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En memoria

El mayor accidente laboral en la historia del país, una tragedia que conmocionó a Extremadura

Han pasado 60 años de la catástrofe de la presa de Torrejón el Rubio. Oficialmente hubo 54 obreros muertos, aunque su número se desconoce con exactitud

Así quedo el encofrado en una galería donde estaban realizando su tarea numerosos empleados.

Así quedo el encofrado en una galería donde estaban realizando su tarea numerosos empleados. / Centro de Documentación Parque Nacional de Monfragüe

Pablo Pujadas Álvarez

Pablo Pujadas Álvarez

En los anales de la Historia de la Ingeniería Española de Obras Hidráulicas figuran no sólo páginas gloriosas, sino también algunas hojas teñidas de negro. Se refieren estas últimas a luctuosos sucesos debidos a desgraciados accidentes que en dichas construcciones tuvieron lugar y que propiciaron nefastas consecuencias tanto para las personas como para los bienes y el entorno.

Aunque es cierto que los logros de la ingeniería ante retos cada vez más exigentes son realmente sorprendentes y palmarios, también lo es que el precio que ha habido que pagar en determinadas ocasiones ha sido demasiado alto. En este sentido, y por poner solo algunos ejemplos, cabría citar casos realmente estremecedores como los de Ribadelago, en Zamora, con 144 fallecidos por el colapso de la presa de Vega de Tera, en 1959; o la pantanada de Tous, debida a la rotura de la presa del mismo nombre, que causó 40 fallecidos y dejó sin hogar a miles de personas, en 1982; o las 60 vidas segadas durante las obras de la colosal presa de Aldeadávila, en las incomparables Arribes del Duero, cerca de la frontera con Portugal, en la provincia de Salamanca.

Cifras aún en el aire

Afortunadamente, el calendario actúa como despertador de nuestra frágil memoria y en estos días nos recuerda puntualmente un caso del que se cumplen 6 décadas y que aconteció en nuestro ámbito geográfico más cercano. Nos referimos al terrible suceso acaecido en la presa de Torrejón el Rubio, que tuvo lugar el año 1965. En este gravísimo accidente laboral se reconocieron oficialmente 54 cadáveres y 10 más de accidentes anteriores en la misma obra, pero en realidad se desconoce con exactitud el número de fallecidos, ya que muchos desaparecieron aguas abajo.

Los obreros buscan a sus compañeros desaparecidos.

Los obreros buscan a sus compañeros desaparecidos. / Centro de Documentación Parque Nacional de Monfragüe

Hoy, algunos cifran en más de 100 el número de personas que perdieron la vida. Además, el régimen franquista del momento, lejos de ser transparente, procuró envolver el accidente en el silencio minimizando sus consecuencias. El informativo oficial del régimen, NO-DO, dedicó menos de un minuto a la noticia. Algunos periódicos hablaron más de la importancia de la obra de ingeniería que se estaba llevando a cabo que de los obreros que perdieron la vida en ella. No pasemos por alto que la catástrofe de Ribadelago estaba reciente en el tiempo y, por ende, presente en la memoria colectiva, de modo que el régimen no estaba dispuesto a pasar de nuevo por tamaño escándalo, no solo a nivel nacional, también internacional.

Entre 4.000 y 5.000 obreros

En el lugar de los hechos, en el mismo corazón de lo que hoy es el Parque Nacional de Monfragüe, se estaban levantando desde 1959 dos impresionante presas, apenas separadas por 50 metros y que podemos situar a unos 3 km aguas arriba de la confluencia de las corrientes fluviales del Tajo y el Tiétar: la presa de Torrejón-Tajo y la de Torrejón-Tiétar. Ambas fueron proyectadas por los ingenieros Manuel Castillo Rubio y Diego Martínez Boudes. La construcción corrió a cargo de la empresa Agromán.

La importancia del proyecto se puede intuir si pensamos que se estima que trabajaban en esas dos infraestructuras entre 4.000 y 5.000 obreros, muchos de los cuales procedían de los pueblecitos de alrededor. Su jornada laboral alcanzaba las doce horas y prácticamente no tenían derecho a vacaciones. Se trabajaba en dos turnos, de día y de noche que se cambiaban todas las semanas. Los sueldos de los obreros, según declaraciones de los protagonistas, eran bastante dignos y podían alcanzar las 3.000 o 4.000 pesetas, dependiendo de la categoría, que para la época no estaba nada mal. Además, aceptar ese trabajo garantizaba un sueldo mensual fijo durante todo el año y un seguro médico.

Los dos poblados

Para solucionar el problema del alojamiento se crearon dos poblados. Uno de ellos, el llamado Poblado de Abajo, constituido por tres filas de casas, albergaba a unas 150 familias de obreros, peones y personal no cualificado en general. Las viviendas eran iguales para todos. Disponían de luz y agua corriente, cocina/comedor, aseo… En el otro, el Poblado Alto, residían los jefes de obra, personal de plantilla de la Hidroeléctrica, topógrafos, delineantes, oficinistas, médicos, etc.

Las instalaciones se completaban con escuela, iglesia, economato, comedor, cantina, estanco, cuartelillo de la Benemérita, un cine, baile, un pequeño hospital e incluso servicio de autobús a Plasencia. La escuela era única para los niños de los dos poblados y aportaba gratuitamente el material escolar necesario para el aprendizaje. Estaba bien equipada, con gimnasio cubierto y canchas de balonmano y baloncesto. No son pocos los niños del Salto que han hablado posteriormente de una estancia feliz en este lugar. En el complejo también había barracones para solteros. En un barracón podían alojarse hasta 60 personas. Algunos peones que no tenían derecho a vivienda construyeron ‘chozos’ cerca del poblado. El resto venían en autocares desde los pueblos.

Un proyecto referente en Europa

Las obras duraron ocho años pero el trágico accidente tuvo lugar un año antes de la finalización.

La presa de Torrejón-Tajo (la protagonista de nuestra triste historia) se levanta sobre el cauce del río Tajo en los términos municipales de Toril y de Torrejón el Rubio, en la provincia de Cáceres. Es una presa de gravedad, de hormigón, con 62 m de altura sobre cimientos y 300 m de longitud de coronación. La capacidad de su desagüe alcanza los 200 m3/s y dispone de un aliviadero regulado por un sistema de compuertas con suficiencia para 5.600 m3/s. El embalse a que da lugar ocupa 1.041 hectáreas y tiene una capacidad de 188 hm3.

La presa de Torrejón-Tiétar está ubicada sobre el cauce del río Tiétar, en los términos municipales de Toril y Serradilla, en la provincia de Cáceres. También es del tipo gravedad, de hormigón, y presenta una altura sobre cimientos de 34 m. Su coronación alcanza los 227 m de longitud. Dispone de un desagüe con una capacidad de 1.300 m3/s y un aliviadero regulado por compuertas capaz de desalojar 3.000m3/s. El volumen del depósito a que da lugar alcanza los 18 hm3 y ocupa una superficie de 219 hectáreas.

En este mismo territorio entrega el Tiétar el tributo de sus aguas al río Tajo, cerca de la cacereña localidad de Villarreal de San Carlos, en la cola del Embalse de Alcántara, debajo del Embalsede Torrejón-Tajo. Un atractivo enclave de gran riqueza natural y valor paisajístico.

El túnel

El proyecto de estas dos presas contemplaba la excavación de un túnel de 16 m de ancho que permitiría el trasvase recíproco de agua entre el Tajo y el Tiétar, y que haría posible la existencia de una única central hidroeléctrica para ambas presas. Constituía un proyecto de gran calado para la época y un referente para la ingeniería en Europa.

El citado túnel se adueñó de todo el protagonismo a las 9 horas y 20 minutos de la mañana del viernes día 22 de octubre de 1965, para convertirse en el lúgubre y aciago escenario de la mayor tragedia laboral del país. Durante los días anteriores se habían producido abundantes precipitaciones, lo que fue aprovechado para incrementar el nivel del agua embalsada que se situó a solo 83 cm de su nivel máximo. La intención era probar el aliviadero, lo que prometía convertirse en todo un espectáculo en forma de ‘cascada de espuma’. Sin embargo, las ataguías de una de las compuertas que estaban tapando la salida de la presa del Tajo al túnel no resistieron la presión y, fatídicamente, cedieron. Las temidas sirenas de alarma comenzaron a rugir. El anuncio de una grave y fatal emergencia se hacía presente en todos los rostros. A todos se les encogió el alma y fueron presa de un profundo estremecimiento que presagiaba lo peor.

Evacuados de urgencia

Los dos poblados que se habían creado para el alojamiento tuvieron que ser evacuados. El Poblado de Abajo, situado aguas abajo de la presa y junto al cauce del río, ya había sido motivo de preocupación e inquietud anteriormente entre los obreros y sus familias debido a su temeraria ubicación. El agua, desbocada y enfurecida, se precipitó en tromba por el túnel con una fuerza inusitada y arrasó con todo a su paso. 50 obreros se hallaban en ese momento trabajando en el túnel y canales adyacentes y hasta 400 más realizaban diferentes tareas en el cauce seco del río, justo en la trayectoria de las enloquecidas aguas asesinas. En muy pocos segundos miles de metros cúbicos del líquido elemento se vieron liberados de su prisión y se precipitaron violentamente por el túnel. La gravedad de la avería aconsejó entonces desalojar parte de los 140 millones de metros cúbicos del agua retenida a un ritmo de 2.000 m3/s. Todo ello dio lugar a una avalancha que hizo subir el caudal de forma nunca vista en el cauce del río hasta un nivel de 6 metros.

Las familias recorren la zona del desastre en uno de los aniversarios de aquella aciaga jornada.

Las familias recorren la zona del desastre en uno de los aniversarios de aquella aciaga jornada. / Centro de Documentación Parque Nacional de Monfragüe

Durante la evacuación de los Poblados, mujeres, niños y algunos obreros subieron a la zona de montaña para ponerse a salvo y desde allí tuvieron que contemplar el dantesco espectáculo de los cuerpos arrastrados río abajo junto con todo tipo de materiales de la obra: palos, maderas, encofrados, tablones, hierros, herramientas e incluso maquinaria y camiones. Todo ese material actuó como una verdadera trituradora en la desenfrenada corriente que machacaba cuanto se interponía en su camino. Esta escena tuvo que ser especialmente desgarradora para los hijos, las esposas, los hermanos…, que lo contemplaron todo sabiendo que sus familiares estaban allí trabajando.

Lógica y afortunadamente este tipo de sucesos no tienen lugar con frecuencia, pero de producirse, las consecuencias suelen ser devastadoras causando daños irreparables en vidas y bienes, como es el caso que nos ocupa.

Causas

Detrás de los grandes accidentes de infraestructuras hidráulicas se esconden causas de lo más diverso: inestabilidad geológica, fallas en el terreno, falta de idoneidad de las rocas donde se ancla el dique, lluvias torrenciales y grandes riadas, movimientos sísmicos, mantenimiento defectuoso, empleo de materiales de baja calidad, cálculos matemáticos erróneos, precariedad de presupuestos, grietas, fisuras, fugas mal reparadas, etc.

Ejemplar del Periódico Extremadura del 25 de octubre de 1965.

Ejemplar del Periódico Extremadura del 25 de octubre de 1965. / EL PERIÓDICO

Pero, ¿qué ocurrió en este caso? En principio, parece que la compuerta que falló no reunía los requisitos de seguridad reglamentarios. Se ha dicho también que las compuertas en cuestión habían sido montadas del revés y que no se siguieron exactamente las indicaciones de la Hidroeléctrica. Además, se quiso hacer el trabajo en menos tiempo del señalado. De hecho, existen fotografías adjuntas a un informe elaborado por la Comisaría de Aguas del Tajo que muestran que las ataguías tenían la parte lisa hacia el interior del túnel mientras que según los técnicos se consideraba que la parte recta es la que hubiera tenido que estar en contacto con el agua. ¿Quién dio las órdenes para el montaje? No hay respuesta a esa pregunta pero hoy parece bastante evidente que todo apunta a un caso de negligencia.

Testigo de los hechos

Paqui Martos, hija de uno de los obreros de Agromán, que fue testigo presencial de la tragedia y ha sido una de las personas que más han luchado por preservar la memoria histórica de los hechos, comentó que su padre vivió con inquietud los días previos a la catástrofe, y su hermano, que trabajaba en la oficina técnica, sabía que había órdenes para comenzar a desalojar agua. Sin embargo eso nunca sucedió. «Mi padre trabajaba en la construcción de la presa y el día anterior llegó muy preocupado a casa advirtiendo que aquello no se estaba haciendo bien y que tendríamos una desgracia». En realidad, se estaba forzando la capacidad del embalse hasta el límite con la intención de probar los aliviaderos, ignorando que todavía muchos obreros tenían que desarrollar su trabajo en zonas inundables. De hecho se comentó que algunos habían aconsejado soltar agua para rebajar la presión producida por las persistentes lluvias de los últimos días y la respuesta que recibieron fue que la presa estaba construida para eso, o sea, para resistir la presión.

Unos de los homenajes en Torrejon el Rubio a los fallecidos en octubre de 1965.

Unos de los homenajes en Torrejon el Rubio a los fallecidos en octubre de 1965. / EL PERIÓDICO

¿Quién tenía tanta prisa por llenar el embalse y poner a prueba los aliviaderos? Nueva pregunta sin respuesta. También es interesante hacer mención de un estudio publicado un año después del accidente en la Revista de Obras Públicas donde aparece un informe sobre los métodos de excavación y revestimiento del túnel del Salto de Torrejón. En el mismo se deja constancia de que en total los costos fueron un 2,36% menores que los presupuestados. Sorprende este ahorro ya que lo habitual es que los costos en este tipo de obras lejos de mermar se incrementen. ¿Acaso el ahorro fue debido a una peor calidad de los materiales empleados?

5.000 pesetas de indemnización por hijo

En el capítulo de responsabilidades cabe decir que, finalmente, el 23 de febrero de 1970, se dictó el sobreseimiento del caso «por no aparecer justificada la perpetración del delito» y ni siquiera se celebró juicio. La exculpación y la impunidad de los responsables por negligencia camparon a sus anchas por los juzgados. No se habló de culpables ni de reparación a los familiares, viudas y huérfanos. Las indemnizaciones de Hidroeléctrica a las familias fueron penosas: 20.000 pesetas para viudas y familiares y 5.000 por cada hijo. Para más inri, la percepción de dichas cantidades iba acompañada de un documento por el que se renunciaba a cualquier tipo de reclamación legal a posteriori.

Un silencio injusto

Llegado el momento de poner fin a estas líneas queremos dejar constancia de que la motivación y finalidad de las mismas no ha sido otra que la de hacerse eco del sexagésimo aniversario de la terrible tragedia de Torrejón el Rubio, injustamente silenciada durante mucho tiempo y a todas luces poco conocida e insuficientemente reconocida socialmente. Desde un total respeto a las víctimas y a sus familiares hemos intentado que la memoria colectiva de los tristes y desoladores acontecimientos aquí narrados siga presente y viva entre nosotros. Ojalá hayamos contribuido con nuestro granito de arena a que se conozcan los hechos y a que la voz de quienes fueron testigos de los mismos y sus familiares sea escuchada allá donde se oiga.

Recordar este trance puede resultar muy doloroso pero es, a todas luces, muy necesario y conveniente.

«Porque mientras los recuerdos no abandonen nuestra memoria, rememoraremos aquel tiempo, compartiendo con todos aquellos que vivieron en él, su primer día de escuela, la experiencia de su primer beso de adolescente…

A aquellos que aprendieron un oficio, o que amontonaron sus primeros ahorros para abrirse camino en otros lugares, y para aquellos que perdieron sus vidas».

(Homenaje de los Niños del Salto de Torrejón y su maestro).

  • El autor, Pablo Pujadas Álvarez, es doctor ingeniero de Caminos Canales y Puertos, y profesor de Ingeniería de la Construcción en la Universidad Politécnica de Cataluña
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