"Espero estar a la altura de las expectativas". Con un arrebato de desacostumbrada modestia, Sergio Massa tomó este miércoles las riendas de la maltrecha economía argentina. Las "expectativas" son muchas en el Gobierno peronista. El presidente Alberto Fernández se tuvo que desprender de dos ministros, Martín Guzmán, quien había firmado el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar los 44.000 millones de dólares que había pedido la administración anterior, y Silvina Batakis, cuya duración en esa cartera estratégica fue de apenas tres semanas: se la devoró la escalada del precio del dólar y la inflación, que, si no se frena su alza, concluirá este año en los tres dígitos y también arrastrará a Massa.

"Estamos empezando una etapa del Gobierno que vamos a transitar exitosamente", dijo Fernández al tomarle juramento a su "superministro". El mandatario ponderó la "capacidad" y el "coraje" del hombre que puede salvar a su administración o ser apenas un capítulo más del anunciado hundimiento. Fernández pidió la unidad del peronismo, un movimiento político que, al incluir expresiones de izquierda y conservadoras en su seno, hace un deporte de sus peleas internas, "para salir adelante".

Los mercados esperan una depreciación del peso para bendecir a la gestión entrante. Pero Massa parece en principio reticente a esa medida. "Los shocks devaluatorios lo único que producen es pobreza y una enorme transferencia de recursos", dijo, y prometió trabajar denodadamente para que este país que, a pesar de su falta de reservas internacionales tendrá un aumento del PIB este año del 3,6%, pueda atenuar la creciente desigualdad social. "Hay que crecer con inclusión", dijo. En ese sentido convocó a empresarios y sindicatos a discutir cómo se mejoran los salarios corroídos por el alto costo de la vida.

Los deseos tienen una frontera: la propia realidad. Massa tiene que contener el precio de la moneda norteamericana, el principal factor de la escalada inflacionaria, reforzar las exhaustas arcas del Banco Central (BCRA) y, a la vez, reducir el déficit fiscal. En las próximas semanas, espera que los principales sectores exportadores liquiden sus ventas e ingresen al BCRA unos 5000 millones de dólares sobre la base de concesiones que meses atrás habrían resultado inauditas. A su vez, Argentina recibirá 1200 millones de la misma moneda de organismos internacionales. El flamante ministro ha prometido mantener las metas pactadas con el FMI. Aseguró al respecto que los primeros contactos con el organismo han sido "productivos". En ese sentido, no ha hecho más que repetir lo dicho por sus antecesores. Por eso llamó a avanzar en la reducción de los subsidios a las tarifas de los servicios públicos, en especial el gas y la energía eléctrica, y utilizar mejor el dinero que se invierte en los planes sociales que se distribuyen en un país con 40% de pobres. El ministro anticipó que en breve anunciará otras nuevas medidas para generar mayor confianza en los mercados.

Ambiciones políticas

Massa también tiene sus propias "expectativas": si evita el desplome tan anunciado por los gurúes financieros y la oposición de derechas, estará en mejores condiciones de alcanzar su sueño más preciado y, de esta manera, ser un candidato competitivo en las presidenciales de 2023. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ha avalado su llegada al ministerio de Economía. Durante su primer Gobierno (2007-2011), ella lo tuvo como jefe de ministros. Terminaron enfrentados. En numerosos cables de Wikileaks relacionados con Argentina, revelados por el periodista Santiago O'Donnell en su libro Argenleaks, Massa le expresaba a la diplomacia norteamericana su aversión por los Kirchner. El enojo fue mutuo y duró por años. Apaciguaron su encono en 2019 para derrotar en las urnas a Mauricio Macri. En estas horas impredecibles son también aliados.

"Es un gran líder, lo que necesita la Argentina", ha dicho Malena Galmarini, la esposa del nuevo timonel económico. No han faltado observadores que han comparado la llegada de Massa al Gobierno peronista con lo que le sucedió al sociólogo Fernando Henrique Cardoso cuando, en 1994, se convirtió en ministro de Economía del presidente brasileño Itamar Franco y logró con éxito un plan de estabilidad que todavía se mantiene en el vecino país. La inflación pasó del 1100% al 1% en un año. Cardoso fue victorioso en su cruzada y los brasileños lo premiaron en las urnas con la presidencia frente a Luiz Inacio Lula da Silva, en dos oportunidades.

Cardoso es un intelectual de fuste que tuvo una fuerte influencia en la región en los años sesenta. Massa tiene una biblioteca muy modesta y no se le conoce especial devoción por los libros. Pero nadie duda de lo que Fernández llamó "coraje" y que ciertos analistas definen como una osadía de proporciones al tratar de tomar las riendas de una economía desquiciada. Su esposa ya anticipó: él hará lo imposible para salir adelante. "Si hay que meter la mano en la mierda, hay que meterla",