"¿Cuánto falta?". La pregunta se dispara en muchas direcciones a ambos lados de la carretera Francisco Fajardo, que divide una parte de Caracas como una herida abierta. En algunas de las esquinas de la barriada popular de Petare venden pan con jamón, cachapa (maíz con queso) y el llamado "helado de teta", como se conoce el jugo de fruta congelado en una bolsita de plástico y forma cónica, al igual que el pecho de una madre generosa en tiempos de escasez. Ahí, hombres y mujeres intercambian informaciones sobre el aceite que necesitan para cocinar. "¿Cuánto tiempo falta para que llegue?". En medio de la pesquisa, los vecinos son convocados a llevar las banderas y los símbolos del chavismo a la manifestación del sábado. El Gobierno no solo quiere festejar 20 años de la "revolución bolivariana" sino demostrarle a la comunidad que Nicolás Maduro tiene tanta o más fuerza que la oposición.

Del otro lado de la autopista se encuentra el barrio de Las Mercedes, con sus apartamentos de lujo y sus restaurantes chic. Hay uno que se llama Leal. Su refinamiento culinario no guarda relación con la la idea de "lealtad" que Maduro volvió a exigirle el viernes a los militares. En una de sus mesas, dos comensales vuelven a la pregunta sobre cuánto falta, en su sentido más político. Entre langostinos al rocoto y lumpias de pato, están convencidos de que es cuestión de días o semanas. El Gobierno, estiman, no podrá sostenerse ante tanta presión internacional. Ellos acudirán este sábado a la marcha opositora. Piensan además que la frontera de facto que representa la Francisco Fajardo ya no es ideológica y que muchos habitantes del Petare pedirán con la clase media y alta "el final de la usurpación".

A unas pocas calles, cerca de la plaza de Altamira, un punto medular del encuentro entre antichavistas, más concretamente en una cafetería gurmet, un grupo de estudiantes se preparan también para el día D. Creen que acompañar a Juan Guaidó, la máxima autoridad legislativa a la que EEUU ha reconocido como presidente "encargado", es un deber moral y, por lo tanto, "no se puede faltar" a la cita.

PENURIAS

Maduristas y no tanto, chavistas arrepentidos y quienes nunca lo fueron contabilizaban otro tipo de penurias. Podía faltar, según la ubicación, el transporte, el gas, la luz, como ocurrió en el Hospital Universitario, donde, debido a un corte, no pudieron salvar la vida de dos pacientes. En La Candelaria hace 20 días que no tienen agua. Carlos vive en La Vega, a nueve kilómetros, y padece la misma insuficiencia. Cada 48 horas va en coche a la casa de una exvecina y llena 18 cubos de agua con los que se bañará y lavará la ropa y los platos su familia.

En las vísperas se formaron largas filas en diversas estaciones de servicio de Caracas. La cola siempre es el síntoma de una "falta". El rumor de que podría faltar la gasolina como consecuencia de las sanciones norteamericanas, llevó a los caraqueños a apiñarse y garantizar el combustible más barato del planeta. Iván Freites, de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros, reconoció el problema. "Tenemos un consumo de 190.000 barriles de gasolina diarios y ya el año pasado había un déficit de 60.000 barriles".

Lo que no puede faltar es la sensatez. Ovilia Suárez, del grupo psicólogos por el socialismo, fue a la televisión estatal a enseñar cómo diagnosticar las emociones de los opositores: frustración, odio, enojo. Los chavistas, dijo, deben en cambio evitar el miedo, la angustia y la incertidumbre, que es lo único que abunda. "No se puede dudar de las creencias. Te empujan a dudar". Esa limitación, advirtió, sería fatal.