Desde que comenzó la guerra en Ucrania, la ciudad occidental de Lviv, cuna del nacionalismo ucraniano, ha servido como centro logístico para abastecer al resto del país y refugio medianamente seguro para cientos de miles de desplazados, que se han establecido temporalmente en sus lindes o la han utilizado como lugar de tránsito antes de abandonar el país en dirección a la frontera polaca, situada a tan solo 70 kilómetros de distancia. Los ataques rusos la habían dejado en gran medida indemne, un patrón que se rompió el lunes, cuando al menos cuatro misiles cayeron en la ciudad a primera hora de la mañana. Siete personas murieron en el bombardeo y otra docena resultaron heridas, según las autoridades ucranianas. "Ya no quedan lugares seguros en Ucrania", afirmó el alcalde de la ciudad.

Esa es la principal lectura del ataque, que ha dejado los primeros muertos en Lviv desde el inicio de la invasión rusa. Previamente, su maquinaria de guerra había atacado un depósito de gasolina y un almacén de reparación de tanques sin que se produjeran víctimas. Y, antes de aquello, una base militar a varios kilómetros de la ciudad, donde hubo 35 muertos. Esta vez los misiles del Kremlin alcanzaron tres instalaciones militares (incluidos almacenes supuestamente vacíos), así como un taller mecánico donde se encontraban las víctimas, según las autoridades locales. "Los rusos siguen atacando de forma bárbara las ciudades ucranianas desde el cielo, mientras declaran cínicamente ante el mundo entero su 'derecho' a matar ucranianos", dijo el asesor del presidente ucraniano, Mykhailo Podolyak.

Las conclusiones preliminares de Kiev apuntan a que los misiles fueron lanzados desde cazas de guerra en el mar Caspio, situado a más de 2.000 kilómetros de Lviv. "¿Cuál es la lógica aquí? ¿De verdad son tan imbéciles?", escribió en Twitter el opositor ruso, Ivan Zhdanov, tras concluir que el coste del misil Kalibr que destruyó el taller de recambios neumáticos ronda los seis millones de euros.

Centenares de bombardeos

Esa misma lluvia de fuego se repitió en numerosas regiones ucranianas. No en vano, según el Ministerio de Defensa ruso, su aviación lanzó más de un centenar de ataques aéreos durante la madrugada, así como 315 salvas de artillería, que habrían destruido 16 objetivos militares en las regiones de Dnipro, Donetsk, Zaporiya o Járkov. En la capital de esta última, la segunda ciudad del país, hubo al menos dos muertos, ambos civiles, después de que un proyectil cayera "cerca de varios edificios residenciales", según las autoridades locales.

Todo indica que la intensidad de los bombardeos se ha recrudecido desde que las tropas rusas se retiraran del norte de Ucrania, incapaces de tomar una sola de sus grandes ciudades, para consolidar sus posiciones en el sur y vencer la resistencia que siguen encontrando en el oriente industrial del país. El avance de sus tropas por ambos ejes se está combinando con ataques aéreos en todo el país, desde Kiev a Lviv, unos ataques que se habrían incrementado un 50% en los últimos días, según el Ministerio de Defensa ucraniano.

El Donbás, minero e industrial, con más población étnicamente rusa que otras zonas del país, es ahora la prioridad del Ejército ruso y sus aliados en la región secesionista, enfrascada en una larga guerra de desgaste desde 2014. El Ministerio de Defensa ucraniano sigue disputando que las huestes rusas se hayan hecho con el completo control de Mariúpol. Sostiene que sus militares siguen resistiendo en la planta de Azovstal, una de las mayores metalúrgicas de Europa, con una extensión de 11 kilómetros cuadrados. 

Bolsas de resistencia en Mariúpol

Expertos consultados por la BBC aseguran que en la ciudad, brutalmente castigadas por la ofensiva del Kremlin, podrían quedar entre 600 y 800 militares ucranianos, la mayoría del controvertido Batallón Azov. "La planta tiene búnkeres nucleares y túneles. Se construyó para sobrevivir a un conflicto nuclear, de modo que está bien preparada para ser defendida", ha explicado Justin Crump, un experto militar de la consultora Sybilline. "Han tenido más de 50 días para fortificarla y construir pasadizos de salida. Sospecho que a menos que los rusos la arrasen, podrán aguantar mucho tiempo". 

A pesar de que la guerra sigue sin amainar, miles de ucranianos continúan regresando a su país tras haber puesto tierra de por medio desde el inicio de la invasión. Han regresado ya más de un millón de personas, según las autoridades aduaneras. El pasado 16 de abril el número de ucranianos que entraron en el país superó por primera vez a los que se marcharon en un mismo día.