Hasta en dos ocasiones ha hablado por teléfono la aún cancillera alemana Angela Merkel en los últimos días con el presidente de BielorrusiaAleksándr Lukashenko, para poner fin a la crisis migratoria que afecta a la frontera oriental de la UE desde el verano. Y las conversaciones, presentadas por la UE como un "diálogo técnico" para suministrar ayuda humanitaria a los migrantes atrapados en los bosques, parece que han empezado a dar sus frutos. Bielorrusia ha desalojado en las últimas horas los campamentos situados junto a la demarcación, al tiempo que desde Minsk despegaba el primer vuelo de repatriación con destino a Bagdad, fletado por el Gobierno de Irak con ciudadanos de este país a bordo.

Desde las elecciones presidenciales bielorrusas de agosto de 2020, el dictador bielorruso se había convertido en un líder paria para los Veintisiete, desproveyéndolo de todo reconocimiento y legitimidad y evitando entablar contacto alguno con él. Por esta razón, la parte bielorrusa presentó las conversaciones telefónicas como "una negociación", un extremo que contrasta con la versión de la Unión de simples discusiones para aliviar el drama humano que se vive en los bosques que separan Bielorrusia de Polonia y las repúblicas bálticas. A los contactos entre Merkel y Lukashenko se han añadido las conversaciones entre el representante europeo para la Política Exterior, Josep Borrell, y el ministro de Exteriores bielorruso, Vladímir Makei.

Un grupo de personas refugiadas en la región bielorrusa de Grodno, junto a la frontera con Polonia. EFE

Sea como fuere, las fuerzas de seguridad bielorrusas han comenzado a desalojar los dos improvisados campos situados en el lado bielorruso de la frontera polaca, mientras que sus ocupantes eran trasladados a almacenes e instalaciones donde podrán la noche sin exponerse a la intemperie y el frío. Según responsables en Minsk, la crisis ha comenzado a remitir después de que el Estado bielorruso admitiera públicamente que eran "unos 7.000" los ciudadanos árabes, asiáticos y africanos presentes en su territorio y que había llegado a un acuerdo con Merkel para devolver a sus países de origen a 5.000 y facilitar "un corredor humanitario" hacia Alemania para los restantes 2.000, que son precisamente quienes se encuentran junto al linde fronterizo. No obstante, este último extremo no había sido confirmado por fuentes alemanas o comunitarias.

Mano dura

Polonia, acusada de gestionar la crisis con mano dura y como un simple problema de seguridad exento de implicaciones humanitarias, no oculta que ve con sospecha los tratos mantenidos por los líderes de Alemania y la UE con Bielorrusia. En declaraciones a la cadena de televisión estatal TVP, el portavoz gubernamental polaco Piotr Müller ha admitido que no se trata de "un buen paso". Jaroslav Kaczynski, viceministro del Ejecutivo ha advertido que ninguna resolución del conflicto "podrá pasar por encima de las cabezas de los polacos".

El Gobierno de Polonia, encabezado por el partido Ley y Justicia, de tendencia populista y ultraconservadora, ha protagonizado numerosos choques con las autoridades comunitarias en los últimos años, debido a maniobras y decisiones tomadas que están mermando el Estado de derecho en el país, la independencia del poder judicial y las libertades de las minorías. Destacados periodistas locales han criticado la prohibición de circular a tres kilómetros de la frontera, mientras que la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) ha calificado la medida de "excesiva".