El martes, durante el debate en Detroit de 10 aspirantes del Partido Demócrata a la nominación presidencial, los protagonistas fueron Elizabeth Warren y Bernie Sanders, ayudando a poner el foco en el peso que el ala más progresista está teniendo en la transformación de la formación, o en su intento de conseguirla. Este miércoles, en el mismo escenario, en el debate entre otros 10 candidatos, el protagonista ha sido el exvicepresidente Joe Biden, la máxima encarnación del centro, del aparato y de la historia, lejana y reciente, del partido.

El largo historial del veterano político de 76 años es lo que ha contribuido a que sea por ahora el mejor posicionado en las encuestas, pero también lo convierten en el principal foco de ataques. Su currículo incluye decisiones y acciones políticas de hace décadas muy controvertidas hoy. Pero Biden, además, se ve forzado a defender partes del legado de Barack Obama que no cuadran con el giro hacia la izquierda, o se ven como insuficientes o insatisfactorias, especialmente en materias como las deportaciones de inmigrantes o los acuerdos comerciales.

Ese equipaje, y la condición de favorito, ya convirtieron a Biden en diana en la primera ronda de debates en junio, cuando la senadora Kamala Harris le criticó con especial dureza por declaraciones y posiciones en temas raciales. En esta ocasión han vuelto a chocar no solo en esa cuestión sino en el que por ahora es el tema central de la campaña, la reforma sanitaria, aunque el vicepresidente ha llegado más preparado y no solo para defenderse, y defender Obamacare frente a propuestas progresistas que abogan por la sanidad universal gratuita, sino para atacar.

ATAQUES DE VARIOS FRENTES

A Biden le hacía falta esa preparación porque en este debate los golpes le han llegado desde otros muchos frentes. El senador Corey Booker, uno de los mejores en el debate, ha cuestionado el papel de Biden en políticas de encarcelamiento que castigaron especialmente a negros, poniendo en duda que pueda liderar al país en temas como la reforma de la justicia penal. Esta es una de esas instancias en que se prendió fuego a la casa con leyes de las que usted se responsabilizaba y ahora no puede salir con un plan para extinguir el incendio, le ha espetado el senador, cuyo historial como alcalde de Newark Biden ha tratado de poner en cuestión. En otro momento, Booker también le ha criticado por elegir "hablar del legado de Obama cuando le conviene y esquivarlo cuando no" le va bien.

El exvicepresidente ha vivido también un tenso y personal enfrentamiento por temas de inmigración con Joaquín Castro, con el que coincidió en el gabinete de Obama cuando el hispano fue secretario de Vivienda. Biden ha acusado a Castro, que propone despenalizar el cruce sin papeles de la frontera, de no haber hablado contra los tres millones de deportaciones de Obama cuando estaba en el gobierno, a lo que Castro le ha replicado: parece que uno de nosotros ha aprendido las lecciones del pasado y otro no. Necesitamos políticos que tengan valor en este tema.

HARRIS, GOLPEADA

Biden no ha sido, en cualquier caso, el único bajo asalto. Y Harris, la segunda con mejor posicionamiento en las encuestas de los diez candidatos en este debate, ha comprobado el precio de ese ascenso y se ha visto golpeada por varios rivales tanto por propuestas de campaña como por su historial como fiscal en California que ya la tiene bajo la lupa de muchos progresistas. A esa historia ha recurrido la representante de Hawaii Tulsi Gabbard para dar a Harris un duro golpe, recordando que puso a más de 1.500 personas en la cárcel por violaciones de marihuana y lanzando la acusación de que bloqueó pruebas que habrían liberado a un hombre inocente del corredor de la muerte hasta que los tribunales le obligaron a hacerlo, mantuvo a gente en prisión cuando ya habían cumplido su sentencia para usarlos como mano de obra barata para el estado y lucho por mantener un sistema de fianzas que impacta a los pobres de la peor forma posible.

Más allá de esos y otros ataques, el debate ha permitido también escuchar posiciones de los candidatos sobre cambio climático, política exterior, igualdad salarial o el posible impeachment de Trump. Y ha reforzado a aspirantes como Booker, que ha conseguido incorporar a la conversación la necesidad de combatir la supresión de voto y ha puesto énfasis en la necesidad de movilizar a grupos de votantes que pueden resultar clave para una derrota de Donald Trump como las mujeres negras.

DENUNCIA DE LA POLÍTICA COMO ENTRETENIMIENTO

Ha sido, en cualquier caso, un enfrentamiento a menudo tosco, con menos peso de las ideas que de personalismos. Y resonaba como acertada una reflexión que hacía en su declaración final Andrew Yang, el emprendedor que en su campaña alerta sobre los retos que presenta la automatización y propone nuevos paradigmas económicos. Recordando como en el primer debate el comentario principal en los medios era que apareció sin corbata y no el hecho de haber llegado hasta este punto en la carrera por la nominación ha dicho: Aquí estamos. Con maquillaje en nuestras caras, nuestras líneas ensayadas de ataque, interpretando personajes en este programa de televisión realidad. Es una de las razones por las que elegimos a una estrella de reality tv como presidente.