La opinión de los exdirectores

Carta para Rocío

Miguel Ángel Muñoz

Miguel Ángel Muñoz / El Periódico

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Perdón. Y que vaya por delante. No sé si será o no muy ortodoxo dedicarle esta carta a mi hija. Pensándolo bien nunca he sido muy ortodoxo que digamos. Recuerdo que en las rebajas del 86 (joder, qué mayor soy)_me compré un chaleco en el Zara que había en Cuatro Caminos y al verme mi padre bajar del autobús de vuelta a Extremadura me dijo: «Ni se te ocurra entrar en el pueblo con esa pinta». Entonces metí el chaleco en una bolsa y lo escondí en el cuarto de los contadores, de manera que todas las noches lo rescataba y entraba en la discoteca de verano más chulo que un ocho. Imagino que Rocío (así se llama mi hija) habrá heredado esos pequeños gestos revolucionarios, como cuando se fue a estudiar Economía, a sabiendas de que terminaría haciendo Periodismo, a sabiendas de que me lo ocultaba, a sabiendas de que yo sería el último en enterarme. Confieso que en el fondo y en la forma me encantó su decisión. Por muchas veces que tratara de adoctrinarla con que es una profesión dura y mal remunerada. Pero no soy precisamente el mejor ejemplo, yo que vivo por este oficio, que no me importa el tiempo empleado si de un buen reportaje se trata y que para mí este periódico es mi primera piel, la farmacia de guardia que cura todos los males, mi familia, aunque suene a tópico. Lo cierto es que estoy muy feliz de que mi hija se convierta el próximo mes de mayo en periodista. Le irá bien porque le gusta la trinchera, es exigente en la reivindicación social, en la defensa de los derechos de los vulnerables; Santa Rocío de Calcuta, de mirada chispeante y ojos grandes que miran el mundo de forma gigante, que es así como lo tienen que mirar las buenas periodistas. Rocío, mujer luchadora, más del reporterismo que de la opinión, me ha devuelto la creencia (qué digo, si nunca la perdí) de que nada hay mejor en esta vida que el cuarto de los contadores.