"Iniciamos los Carnavales Felices 2020 con el gran despliegue de la alegría y la seguridad para las mejores fiestas de nuestra historia. Son más de 184.000 hombres y mujeres que garantizarán la tranquilidad y la paz a lo largo y ancho de todo el territorio nacional". Nicolás Maduro dio el santo y seña, con día festivo y bono estatal a los asalariados incluido, para que en Caracas y otras ciudades venezolanas comenzaran el viernes las celebraciones populares en medio de un conflicto político sin solución. Los tambores arreciaron en la noche del viernes. Sonaron esta vez al compás del nuevo dios de la economía: el dólar.

Los desfiles y la jarana cotizan en moneda norteamericana. De acuerdo con el portal Contrapunto, una máscara de plástico como las de 'La casa de papel' cuesta en las calles unos 19 dólares, casi cinco veces más que el salario mínimo. Los disfraces para los niños tienen el sesgo de la exclusividad social: en el selecto barrio caraqueño de Las Marcedes se paga hasta 40 dólares por un traje. Si el carnaval tiene que ver desde el fondo de los tiempos con la muerte y la resurrección, el venezolano también se relaciona con las exequias involuntarias del bolívar soberano, un billete que casi no circula y obliga a adquirir productos o servicios con una moneda extranjera.

Antes de iniciarse el día festivo, el Gobierno exaltaba los ejercicios militares llamados "Escudo bolivariano". Pero la figura del padre de la patria, objeto de permanentes exaltaciones estatales, ha quedado desplazada de buena parte del intercambio comercial. Los economistas calculan que el 65% de las operaciones se realizan con billetes extranjeros. Como dice el consultor José Antonio Gil Yepes, en ese país existe una economía formal deprimida y otra economía informal activa por la musculatura que exhibe el dólar. Una espada de plástico para "ser" un guerrero en las noches carnavalescas llega a las manos del niño por 15 dólares. Los tridentes de diablo pueden valer el triple. Lo mismo que una máscara de látex como las que proliferan en EEUU durante Halloween.

Resignación pragmática

La victoria del dólar, primero en el mercado negro y luego en el "blanco", ha sido aceptada a regañadientes por Maduro después que fracasara el control de cambios. "Ante la opción reprimo o permito, yo tomé la opción y lo permito", dijo. La tolerancia de las autoridades tiene un sentido de resignación pragmática: el dólar está ayudando a contener la hiperinflación. Hasta algunos bancos comienzan a abrir cuentas en dólares para sus clientes. El Gobierno ha decidido pagar el precio de que el bolívar pierda las funciones elementales de una moneda.

"Circulan textos por las redes sociales pidiéndole a la gente cordura en el uso del dólar porque, al parecer, el hábito especulador instalado en el mercado venezolano estaría afectando a la divisa con la cual se desató la vorágine alcista que hoy padece la economía del país", señaló Alberto Aranguibel en el diario oficialista 'Últimas Noticias'. "Irónico, en verdad, que sean los mismos sectores que apostaron desde siempre a la quiebra de nuestro signo monetario para hacer fortunas con el diferencial cambiario, quienes hoy claman al cielo por algo de sindéresis en un mercado que ellos mismos desquiciaron", añadió.

Las víctimas

El costo social de esta transformación recae sobre las espaldas de los trabajadores públicos, que siguen recibiendo su salario en la cada vez más etérea moneda local. Los trabajadores, tan invocados por Maduro como los grandes beneficiarios del modelo "bolivariano", son por estos días las víctimas inmediatas de la dolarización. Ellos no reciben remesas ni están relacionados por lo general con los trasiegos informales como el contrabando.

En medio de los carnavales, y quizá al influjo de las máscaras de 'La casa de papel', un ciudadano fue detenido por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) cuando transportaba en su automóvil un millón de dólares en efectivo. Había salido de Caracas en un Toyota y se dirigía a Puerto Ordaz. Acaso para ir de parranda.