25N: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer
«¿Se tienen que matar mis hijos para que me hagan caso?»
Más de 100 menores extremeños están en riesgo por violencia vicaria, el doble que hace dos años
Una madre cuenta a este periódico su caso y varios expertos analizan este tipo de maltrato

Una madre y su hijo en una concentración contra la violencia machista. / EFE

Hace una década que conoció al que sería el padre de sus dos hijos. Se quedó embarazada del primero a los pocos meses de comenzar la relación y a los dos años del segundo. Pronto comenzó el maltrato. Primero a ella, después a los críos. «Empezó con cosas como que cuando le pegaba en el culo al niño yo le decía que no me parecía bien que lo hiciera con tanta fuerza, además de gritos e insultos. Pero lo peor vino cuando me separé», cuenta a este periódico María, nombre ficticio asignado a esta extremeña que prefiere mantenerse en el anonimato por motivos de protección y porque aún sigue en el complicado proceso judicial para que sus niños no se vean en el calvario de estar con un progenitor que los maltrata: «Nunca se me habría pasado por la cabeza quitarle sus hijos a un padre. Mis propios padres se separaron, sé lo que es eso. Pero ya empiezas a ver cosas y sabes que no. Mis hijos vienen de estar con él con ansiedad, amedrentados, cohibidos. Cuando puedo hablar con ellos mientras están con el padre, cuando puedo porque a veces me ha tenido hasta cinco días sin saber nada de ellos, quedamos en que me dijeran una ‘palabra señal’ cuando no se encontraran bien, y últimamente la ‘palabra señal’ aparece siempre», dice.
Las vejaciones hacia ella y hacia sus hijos empiezan con la recogida de las criaturas, en las que el progenitor solía despreciarla hasta tal punto que ahora es una familiar de ella quien se encarga de ello: «Me insultaba, me enseñaba el dedo y, claro, luego mis niños me preguntaban que por qué papá me hacía eso. Pero es que a ellos también les insulta, los lleva en el coche sin ningún tipo de sistema de seguridad, vienen sin bañar, con los culos escocidos, los dientes sin limpiar… Ahora el padre se ha echado una nueva pareja y mis hijos los han visto desnudos en la cama. Se montan una fiesta en la casa y a ellos los dejan viendo el YouTube de mayores, el móvil sin ningún filtro», explica. Todos estos detalles se los cuentan los propios niños, que vuelven con su madre confundidos, y a ella le toca hacer el trabajo de reeducarles y hacerles saber qué está bien y qué no: «Mi hijo con 7 años ya ha visto vídeos porno en el móvil. Me dice que el abuelo les pega con el cinturón, que la pareja les dice que les va a pegar ‘dos hostias’, que les insultan si quieren ir al parque», narra. «Por eso yo me preguntaba que si los tratan así para qué se quería llevar a los niños, ahora entiendo que es para hacerme daño a mí».
«Yo me preguntaba para qué se quería llevar a los niños, ahora entiendo que es para hacerme daño»
Ante esta situación, María ha tomado la determinación de no volver a entregar a sus hijos y asume las consecuencias que su decisión pueda acarrear: «Todas estas situaciones se están reflejando en los niños, les perjudica en el colegio, a la hora de relacionarse. Y ellos no quieren irse con su padre, así que el próximo fin de semana me voy a negar a entregarlos y lo alegaré en el juzgado. Yo ya tengo un escrito de un psicólogo del SES que dice que estas visitas hay que cortarlas ya», afirma, a la vez que lamenta que se siente «desamparada» por la justicia: «Tanto que se habla y que dicen que hay que proteger al menor, no lo hacen, al contrario, actúan muy lento. Todas las personas que nos ven, los especialistas, los administrativos, se echan las manos a la cabeza, pero a mí al final lo que me dicen es que hay que cumplir la ley y me meten miedo, que si me van a poner una multa, que si voy a ir a la cárcel... Y el bienestar de mis hijos está primero».
María detalla que el padre de sus hijos arrastra problemas de consumo de drogas y que hace poco tuvo un golpe con el coche: «¿Qué hubiera pasado si estuviera con mis niños? Y cuando yo voy a contar esto me dicen que bueno, que no estaban con él en ese momento. ¿Se tienen que matar mis hijos para que me hagan caso?», deplora. A pesar de ello y de la batalla que sigue librando, afirma que separarse de él fue la mejor decisión que pudo tomar y da fuerza a otras mujeres para que rompan con el maltrato. «Es muy duro, son tantas cosas... Pero es lo que tenemos que hacer», expresa.
Hablan los expertos
La historia de María es, tal y como confirman las voces que trabajan día a día con estas mujeres y sus hijos, muy común. «La vicaria es un tipo de violencia que es mucho más habitual de lo que pensamos porque parece que solo sale a la luz cuando se llega a su situación más aberrante, que es el asesinato». Es la primera advertencia que hace Flor Fondón, presidenta de la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura (Adhex). Y los datos la avalan: según el último informe del Ministerio del Interior, publicado este pasado mes de octubre, son 125 los menores en situación de riesgo en Extremadura incluidos dentro del Sistema de seguimiento integral en los casos de Violencia de Género (Sistema VioGén), 67 de ellos se encuentran en la provincia de Cáceres y 58 en la de Badajoz. Estos números suponen el doble que hace dos años, cuando la cifra de menores rondaba los 60. Tal y como expone la publicación de Interior, el concepto de ‘menores en situación de riesgo’ se refiere a «aquellos casos en los que, tras la práctica de la valoración policial del riesgo a la víctima, conforme al vigente Protocolo (Instrucción 4/2019) y, existiendo menores a su cargo, se detecta una especial combinación de indicadores que apuntan a que la violencia ejercida por el agresor sobre la víctima podría extenderse a otras personas cercanas a esta, especialmente hacia los menores a su cargo». En la región hay ahora mismo 2.215 casos de violencia machista que requieren seguimiento policial. En al menos la mitad de ellos las mujeres tienen menores a su cargo. Cabe señalar que el VioGén recoge también a menores en situación de vulnerabilidad, de los que contabiliza 280 en la región, 172 en la provincia de Badajoz y 108 en la de Cáceres.
«De las 2.000 víctimas que tenemos, la mayoría tienen hijos. Esta es una forma más de violencia machista, enfocada en hacerle daño a la víctima, ya sea con sus hijos naturales o de otras relaciones. Lo observamos en los atestados que nos llegan tanto de la Policía como de la Guardia Civil, en muchos de ellos está presente la violencia sobre menores, ya sea de manera directa, con golpes y maltrato, o indirecta, porque los niños, aunque estén en otra habitación, van a escuchar las voces, los insultos, los malos modos hacia su madre», explica Carmen Fraire, jefa de la Unidad de Coordinación de Violencia sobre la Mujer en Extremadura.
«Es un modo de utilizar a los hijos para hacerle daño a la madre. La forma más usada es criticarla, hablar mal de ella», corrobora Gregorio Gómez, portavoz de la Asociación Alma contra la violencia de género en la que han tratado, sin embargo, casos más graves: «De estos progenitores, porque no les pongo el titulo de padres, hemos visto cosas como que uno de ellos le rapó el pelo al 1 a su niña, a la que le encantaba su melena, el maquillaje; otro le ponía a su hijo zapatos dos números más chicos... Utilizan a los niños para seguir machacándolas. No pagan los gastos de las extraescolares, no dan la autorización para las excursiones, a lo mejor en lugar de entregarlos el día 5 como les corresponden lo hacen el 6... Y todo esto en los juzgados no lo ven, no lo saben apreciar. Y no nos cansamos de decir que un maltratador no puede ser un buen padre», critica.
«Utilizan a los niños para seguir machacándolas (...) y esto los juzgados no lo saben apreciar»
Esta última frase también la repite Fondón, quien reniega de la idea «muy extendida» de que es diferente la relación que el hombre tenga con la madre a la que pueda tener con sus hijos: «Precisamente que les pueda pasar algo a sus niños es algo que frena muchas veces a las mujeres a denunciar. Estos menores sufren, de inicio, maltrato psicológico, porque ven cómo trata a su madre. Y lo que observamos además es que cuando los niños son de otra relación todavía es mucho peor, por el desprecio que les tienen», describe.
Fondón lamenta la instrumentalización que hacen estos hombres de los críos: «Ellos no se hacen cargo de los niños, pero sí los utilizan. Por ejemplo, para no pagar la manutención, porque al final las que se hacen cargo del cuidado son las abuelas», puntualiza.
«Ellos no se hacen cargo de los niños, pero sí los utilizan. Por ejemplo, para no pagar la manutención, porque al final las que se hacen cargo del cuidado son las abuelas»
«Las madres se enfrentan a un doble trabajo: educar y reeducar en lo que les diga el padre. Muchas veces no les cuidan pero les avasallan con regalos, con caprichos, y la madre, que es la que pone los límites, la que educa, es la mala. Aunque al final los niños y las niñas son muy listos», añade Gómez, quien subraya que de las mujeres que atiende su asociación «el 99% de ellas tienen hijos»: «Tuvimos un caso de una madre que ya tenía cita programada con el pediatra cada vez que sus hijos volvían de estar con el padre, por norma general, porque era un modo de tener herramientas para poder demostrar ese maltrato y abandono». Por esta misma razón, desde su organización piden que se les deje trabajar con estos menores: «Necesitamos la autorización de ambos progenitores y ellos, evidentemente, no nos la dan, y es esencial trabajar con estos niños, darles la atención que necesitan», subraya. «¿Qué van a aportar de bueno un padre maltratador a sus hijos?», insiste, al mismo tiempo que evidencia cómo estos hombres se convierten en personajes de dos caras, una en casa y otra de puertas para afuera: «Son como el Doctor Jekyll y Mister Hyde. Para su entorno son excelentes personas, cosa que cambia en el hogar. A mí me ha llegado a decir una señora que cómo su yerno iba a hacer eso. Y esta creencia también viene porque las víctimas previamente lo han estado justificando durante mucho tiempo, con lo que para el entorno es más difícil de creer, pero claro, es que estas mujeres necesitaban taparlos porque si no ya saben lo que les espera de vuelta a casa», explica.
Tanto Gómez como Fondón reclaman por esta razón más medios, más formación y más recursos, sobre todo en los juzgados, para que estas mujeres no se tengan que enfrentar también a un calvario judicial: «No hay recursos suficientes, ni para las madres ni para los niños. Si hay un policía para 80 mujeres, ¿qué seguimiento va a poder hacer?», reclama Gómez. «Nosotras creemos que falta aún mucha formación en la judicatura, en todos los estamentos», tercia Fondón.
«¿Hay más conciencia social? Sí. ¿Hay todavía mucho que hacer? También», responde por su parte Fraire. Ella ha sido inspectora de la Policía Nacional durante más de seis años y asegura que ha visto cómo se han incrementado las denuncias, la formación y cómo esta conciencia se ha integrado tanto en los profesionales como en el tejido social: «Tenemos cientos de mesas de Coordinación Policial al año, unas Oficinas de Igualdad repartidas por toda la región con personal muy preparado. Si me preguntan si los agentes están preparados la respuesta es un rotundo sí».
«¿Hay más conciencia social? Sí. ¿Hay todavía mucho que hacer? También»
Rural
Fraire reconoce sin embargo que aún existe la percepción de que la violencia machista pertenece al ámbito privado, pero afirma que esta va en retroceso: «Nosotros lo vemos y está en las estadísticas. Cada vez hay más llamadas de vecinos, quizás desde el anonimato, porque sobre todo en los pueblos no se quieren hacer ver, pero llaman».
El entorno rural puede suponer «una losa» para estas mujeres, en palabras de Gómez: «En el ámbito rural el qué dirán pesa mucho, por lo que se hace más difícil. Nosotros nos reunimos con el ministro Marlaska para pedirle que las mujeres pudieran denunciar en los centros de salud, en lugar de tener que ir al cuartel de la Guardia Civil. Si ella va al médico allí le atendería una psicóloga especializada y luego las fuerzas de seguridad le tomarían la denuncia. Pero no, tienen que ir al cuartel, que todo el pueblo vea a lo que van, porque al final todo se sabe. Por eso muchas mujeres nos han dicho muchas veces que llegan a la puerta del cuartel pero de ahí no pasan», señala Gómez. El portavoz de Alma recuerda que es en la España rural donde también suele ser más habitual la convivencia con otras personas, como dependientes, quienes también pueden ser víctimas de violencia vicaria. Lo confirma Fondón: «La violencia vicaria no es solo contra los hijos, también puede ser contra otros parientes, como por ejemplo, la madre, o incluso contra sus mascotas».
«Machacarlas constantemente». Es el resumen de esta violencia que usan los maltratadores para seguir dañando a sus víctimas a través de otros seres queridos, que se convierten en víctimas también. Tanto desde Adhex como en Alma insisten en la importancia de romper con la espiral de violencia y abren sus puertas a todas las mujeres que necesiten ayuda o asesoramiento: «No es necesario que hayan denunciado. Estamos a su disposición para lo que necesiten», sentencia Gómez.
Cabe recordar que las víctimas de violencia machista pueden acceder a los recursos a su disposición sin necesidad de haber interpuesto denuncia, como una forma de apoyo y atención previa al paso, siempre complicado, de acusar de maltrato a una pareja o expareja.
Menores atendidos en la región
Según datos facilitados por la Secretaría de Igualdad y Conciliación de la Junta de Extremadura a este periódico, en lo que va de año han sido atendidos 38 menores en la Casa de la Mujer de Cáceres --más 54 mujeres-- y 28 en la de Badajoz --junto a otras 54 mujeres--. El año pasado fueron 38 menores y 54 mujeres en la Casa de Cáceres y 22 menores y 42 mujeres en la de Badajoz. En 2021 fueron 39 los menores y 59 las mujeres en el centro de la capital cacereña y 10 los menores y 21 las mujeres en el de la pacense. Los datos muestran un claro incremento en apenas dos años.
La Memoria del Instituto de la Mujer de Extremadura (IMEX) 2022 recoge que el servicio de atención a menores víctimas de violencia de género atendió este pasado año a 89 niños en Badajoz, 117 en Cáceres y 22 en Mérida más 19 en el Proyecto Pilar --un servicio de atención psicológica de emergencia. Por edades, el intervalo de edad en el que más menores fueron atendidos es el que comprende entre los 7 y los 14 años (un 64,7%).
El 016 atiende a las víctimas de todas las violencias contra las mujeres. Es un teléfono gratuito y confidencial que presta servicio en 53 idiomas y no deja rastro en la factura. También se ofrece información a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y asesoramiento y atención psicosocial mediante el número de Whatsapp 600 000 016. Además, los menores pueden dirigirse al teléfono de ANAR 900 20 20 10. Todos los recursos contra la violencia de género.
También puedes llamar a la Policía Nacional (091), a la Policía Local (092) y a la Guardia Civil (062)
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