“Los franceses nos piden que nos hablemos más, que nos hablemos mejor y que construyamos juntos”. La primera ministra francesa Élisabeth Borne ha resumido con estas palabras su voluntad de gobernar en minoría y buscar el apoyo de la oposición en función de cada ley. La segunda mujer que dirige el Ejecutivo en la historia de la V República pronunció este miércoles por la tarde su primer discurso de política general ante la Asamblea Nacional, en que los partidos macronistas solo disponen de una mayoría relativa.

Su intervención aportó pocas novedades sobre el proyecto del presidente Emmanuel Macron para su segundo mandato, con la excepción de la nacionalización de la empresa eléctrica EDF. Básicamente, fue una repetición del programa presidencial del dirigente centrista, presentado en marzo. Y estuvo centrada en cómo quiere aprobar las leyes ante el insólito escenario político en Francia, en que los partidos afines al presidente no disponen de la mayoría absoluta en el Parlamento.

Con la remodelación gubernamental del lunes, Macron confirmó que no formará un Ejecutivo de coalición con Los Republicanos (LR, afines al PP) ni con otros grupos de oposición. Tras haber perdido la mayoría absoluta en las legislativas de junio, interpretadas por la opinión pública como un voto de sanción para el presidente, ahora pretende gobernar en minoría. 

De hecho, Borne no se sometió al voto de confianza —una práctica no obligatoria pero muy habitual en Francia—, puesto que seguramente lo hubiera perdido. La oposición, dividida entre la izquierda y la derecha radical, resulta mayoritaria en la Asamblea, pero difícilmente actuará de manera coordinada. La NUPES, la coalición unitaria de la izquierda —principal fuerza de oposición con 151 diputados (de un total de 577)—, presentó este miércoles una moción de censura. Sin embargo, la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen (89 escaños) y LR (62) anunciaron que no la apoyarían.

“No es el momento de contarnos, sino de hablarnos”

“Ahora no es el momento de contarnos, sino de hablarnos. La confianza no se decreta a priori. Esta se formará ley tras ley, ya que vamos a trabajar en función de cada ley”, aseguró Borne, una dirigente con un perfil tecnocrático, a pesar de haber ejercido en la última legislatura como ministra de Trabajo y de la Transición Ecológica..

Su discurso pareció un calco en numerosos aspectos del programa electoral de Macron. Defendió una rebaja de los impuestos —por ejemplo, con la supresión de la tasa del servicio audiovisual público— y el hecho de reducir el déficit público por debajo del 3% antes de 2027. Reivindicó el polémico retraso de la edad mínima de jubilación de los 62 a los 65 años (con 43 cotizados). Apostó por la construcción de reactores nucleares, así como un sistema de alquiler de vehículos eléctrico, para hacer frente a la urgencia climática. También prometió la contratación de 50.000 enfermeros en los próximos cinco años en aras de mejorar la situación de los precarizados hospitales públicos.

La nacionalización de EDF

Lo más novedoso fue el anuncio de que el 100% del capital de EDF pase a manos públicas. El Estado francés ya dispone actualmente el 85% de las acciones de la principal empresa eléctrica en el país vecino. Gracias a esto y al hecho de disponer de unas facturas reglamentadas, Francia limitó el aumento del precio de la luz y eso sirvió para que la inflación, del 5,8% en junio, resulte menos elevada que la media de la UE. 

Esta política, sin embargo, afectó la tesorería de EDF. Su nacionalización tendrá un coste de unos 5.000 millones de euros, pero el erario público debería hacerse cargo con la totalidad de las elevadas deudas de esta empresa. Una medida tomada ante el actual contexto turbulento, de crisis económica y energética, en que Macron aspira a gobernar en minoría.