El avance de un cultivo
La fiebre del oro (líquido) lleva al olivar de regadío a crecer un 66% en Extremadura en 10 años
El auge de la demanda mundial de aceite de oliva ha impulsado los cultivos intensivos de este árbol, los más eficientes y productivos
La superficie en riego ha pasado de unas 43.400 hectáreas en 2014 a rozar las 77.000 en 2024
El incremento de precios de anteriores campañas (esta se han desplomado) reforzó la tendencia

Una máquina recoge aceitunas en un olivar cultivado en intensivo. / El Periódico
La consideración del aceite de oliva como la grasa más saludable y la divulgación de sus cualidades organolépticas lo han convertido en un producto cada vez más conocido fuera de los países mediterráneos donde tradicionalmente se ha elaborado y donde ha formado una parte básica de la dieta desde hace siglos. El Consejo Oleícola Internacional (COI) recordó en su informe estadístico de inicios de este año que desde la campaña 1990/1991 la demanda internacional de ‘oro líquido’ casi se ha duplicado. Para la de este año, pronosticó un alza del consumo mundial de un 10%.
La necesidad de cubrir este aumento del consumo ha hecho que a su vez se dispare el interés por las plantaciones de olivar, y dentro de estas, muy especialmente por las intensivas y superintensivas, las más eficientes y productivas. Es la extensión de estos sistemas de cultivo la que está detrás en buena medida del incremento de la superficie extremeña de olivar puesta en regadío, que se ha disparado en la última década. Desde 2014 se ha ampliado un 66%, hasta rondar las 77.000 hectáreas.
Teniendo en cuenta solo los dos años más recientes (entre 2022 y 2024) ha habido una ganancia de más de diez mil hectáreas. Un fenómeno que ha coincidido con un periodo en el que la cotización del aceite tocó techo por diversos factores, que van desde la crisis energética y el incremento del coste de las materias primas hasta el importante desajuste que se generó entre oferta y demanda a causa de varias malas campañas. Esos niveles récord quedan ya lejos después de que los precios se hayan desplomado en los últimos meses y los olivareros vuelvan a hablar de precios ruinosos. Al menos para el sistema tradicional, porque los de alto rendimiento siguen siendo rentables en estos escenarios.
Frente al ‘clásico’, que tarda décadas en alcanzar su productividad óptima, estas plantaciones en alta densidad lo hacen en unos pocos años. En tres ya se puede esperar de estos árboles una carga de fruto suficiente como para obtener rentabilidad.
Pero la precocidad no es su único atractivo. José Miguel Coleto, catedrático de Producción Vegetal de la Universidad de Extremadura (UEx) incide en otros dos: en primer lugar, en que con este sistema se «asegura la producción», haciéndola más independiente de los azares climatológicos que castigan al secano; en segundo, «que resuelve uno de los problemas más importantes que tiene el olivar, que es el empleo de la mano de obra, porque todas estas plantaciones intensivas y superintensivas» utilizan sistemas de «mecanización avanzada».
A estas dos ventajas, suma un tercer factor que los ha impulsado: la «irrupción» en el mercado de los fondos de inversión. «El olivar superintensivo ofrece una rentabilidad que, si lo medimos en la tasa interna de rendimiento, está entre el 6% y el 9%», sostiene. Además, agrega, «es una inversión segura porque la tierra siempre vale», lo que les deja abierta una puerta «por si tuvieran que deshacer inversiones».

Máquina en plena recogida de aceitunas. / El Periódico
Para comparar con posibles alternativas de inversión a largo plazo, este experto cita las Obligaciones del Estado a 30 años, que «están ahora en el tres y pico por ciento». Y con los olivos estos fondos no solo obtienen más rentabilidad, también se alcanza «diversificando sus inversiones». Y si bien el sector frutícola podría ser otra posibilidad dentro del ámbito primario para optimizar el dinero, «la fruta está muy condicionada por la necesidad de mano de obra: necesita mucha, pero la que hay es escasa y cara», aclara. La misma razón por la que estos inversores sí están entrando, aunque en menor grado, en otros cultivos como el almendro, el pistacho o el nogal: «Todo lo que sea mecanizable».
Perfil de explotaciones
Lo que buscan habitualmente estos grandes patrimonios son fincas con una extensión significativa (de más de 100 hectáreas), que tengan agua, estén bien comunicadas y que sean llanas para poder mecanizar. Aparte de la mecanización, su músculo económico es el otro factor «vital» que les hace posible optimizar la inversión, ya que no tienen que recurrir al crédito. Así que para ellos (o para particulares que tengan excedentes empresariales, precisa Coleto), «es fácil» que los costes de recolección por kilo de aceituna sean la mitad de los de un olivar tradicional y lo que permite seguir obteniendo rentabilidad incluso en coyunturas como la actual en la que los precios se han venido abajo.
Entre 2014 y 2024, la superficie de olivos puestos en riego en Extremadura ha pasado de unas 43.400 hectáreas a rozar las 77.000. De las 76.926 que en concreto se contabilizaban el año pasado, la mayor parte eran para aceituna de almazara (55.298), aunque también hay una cifra significativa de olivos con doble aptitud (que vale también para aderezo), con 15.011. Estas últimas, hace diez años no aparecían en las estadísticas. En cuanto a las destinadas únicamente a aceituna de mesa, son 6.617, también con un incremento significativo desde las 1.107 de 2014. Por provincias, están radicados fundamentalmente en la de Badajoz, con 69.894 hectáreas con sistemas de riego, por 7.032 en la de Cáceres.
Salidas para el tradicional
Sea como fuere, el de secano sigue siendo con mucha diferencia el olivar que ocupa mayor superficie en Extremadura (223.642 hectáreas en 2024). ¿Cómo competir con los bajos costes de los superintensivos cuando el mercado marca precios de derribo? A producciones como las de Monterrubio o Gata, vaticina este experto de la UEx, no les quedará otra que «conquistar mercados por la vía de la calidad», vendiendo sus aceites más caros en virtud de la «singularidad de sus variedades» o «del territorio» en el que se producen, algo que, recuerda, ya lo hacen los italianos «desde hace mucho tiempo».
Por otro lado, este avance de las producciones intensivas de aceituna ha sustituido también en parte a cultivos como el maíz y otros «que tienen una gran volatilidad de precios, que dependen mucho de los mercados internacionales. Cuando vas a sembrar maíz uno nunca sabe a qué precio va a venderlo», arguye Coleto. Los campos de esta gramínea han caído en este decenio de 70.544 hectáreas regadas a 27.426 en la región. «Ante esa inseguridad, se van a lo que incluso con precios bajos es rentable, que es el olivar superintensivo», remacha.
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