El Presidente Sebastián Piñera llamó a los chilenos a alcanzar un "gran acuerdo nacional" para combatir la pandemia por el coronavirus, que ha provocado 761 muertos y 43.934 contagios, entre ellos dos ministros de Estado. A la vez, el Gobierno de derechas llevar a cabo un plan de protección social y reactivar la economía en medio de la emergencia sanitaria. Piñera dijo que tiene "la mejor actitud" y "disposición" para un "diálogo" que debe llevarse a cabo con "mayor rapidez". La prisa del presidente obedece entre otras razones a los inesperados brotes de malestar social que han comenzado a esparcirse especialmente por la periferia de Santiago, y que se conocen como el "estallido del hambre".

La semana comenzó con nuevas protestas en Puente Alto, en el sector suroriente de la capital. Los vecinos de esa comuna salieron a las calles con ollas y pancartas para pedir la entrega de insumos básicos, alimentos y apoyo financiero para enfrentar la crisis sanitaria. "Prefiero morir de covid-19 que de hambre", rezó uno de los afiches. También se levantaron barricadas. "En mi casa no hay nadie trabajando. Somos ocho personas, hay tres niños. A la gente que está con el virus le mandan comida, pero ¿a la otra gente?", se quejó una manifestante frente a las cámaras del programa televisivo Mucho Gusto.

Las autoridades observaron con cierta perplejidad cómo el pasado 18 de mayo, a siete meses del comienzo del estallido social que se detuvo en marzo por la cuarentena, se reactivaba la furia en varias barriadas populares donde la falta de trabajo y la precariedad se ha acentuado en los últimos meses.

El miedo al hambre

El Gobierno ha lanzado un plan de ayuda alimentaria. El intendente metropolitano, Felipe Guevara, informó que espera comprar 1,5 millones de cajas de provisiones y material higiénico que serán entregadas a las familias vulnerables. Aseguró que se entregarán 50.000 cajas por día. La senadora de la Democracia Cristiana, Yasna Provoste, aseguró que esa ayuda solo llegará al 40% de los necesitados. "Era mejor aumentar el Ingreso Familiar de Emergencia y permitir que las familias pudiesen comprar en los almacenes del barrio, dinamizando la economía local, pero una vez más el Gobierno no pierde oportunidad se hacer de esta crisis, una oportunidad de negocios para sus amigos".

Chile es testigo de escenas que creía olvidadas desde la restauración institucional, en 1990. "Hablar públicamente de hambre implica recordar nuestra historia reciente. Por eso no debería sorprendernos su negación", señalaron Rodrigo Torres, Isabel Aguilera y Claudia Giacoman, en un artículo publicado en el portal El Mostrador. Cuando, días atrás, se proyectó sobre el imponente edificio de Telefónica la palabra "hambre", en grandes letras, un sector del oficialismo reaccionó airado. "Esa proyección en un edificio y su replicación incesante en redes sociales, efectivamente hizo que el hambre de un sector de la población se convirtiera en un problema nacional", añadieron los autores.

Con un razonamiento similar, el filósofo Javier Agüero Águila señaló que "en nuestro país, aunque brutalmente injusto y evidentemente secuestrado por un puñado de familias, morir de hambre era algo extremadamente raro y casi inexistente". Sin embargo, son por esta hora "los hambrientos" los que "emergen desde la periferia". El "miedo al hambre" ha irrumpido como algo "tan real como potencialmente subversivo". Surge "desde el borde de un sector de nuestra sociedad que empieza a adelgazar a la fuerza, a debilitarse física y mentalmente sin poder evitarlo".