El Periódico Extremadura

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El reto de la conciliación

Las excedencias de trabajadoras para cuidar a sus padres se triplican

En Extremadura, las mujeres que dejan su empleo por este motivo pasan de 29 a 109 en los últimos 15 años. Ellas representan el 78% de quienes deben renunciar a su vida laboral por causas familiares

Ante la escasez de recursos públicos, las mujeres siguen cargando con el cuidado no profesional de los mayores en España. DAVID CASTRO

España es uno de los países más longevos del mundo, junto con Japón, Suiza, Italia y Singapur. Debido al aumento de la esperanza de vida, el número de personas mayores de 65 años se ha incrementado el 15% en los últimos 10 años, hasta superar los nueve millones.

En Extremadura, una de las regiones del país con la población más envejecida, la subida es menos porque el punto de partida de habitantes mayores también es más elevado. De este modo, ahora hay un 4% más de residentes en la región con 65 o más años que hace una década. Se ha pasado de 202.341 en 2012 a 211.506 en 2022, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Por el contrario, la cifra de jóvenes ha ido en descenso.

El problema es que el envejecimiento creciente va asociado a enfermedades degenerativas que provocan que muchas de estas personas necesiten de apoyos constantes. Unas necesidades que, dado que los recursos públicos son insuficientes, sigue recayendo mayoritariamente en las familias y, particularmente, en las mujeres, esas grandes cuidadoras.  

El pasado jueves, 23 de marzo, fue el Día Nacional de la Conciliación y si las medidas para compatibilizar la vida laboral y el cuidado de los hijos brillan por su ausencia, los servicios de cuidados a los mayores son aún más escasos, caros e inaccesibles, pese a que en torno al 25% de las familias tiene en su núcleo un mayor dependiente. 

Cuando los hogares no pueden conciliarlo todo, para muchas familias no queda otro remedio que uno de sus miembros solicite una reducción de jornada y sueldo, una excedencia o que incluso abandone el mercado laboral. 

Independencia económica

En la mayoría de los casos, quien renuncia a su profesión son las mujeres puesto que tienen empleos menos remunerados y precarios. Los datos del Instituto de las Mujeres del Ministerio de Igualdad indican que el número de españolas que han solicitado excedencias en sus trabajos para el cuidado de familiares (sin incluir a los hijos) se ha multiplicado en 15 años, al pasar de 3.336 personas en 2006 a 8.428 en 2021. Las mujeres representan el 79% de las personas que recurren a esta difícil salida, dado que supone dejar el empleo y de percibir un salario. Pierden independencia económica.

¿Qué ocurre en Extremadura? Una situación muy similar. Si en 2006 eran 29 las mujeres que solicitaban excedencia para cuidados familiares (principalmente padres o madres), en 2021 fueron 109. La cifra se triplica. Asimismo, ellas representan el 78% de quienes deben renunciar a su vida laboral por esta causa. De este modo, por esas 109 mujeres, hubo 30 hombres. 

Cuidado de niños

Además, son muchísimas más las mujeres que piden excedencias para el cuidado de niños, 32.645 en 2021 (últimos datos disponibles), pero este fenómeno solo ha crecido el 8% en 15 años. Aunque en Extremadura el porcentaje es más elevado. En ese periodo analizado (de 2006 a 2021) este tipo de permisos solicitados por madres se elevaron un 28%, pasando de 277 a 389, según las cifras del Instituto de la Mujer. De nuevo, ellas representan un porcentaje muy elevado. En este caso, el 90% de quienes dejaron de trabajar para cuidar de sus hijos en 2021 fueron mujeres (solo hubo 40 hombres que lo solicitaron).

Los servicios son escasos, caros e inaccesibles, aunque el 25% de las familias tiene a su cargo a un dependiente

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No obstante, las cifras en cuanto a las personas mayores sigue siendo más llamativas por su crecimiento. El incremento es mayor (de un 152%) entre quienes abandonan sus trabajos para el cuidado de ancianos, dado que la natalidad baja a la par que aumenta el envejecimiento. Y con la desventaja de que para cuidar a un niño hay un horizonte temporal, pero se desconoce cuánto tiempo un enfermo requerirá de ayuda.  

No es el único indicador que demuestra que se está ante un problema creciente. Por ejemplo, desde 2019 se ha multiplicado por cinco la cifra de convenios especiales para cuidadores no profesionales, opción que implica que los años de cuidado generen derecho a prestaciones como la jubilación. Un servicio que también tiene rostro de mujer: solo el 10% son hombres. 

Asimismo, ha crecido un 44% en cinco años --de 2012 a 2017-- el número de personas que se han retirado completamente del mercado laboral por no poder costear los servicios de cuidado de adultos enfermos o personas con discapacidad, según la Fundación Adecco. Y el 89% son mujeres, en un 88% de los casos mayores de 45 años.

Pese a ello, el problema de conciliar la vida laboral con el cuidado de los hijos se ha hecho un hueco en la agenda pública, de forma que la mayoría de las empresas incorporan en sus planes de igualdad medidas como el cheque guardería o la flexibilidad horaria. Y se han equiparado los permisos por nacimiento para madres y padres, con el objetivo de corresponsabilizar a los hombres y no penalizar a las mujeres cuando deciden ser madres.

Sin embargo, «de las 35 empresas del Ibex, solo un par tienen medidas para facilitar a los trabajadores el cuidado de los mayores, porque la sociedad aún no los tiene en cuenta», denuncia María Leal, investigadora en la materia y fundadora de Plennio, compañía que proporciona servicios a domicilio para mayores.

Expulsión del talento senior

El problema deriva en que las empresas «expulsaban el talento senior y, por tanto, al no tener empleados muy mayores, no veían la necesidad de que compatibilizaran el trabajo con el cuidado de sus padres, pero esto está cambiando a la par que se está alargando la edad de jubilación y las compañías, en su mayoría, siguen sin tener en cuenta este aspecto de la conciliación familiar, que es mucho más caro y complejo que el cuidado de los hijos», reflexiona la experta.

A esto se añade que las ayudas públicas, a través de la ley de dependencia o de subvenciones autonómicas o municipales, «son escasas e insuficientes», o cuando llegan es demasiado tarde ya. También son escasas las plazas disponibles en una residencia pública y largo el tiempo de espera para encontrar una. Y las plazas en centros privados son prohibitivas para muchas familias. Tampoco «no todo el mundo se puede permitir contratar a una persona», añade Leticia López, técnica del proyecto Cuidadanas, destinado al apoyo integral de las cuidadoras no profesionales. Por ello, esta especialista solicita un nuevo modelo de cuidados en la vejez que «no recaiga en las familias» y que «no suponga una simple ayuda, sino que el Gobierno se responsabilice». 

Ambas expertas subrayan que el cuidado de personas enfermas es mucho más complejo que el de los niños, por ello las personas que cuidan normalmente se sienten agotadas, con un estrés crónico, frustradas y solas, puesto que tienen que reducir sus relaciones sociales y sienten que el Estado no les ayuda lo suficiente. 

La imprevisibilidad

«Hace siglos que se implantaron las escuelas, compartiendo el cuidado con las familias, un sistema del que se benefician todos los niños, no solo los que tienen especiales dificultades. Está ligado con su edad y resulta, por tanto, muy previsible. En cambio, el cuidado de los mayores está vinculado sobre todo con su nivel de salud, su situación familiar y económica», añade Ángeles Durán, catedrática especializada en el trabajo no remunerado y Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales. «La pérdida de salud y la dependencia no pueden preverse claramente con anticipación y menos aún cuánto durará una vez que llega», apostilla.

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