta para el puesto. Era ya la segunda vez que se veía obligada a renunciar a su sueño. Siempre quiso ser cirujana, como su padre, de quien le viene la afición por la medicina. La llevó a una operación cuando solo tenía 16 años y desde ese día supo que quería que su vida transcurriera en un quirófano. Su tetraplejia se lo impidió pero también le impidió ser médica de familia. Le aconsejaron entonces un cambio de especialidad. Pidió Psiquiatría, Radiodiagnóstico, Nefrología, Alergología y Medicina Nuclear, las que ella creía que podía ejercer y le gustaban. Pero no le aceptaron en ninguna porque estaban ya ocupadas. La única en la que se podía formar porque había plaza era en Medicina Preventiva.
Solicitó hacerlo en el Ramón y Cajal al estar más cerca de su casa pero ese puesto también estaba ocupado. Solo quedaba una vacante en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos. «Seguramente con mi nota podría haber elegido esa vacante (la del Ramón y Cajal) pero había puesto antes medicina de familia sin saber que por mi discapacidad no podía realizarla», se resigna. Consiguió incorporarse al puesto el 24 de julio, dos meses después de lo que tenía que haberlo hecho, pero por fin ha iniciado su formación.
«Al principio no sabía nada de esta especialidad pero está siendo toda una experiencia. Es bonita y abarca muchísimas cosas. No sabía que una especialidad sanitaria podía abarcar el tema de obras dentro del hospital o incluso brotes de enfermedades epidemiológicas de la comunidad», cuenta a este diario. Según explica, existe una red entre hospitales a través de la que se comparte toda la información de la comunidad de Madrid y que permite conocer qué está ocurriendo en cuanto a infecciones en todo el territorio.
Otro examen de salud laboral
Previamente a su incorporación también tuvo que someterse a un estudio de salud laboral, aunque en el Rey Juan Carlos fue todo mucho mejor. «No tuvo nada que ver. Me examinaron primero una enfermera y luego dos médicos, que me hicieron todo tipo de preguntas. El técnico de adaptaciones del hospital vino a medirme la silla, me preguntaron todas las necesidades que podía tener y me dijeron todas las adaptaciones que podía tener para esas necesidades. Se ofrecieron incluso a darme su contacto privado para que, si tenía cualquier duda, me pusiera en contacto con ellos», comenta.
Este examen se llevó a cabo el 17 de julio pero no se incorporó hasta el 24 porque el hospital quería asegurarse de que todos los puestos por los que iba a pasar estuvieran adaptados, para evitar que tuviera que volver a someterse a un examen cada vez que cambiara de ubicación. Y es que la formación en Medicina Preventiva es diferente al resto de especialidades: el primer año hay que estudiar un máster, el segundo consiste en una rotación hospitalaria y los dos últimos en rotaciones extrahospitalarias en servicios de salud pública.
«No me queda más veneno por escupir pero quiero seguir luchando para que no vuelva a ocurrir»
Ella está ahora en la segunda fase. Ha tenido que saltar de momento la primera porque está a la espera de encontrar una universidad en la que poder realizar el máster, ya que el edificio donde lo iba a estudiar en Madrid está en obras y no es accesible para personas con movilidad reducida (los años de formación se pueden intercambiar). Encontraron otro en Valencia, pero el Ministerio de Sanidad dice que la formación no es compatible. «No lo entiendo porque se supone que la formación en España como MIR está unificada y la formación de un médico que se forma en Valencia tendría que ser compatible con la del resto de médicos que se forman en otras comunidades autónomas. El máster de Valencia empieza en septiembre y estamos viendo cómo podemos solucionarlo», se queja.
Los problemas no cesan para esta MIR pero al menos en el hospital se lo han facilitado todo. Tiene una adaptación para el ratón del ordenador, que lo maneja con el joystick de su silla; otra para los clics del ratón; le han instalado una surface («una especie de Ipad») para que la doble pantalla del ordenador sea táctil y la pueda manejar también desde ahí además de con el ratón. Y cuenta asimismo con una mesa regulable en altura, lo que le permite adoptar diferentes posiciones. «Puedo estar con las piernas normales, cruzadas, subidas encima de una silla por si me baja la tensión, … Y la mesa se pone a la altura que yo quiera solo con clicar un botón, así no necesito a nadie para que me ayude a regularla», explica. También tiene ayuda para ir al baño y «mis compañeros me ayudan a la primera en todo lo que les pido», añade.
Su paso por el hospital no ha hecho más que refirmarla en que ella era apta para ejercer la medicina clínica. «Cuando me decían que no podía hacer una RCP (reanimación cardiopulmonar) yo les decía que tenía la capacidad de comunicación suficiente como para que, si alguien lo necesitaba, sugerirle a otra persona cómo hacerla. Aquí me ha pasado algo parecido, me han dado espasmos muy fuertes, clonus (aparición involuntaria de contracciones musculares repetitivas y rítmicas), se me ha bajado la tensión, … Y he sido completamente capaz de decirle a mis compañeros lo que tenían que hacer porque son situaciones que, aunque estén dentro de la medicina, un médico no está acostumbrado a vivirlas ni a resolverlas», subraya.
Por eso denuncia que «la formación del MIR es obsoleta» y que «debería ser más versátil». «No se trata de que, si no cumples todas las características, no eres apto para el puesto, sino que se debería ver qué es lo que puedes aportar más allá de lo que es ese programa formativo. En mi caso, desde mi punto de vista de paciente, podría aportar muchas cosas a una especialidad clínica y médica como es la medicina de familia, que trata a tantísimos pacientes en tantas situaciones diferentes», recrimina.
Su sueño no se le olvida
Su vida ha dado un vuelco. Sigue siendo sedentaria porque se pasa el día sobre una silla pero «estoy aprendiendo a ser más profesional y a tener más responsabilidades. Salvo los madrugones me está gustando mucho esta etapa», reconoce. No está siendo fácil pues los horarios son incompatibles con su rehabilitación, que ha dejado aparcada desde que comenzó a trabajar, lo que le está provocando problemas de hinchazón en las piernas, digestivos o de circulación.
Ha conseguido una plaza de médico pero aún así no ha sido su mejor año. «Todo eso ya lo tenía y me lo quitaron sin razón objetiva, eso no se me va de la cabeza y me sigue pasando factura», dice. Y siente impotencia porque su lucha no surtió efecto: «Esperaba más, que hubiera algún cambio, que alguien dijera algo. Y lo único que he visto ha sido una entrevista del ministro de sanidad diciendo que todos los derechos de los discapacitados estaban asegurados en el acceso al MIR. No estoy de acuerdo pero yo no puedo llegar tan alto», se lamenta.
Ahora no se siente con fuerza para seguir su lucha. «No me queda más veneno por escupir pero cuando me empiece a encontrar mejor y vuelva a tener esa chispa, tendré que seguir luchando», asegura. Su vida, dice, «nunca deja de tener baches»: «Lo único que puedo hacer es seguir amortiguando y manteniéndome en forma y con la cabeza muy fría para poder sortearlos y seguir adelante con la vida», sentencia.