Apenas un mes tras la tensa cumbre en Ginebra entre el presidente estadounidense Joe Biden y su homólogo ruso Vladímir Putin, el espionaje ruso vuelve hoy a estar en boga de todos. En esta ocasión, el origen de la discordia se encuentra en unos supuestos documentos secretos redactados por el Kremlin a los que ha tenido acceso en exclusiva el diario británico The Guardian. Los informes, cuya veracidad aún no ha sido demostrada, arrojan detalles hasta ahora desconocidos sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016 en EEUU.

Los documentos, clasificados como “No 32-04 \ vd” y supuestamente aprobado en enero de 2016, establecen una clara división del trabajo entre las tres agencias de inteligencia rusas en apoyo de la candidatura de Donald Trump. Con este fin, se habría creado una Comisión inter-departamental secreta, encabezada por el Ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, que incluiría al Director del FSB, Alexánder Bórtnikov, y al entonces Director del Servicio de Inteligencia Exterior (o SVR, por sus siglas en ruso), Mijaíl Frádkov.

Inteligencia militar

El SVR habría recibido el encargo de apoyar el trabajo de la Comisión mediante la provisión de información, mientras que el FSB estaría a cargo de la contrainteligencia. A pesar de que no hay mención a la tarea encomendada al GRU –servicio de inteligencia militar bajo el paraguas del Ministerio de Defensa–, hackers asociados con esta agencia robaron y publicaron miles de mails de Hillary Clinton unas semanas tras la aprobación del documento.

El documento también incluye un breve perfil psicológico de Donald Trump, “el candidato más prometedor”, en el que se le describe como una persona “impulsiva, mentalmente inestable y desequilibrada que padece un complejo de inferioridad”. Quizás más importante aún, se incluyen referencias al discutido 'kompromat' (material comprometido) que los rusos podrían poseer contra Trump tras sus visitas previas a Moscú.

Veracidad del documento 

La sucesión de eventos que detalla 'The Guardian' se corresponde con el proceso habitual de toma de decisiones en materia de inteligencia y el equilibrio de fuerzas en el Kremlin. El documento fue supuestamente redactado en uno de los departamentos de la Administración Presidencial y remitido al presidente. Puesto que esta operación requeriría de la coordinación de esfuerzos de las tres agencias de inteligencia principales, el informe fue a parar al Consejo de Seguridad, donde todos sus directores se reúnen.

No obstante, esto no es evidencia suficiente. Los rusos cuentan con una larga tradición de filtración de información falsa que refuerzan las preconcepciones de sus adversarios y ofrecen información supuestamente valiosa pero errónea. Además, lo cierto es que estos documentos aportan poco en comparación con el extenso Informe Mueller publicado en abril de 2019. Por tanto, su publicación no debería tener consecuencias tangibles para Rusia en forma de nuevas sanciones y su filtración podría haber sido algo deliberado.