Ganó cinco partidas, empató una y perdió otra. La derrota dibujó un inesperado mohín en su pequeño rostro, pero con ese resultado, la tarijeña Nicole Mollo acaba de clasificar al Mundial de Ajedrez sub -10 y en Bolivia empiezan a observarla como una heroína. "Quiero ser campeona", dice la niña, con desparpajo. Esa determinación, que se mezcla con los gustos y hábitos infantiles, llevó a algunos a pensar en Gambito de Dama, la serie que ha popularizado Netflix. Pero Mollo no ha tenido una vida atravesada por el dolor y el desamparo. Su familia un padre ingeniero electrónico y una madre maestra- la ha acompañado en este breve y fulgurante ascenso.

A los tres años comenzó a fascinarse con el juego de tanto verlo jugar a su tío, jugador vocacional. Lo acompañaba a sus partidas. De tanto mirarlo aprendió algo. "Conversaba con las piezas, el caballo era mi pieza favorita. Después mi mamita, como me gusta decirle a la mamá de mi papá, me regaló un tablero". Osmar, su padre, recuerda todavía esas escenas: se relacionaba con los alfiles y peones, las torres y los reyes, como si fueran niños. "Charlaba, se reía".

Esa precoz comprensión de la lógica del ajedrez y, además, el disfrute que eso le provocaba, la llevó a competir a partir de los seis años. Primero representó a su región, Tarija. Luego, al país. El año pasado arrasó en Panamericano que se realizó en Ecuador. Fue la campeona de otro torneo regional en Buenos Aires. Participó además del Mundial sub-8 disputado en Weifang, China. Días atrás perdió las instancias finales del Mundial Infanto-Juvenil FIDE Online frente a la campeona rusa Diana Preobrazhenskaya. Lo cierto es que de tanto cantar jaque mate la hicieron jugar en equipos mayores. A estas alturas, después de acumular victorias, recibe los cumplidos del presidente Luis Arce y su antecesor Evo Morales.

La tentación de compararla con Elizabeth Harmon, Beth, la niña huérfana prodigio que se convierte en una estrella global del ajedrez y cuyas desventuras se hicieron conocidas a través de Netflix, se ha vuelto un lugar común en Bolivia, especialmente cuando se supo que Nicole también convierte el techo de su casa en un tablero imaginario para repasar jugadas y movimientos. Claro que ella no ingiere anfetaminas, como en la serie. Solo ha seguido una recomendación de su tío para mejorar su memoria. Después de tanto "ver" las jugadas adquirió un sentido autocrítico. Practicar con la mirada puesta en el techo le permitió además tener un mejor rendimiento en las partidas.

Nicole estudia ajedrez con su tío y otro profesor asignado por la Federación boliviana. El diario Los Tiempos, de Cochabamba, le preguntó cuál es la mayor dificultad que atraviesa en su camino como ajedrecista. "No tengo los Programas Informáticos de Ajedrez de última generación, porque cuestan mucho; actualmente dispongo de los programas obsoletos que los compramos el año 2012". A pesar de esas dificultades, Nicole quiere remontar.