Débil apoyo local

La milicia libanesa Hizbulá cumple 40 años consagrada como poderoso actor regional

Es el grupo militante más grande y fuertemente armado de Oriente Medio gracias a su poderoso arsenal militar y a su participación en los conflictos de Siria y Yemen

Simpatizantes de Hizbulá conmemoran el 40 aniversario de la Revolución Islámica.

Simpatizantes de Hizbulá conmemoran el 40 aniversario de la Revolución Islámica. / EFE

Andrea López-Tomàs

Las calles de los municipios del sur del Líbano desbordan guirnaldas. Sólo la brisa de un verano infinito agita los centenares de banderines amarillos que presumen de las palabras 'partido de Dios', bordadas en verde. La 'a' inicial de Alá se estira hasta el cielo para dibujar un rifle de asalto que enmarca un verso del Corán. Junto a los gallardetes, los rostros de líderes iranís y libaneses acompañan a los retratos de aquellos jóvenes caídos en combate. Hizbulá está de celebración. La milicia libanesa cumple 40 años erigida como el grupo militante más grande y fuertemente armado de Oriente Próximo.

Nacido en 1982, el ahora también partido político no anunció su creación hasta tres años después cuando se publicó su documento fundacional. El Líbano llevaba más de un lustro sumido en una feroz guerra civil y los días de 1982 fueron los más largos. "La revolución islámica del Líbano" vino a enmendarlos. Hizbulá se formó en pleno apogeo de la invasión israelí del país y, aunque perdió uno de sus objetivos iniciales de establecer una república islámica en el Líbano, como sus aliados en Irán, nunca ha abandonado su segundo propósito. Cuatro décadas después, los militantes de Hizbulá aún abogan por la resistencia contra Israel, "el enemigo sionista".

En estos 40 años, la milicia libanesa ha conseguido pasar de ser una organización desigual a tener un rol innegable en el Líbano y en la región. Hizbulá no sólo domina la política de su país natal, sino que también es el encargado de difundir la influencia iraní en todo el mundo árabe. Presume de tener unos 100.000 combatientes bien entrenados y posee unos 150.000 cohetes y misiles apuntando hacia Israel. El Estado hebreo lo considera su amenaza inmediata más seria. 

Legitimidad en duda

Además, durante la última década, Hizbulá ha intervenido en los conflictos de Siria y Yemen. Abanderando este rol de fiel aliado de Irán, ha dado apoyo militar a sus socios, el presidente sirio Bashar el Asad y los rebeldes hutís. Estas incursiones le han valido la designación de organización terrorista por parte de 26 países, la Unión Europea y la mayoría de Estados de la Liga Árabe. A su vez, su participación en conflictos civiles extranjeros no guarda relación con la supuesta resistencia contra Israel que legitima su existencia, según denuncian sus detractores. 

La intervención de Hizbulá en los conflictos de Siria y Yemen le ha valido la designación de organización terrorista por parte de 26 países, la Unión Europea y la mayoría de Estados de la Liga Árabe

Por esta razón, sumada a la debacle económica del Líbano, muchos han puesto en duda la legitimidad de la milicia. Y prueba de ello es la pérdida de la mayoría parlamentaria en las últimas elecciones del pasado mayo. "Muchos chíis libaneses ya no consideran al grupo como una organización de resistencia que lucha contra la injusticia, la ocupación y la corrupción, sino que lo ven como poco más que un cártel de la droga centrado en la producción en masa y el contrabando de Captagon", de cuyo negocio saca gran parte de sus beneficios, cuenta Hanin Ghaddar, de The Washington Institute. 

"También están enojados por los esfuerzos de Hizbulá para proteger a los políticos corruptos y obstaculizar los procedimientos judiciales relacionados con la explosión del puerto de Beirut en 2020" que acabó con la vida de 215 personas, añade Ghaddar. Los ataques a los manifestantes libaneses durante las protestas de 2019 acabaron de avivar la decaída de apoyos a la milicia. Una encuesta de Zogby del año pasado muestra que el 52% de los libaneses no cree que Hizbulá promueva la estabilidad del país, mientras que el resto considera que todavía lo hacen.

Ghaddar explica que "aunque las ideas de resistencia y antagonismo hacia Israel todavía están profundamente arraigadas, el resentimiento por la guerra y los esfuerzos de Hizbulá por continuar militarizando a la comunidad chií son aún más fuertes". Aún así, Hizbulá sigue actuando como "un Estado dentro de un Estado" en el Líbano. Controla de facto el sur del país, el oriental Valle de la Becá y los suburbios sureños de Beirut. Fue una de las pocas milicias que no se desarmaron tras la guerra civil libanesa (1975-1990) y, por ello, sus filas son más poderosas que las del maltrecho Ejército libanés, sobre todo en plena crisis económica. 

Sin guerras a la vista

En los últimos años, ha suavizado la beligerancia de su discurso contra Arabia Saudí y sus aliados del Golfo, donde vive una parte importante de la diáspora libanesa. Hasán Nasrala sigue al frente de la milicia tras ser nombrado secretario general en 1992. Este carismático y feroz líder rara vez ha aparecido en público desde la guerra de 2006 con Israel. Escondido por el temor a ser asesinado, es considerado un terrorista global y está sujeto a las sanciones de Estados Unidos. Su ausencia física no le impide participar en cada acto público de la milicia a través de vídeos proyectados en pantallas gigantes.

Pese a estar afianzado como la mayor milicia de la región, cada vez más el aislamiento rodea a Irán y sus aliados. La derrota en los comicios libaneses no debilitará en exceso su poder en el contexto local, ya que siempre le quedarán sus amenazas de violencia y sus estrategias para "retrasar procesos clave bloqueando decisiones y creando vacíos en las instituciones". Pero Hizbulá ha aprendido la lección: no habrá guerra. "Ya saben que la amenaza de sus misiles y drones puede lograr más que las propias armas", concluye Ghaddar. El débil apoyo de la sociedad libanesa no aguantaría otro conflicto.