Entre la ingente cantidad de refugiados, migrantes y solicitantes de asilo que habitan el campo de Moria, el mayor de la isla griega de Lesbos, siempre se sucede la misma pregunta: «¿Por qué nos hacen esto? ¿Por qué nos encierran aquí?». Porque a todos ellos les pasa lo mismo cuando llegan a Grecia procedentes de Turquía. Al rescatar una embarcación con migrantes, la policía griega, sin distinción, manda a todos los refugiados hacia los campos, donde quedan atrapados durante meses o, incluso años, si no tienen suerte, años. El de Moria -con casi 20.000 habitantes reales es el más grande y más infame- es solo un ejemplo: los hay, también, en las islas de Quíos, Samos, Kos y Leros.

«Mis hijos están enfermos. Cuando por la noche escucho una pelea, siempre preparo mi maleta, visto a mis hijos y los calzo. Entonces me siento a esperar porque si ocurre cerca nuestro podremos escapar rápido. Esto lo tengo que hacer cada noche», decía, hace un mes, Darya, una refugiada afgana habitante de Moria. En total, como Darya, hay atrapados en las islas griegas cerca de 40.000 solicitantes de asilo, una cifra que alcanza los 115.000 en toda Grecia.

El Gobierno griego, en manos del partido conservador Nueva Democracia (ND), deja a los refugiados atrapados en las islas con una idea clara: deportarlos cuando antes mejor y lo más lejos posible, ya sea a Turquía o a otros países.

En los últimos meses, la violencia se ha descontrolado en campos como el de Moria.