A menos que haya un giro inesperado de guion, algo impredecible que nadie espera, el líder de Syriza, Alexis Tsipras, perderá su posición de primer ministro griego este domingo en las urnas. Parece una paradoja: ganará su mayor rival, el líder de la oposición, Kyriakos Mitsotakis, político conservador y presidente de Nueva Democracia (ND), partido tradicional griego y uno de los que llevó al país, hace ya una década, al abismo económico del que aún no ha acabado de salir del todo.

Aunque ha conseguido estabilizar la economía, el Gobierno no ha logrado mejorar las condiciones de vida de la gente. Además, durante sus años en el poder Syriza ha perdido la ventaja moral que disfrutaban en relación con ND, pues estando en el poder ha dado muestras de arrogancia.

La clave es precisamente esta: no es que ND haya ganado muchos votos respecto a las últimas legislativas-celebradas en septiembre del 2015, tras el referéndum sobre el plan de rescate de Bruselas-. Es Syriza quien se hunde, y las elecciones europeas de mayo lo han demostrado: en ellas, Syriza consiguió 1.300.000 votos, 600.000 menos que en el 2015, que, en mayor parte, según los análisis electorales, han ido a la abstención.

Nueva Democracia, durante este mismo tiempo, ha conseguido cerca de 300.000 votos más. En las elecciones europeas, la diferencia entre los dos partidos fue de 10 puntos: tan grande que obligó a Tsipras a convocar elecciones anticipadas.

Kaki Bali, periodista y editora del periódico de Syriza I Avgi, asegura que «este Gobierno ha hecho cosas muy buenas, como, yo creo, el acuerdo de Macedonia, un mayor diálogo con Turquía y un avance en derechos civiles como la legalización del matrimonio gay y la universalización de la sanidad pública. Pero lo que más pesa es que hay una precarización del trabajo enorme, y que todo el peso de la crisis ha sido cargado a las espaldas de la clase media trabajadora y honesta, que es la única que paga impuestos en Grecia».