Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Cuando el agua se llevó a más de 70 vidas en el mayor accidente laboral que ha conocido Extremadura

En su efeméride, los descendientes de la tragedia del Salto de Torrejón siguen clamando memoria

Presa Saltos de Torrejón

Presa Saltos de Torrejón / Archivo

En las últimas semanas, Extremadura ha sido testigo de una dolorosa realidad: hasta cuatro personas han perdido la vida en accidentes laborales evidenciando que a pesar de las medidas de seguridad en el trabajo, sigue siendo una asignatura pendiente en la región. Pronto se cumplirán sesenta años del mayor accidente laboral que ha conocido esta tierra y toda España.

Un plan ambicioso

El Parque Nacional de Monfragüe, ubicado en Extremadura, es uno de los enclaves naturales más emblemáticos de España. Famoso por su biodiversidad y sus paisajes imponentes, este paraíso de encinas y alcornoques alberga una historia oscura que muchos desconocen: la tragedia de Saltos de Torrejón, el mayor accidente laboral de la historia del país.

El 22 de octubre de 1965, más de setenta trabajadores perdieron la vida en un accidente en las obras de la presa de Torrejón, una instalación hidroeléctrica construida para aprovechar los caudales de los ríos Tajo y Tiétar. Este proyecto formaba parte de un ambicioso plan del gobierno franquista para desarrollar la energía hidráulica en España. Extremadura sería el escenario elegido para llevar a cabo la construcción de tres grandes presas: Valdecañas (1964), Salto de Torrejón (1967) y Alcántara (1969), además de los embalses de Gabriel y Galán y Valdeobispo.

Durante los ocho años que dura la obra, más de 4.000 obreros, en su mayoría vecinos de Malpartida de Plasencia, Torrejón, Serradilla, Jaraicejo o Arroyo de la Luz,  trabajaron bajo condiciones extremas, en jornadas de doce horas diarias sin derecho a vacaciones, en un entorno donde la estratificación social y laboral era evidente, llegando a crear poblados donde residían más de 2.000 personas en condiciones paupérrimas. La construcción fue un hito de ingeniería, pero también fue un claro reflejo de la explotación y la desigualdad.

El fatídico 22 de octubre

La tragedia ocurrió cincuenta y nueve años atrás, cuando tras semanas de intensas lluvias, los responsables de la presa decidieron abrir los aliviaderos para controlar el nivel del agua. Sin embargo, la ataguía que debía contener el flujo de agua, no fue construida correctamente y el empuje del agua la rompió cuando aún muchos trabajadores se encontraban arreglando el cauce para su apertura. Al romperse, liberó una inmensa cantidad de agua que arrastró a cientos de trabajadores, el caos fue absoluto. Decenas de cuerpos fueron arrastrados por la corriente, y la magnitud del desastre quedó patente cuando los equipos de rescate comenzaron a recuperar los cadáveres.

Un tupido velo para olvidar

El régimen franquista, temeroso de que la tragedia se convirtiera en un escándalo internacional, optó por minimizar los hechos. Los medios de comunicación informaron de "un muerto y varios heridos", cuando la realidad era mucho más devastadora. A pesar de los testimonios que apuntaban a una evidente negligencia en la construcción de la presa, las investigaciones judiciales no prosperaron. En 1970, el caso fue sobreseído sin que se llegara a juzgar a los responsables.

El silencio oficial y la falta de justicia envolvieron la tragedia en una oscura nube de olvido. Las familias de las víctimas recibieron compensaciones mínimas y tuvieron que firmar documentos en los que renunciaban a cualquier futura reclamación. La ausencia de un juicio y la escasa indemnización ofrecida a las familias solo acrecentaron el dolor y la indignación de los afectados.

Así contó la tragedia de Torrejón el Rubio el Periódico Extremadura

Así contó la tragedia de Torrejón el Rubio el Periódico Extremadura

Un monolito escondido en memoria de las víctimas

A día de hoy, el único monumento que recuerda a las víctimas es un pequeño monolito, erigido en 2016 por iniciativa de "Los Niños del Salto", una organización de familiares y descendientes de los trabajadores. Este modesto homenaje, que apenas se encuentra señalado con una pintada con spray en las traseras de una señal de tráfico, contrasta con la falta de reconocimiento oficial de la tragedia, un hecho que sigue resonando entre las comunidades de la región.

La presa de Torrejón entró en funcionamiento en 1967, pero nunca fue inaugurada oficialmente. Las consecuencias del accidente fueron, sin embargo, mucho más profundas. La tragedia de los Saltos de Torrejón es un episodio trágico que simboliza la explotación laboral y la impunidad que caracterizó a muchas de las grandes obras públicas durante la dictadura franquista.

Hoy, Monfragüe sigue siendo un símbolo de la belleza natural de Extremadura, pero en sus entrañas guarda el recuerdo de una tragedia que, medio siglo después, aún espera justicia.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents