Se avecina otoño electoral en Israel. Después de una última jornada legislativa maratoniana, los diputados han disuelto la Knesset, el Parlamento israelí, y han convocado nuevas elecciones. Los quintos comicios en tres años y medio se celebrarán el próximo 1 de noviembre. El hasta ahora ministro de Exteriores, Yair Lapid, se convierte en primer ministro durante unos meses. Naftali Bennett, quién tras 12 años de monopolio de Netanyahu lideró durante 368 días el turbulento “gobierno del cambio”, anuncia que no se presentará a las elecciones.

“Pero seguiré siendo un soldado leal de este país al que he servido como soldado de combate, oficial, ministro y como su primer ministro”, ha declarado este miércoles por la noche durante un emotivo discurso. “Servir a este país es mi destino”, ha añadido quién fue líder de los colonos. Tras enumerar los logros de su gobierno –“dejo tras de mí un país fuerte, seguro y floreciente”–, ha anunciado que se retira de la vida política durante un tiempo. Ahora, el liderazgo de su partido Yamina recae en manos de Ayelet Shaked, su rebelde socia política desde hace mucho tiempo.

Este cambio puede propiciar un panorama muy distinto al actual, con Netanyahu de vuelta, algo contra lo que Bennett ha luchado con fuerza. Las encuestas muestran que un Yamina liderado por Shaked obtendría entre cuatro y cinco escaños, situándolo muy al límite del umbral electoral. Estos cinco escaños podrían contribuir a que el ahora líder de la oposición obtuviera la mayoría parlamentaria en la Knesset. Durante esta breve legislatura, Shaked ha actuado muchas veces más en la línea de Netanyahu que no de su líder Bennett. Por ello, muchos miembros de Yamina se están planteando, o ya han anunciado, sus renuncias

Lapid, primer ministro

Mientras, Lapid celebra haber cumplido su sueño: ya es primer ministro. A partir de medianoche, el popular expresentador de televisión gobernará el país durante cinco meses asegurados y, después, hasta la formación de un Ejecutivo tras las elecciones. Pese a la larguísima noche aprobando las últimas leyes de la 24ª Knesset, la sonrisa desbordaba el rostro de este político centrista, secular y liberal. “Hermano mío, Naftali, gracias, en mi nombre y en nombre de todo el pueblo de Israel”, ha tuiteado, junto a una foto de ambos trabajando.

“Cuando ganemos las elecciones nos arremangaremos y emprenderemos nuestros objetivos”, ha declarado Binyamin Netanyahu antes de la disolución de la Knesset. Con un discurso agresivo y seductor a partes iguales, no ha dudado en atacar al gobierno interino. “Prometisteis cambios, hablasteis de curarnos, hicisteis un experimento y el experimento ha fallado”, ha dicho el acusado en tres casos de corrupción. “Eso es lo que pasa cuando juntas a una derecha falsa y la extrema derecha, lo mezclas con los Hermanos Musulmanas y la Lista Conjunta”, ha señalado con sorna. 

Netanyahu ha presentado a su coalición con partidos ultraderechistas y religiosos como la “única alternativa: un gobierno nacional fuerte, estable y responsable”. Precisamente han sido sus lustros de desgobierno y sus ataques los que han provocado que el país se prepare para celebrar sus quintos comicios en tres años y medio. El exprimer ministro ya ha iniciado su campaña electoral, tratando de redimirse mientras le salpican sus pleitos con la justicia. “He reflexionado, he aprendido mucho, mucho”, ha confesado durante las últimas horas frente a una Knesset que no se prevé muy distinta en unos meses.