La frase más común es: ‘La vida es una mierda’. Así se sienten. Apáticos, perdidos, solos. No quieren hacer nada: ni estudiar, ni ir al instituto, ni intentar trabajar los que tienen edad. A lo mejor se quedan hasta las tantas jugando a la videoconsola, se levantan tarde y no hay nadie en casa. Y encima caen en otras adicciones, como las apuestas deportivas por internet», explica Marisol Folgado, de la asociación Nueva Vida de Badajoz, que hace casi tres décadas que trabaja con personas drogodependientes y sus familias. También apunta: «Otro elemento que suma para mal es que ahora los adolescentes manejan más dinero, por lo que tienen un acceso más fácil a comprar lo que quieran. Lo cierto es que en los últimos años hemos notado que el problema empieza cada vez en edades más tempranas».

Lo que Folgado describe es una de las realidades con las que trabajan en Nueva Vida: menores de edad con alta dependencia del alcohol, chicos de entre 13 y 17 años que han sido diagnosticados como adictos. «Y sus padres se sienten muy desorientados, no saben cómo ayudarles, cómo intervenir, porque sus hijos no quieren responsabilidades, tienen una actitud muy complicada».

FUERA DE CONTROL / Desde la consejería de Sanidad y Políticas Sociales de la Junta de Extremadura confirman que en un solo año el SES ha tenido que atender a 50 menores con graves problemas de consumo (el dato es de 2016 porque el ejercicio de 2017 aún no se ha cerrado). O lo que es lo mismo, chavales de instituto que han dejado de controlar esa supuesta actividad de ocio que consiste en beber «y lo han convertido básicamente en su refugio», asegura Folgado. Hasta tal punto que necesitan asistencia médica.

Hay afectados desde los 13 años, y en muchas ocasiones además del alcohol también fuman cannabis, el cual se convierte en una nueva adicción. En casos puntuales, aparece la cocaína. Como balance positivo, desde Sanidad y Políticas Sociales aseguran que la edad media en que ahora se inicia el consumo de bebidas alcohólicas se ha atrasado a después de haber cumplido los 14.

¿Hay un perfil común entre los adolescentes que terminan con este problema? «En todos los hogares hay adicciones, que pueden ser las redes sociales o el café, en una dependencia puede caer cualquiera. Es cierto que influyen los valores en que haya sido educado, pero siempre hay excepciones. Sí es cierto que existe un contexto que es más perjudicial y que consiste básicamente en que el menor sienta que está solo. Entonces el alcohol o el cannabis se viven como un refugio», insiste Folgado.

Lo más común: un 80% de chicos frente a un 20% de chicas y hogares donde casi nunca hay algún familiar en casa. Aunque, subrayan desde Nueva Vida, hay situaciones de todo tipo. El nivel social o económico no es un factor condicionante.

CADA VEZ QUE SALEN / ¿Cómo se detecta que hay dependencia? Desde esta asociación ponen algún ejemplo: «Si el menor sale con sus amigos un día a la semana y ese día siempre, por costumbre, se bebe una botella de alcohol (whisky, vodka...) él solo porque tiene esa necesidad. Muchas veces los padres se dan cuenta porque termina ingresado con un coma etílico y no recuerda absolutamente nada de la noche anterior, tienen auténticas lagunas. También ocurre que muestran extrañas salidas de tono en casa y faltas de respeto continuamente. Si se trata del cannabis, la dependencia le hace fumar todos los días y estar totalmente ausente. Al final entran en un bucle donde no hacen nada, solo consumir».

El SES cuenta con numerosos recursos para ofrecer asistencia en este tipo de casos. Entre ellos, los CEDEX (centros ambulatorios de atención a drogodependientes y otras conductas adictivas), repartidos por toda la región. También hay acuerdos con asociaciones de alcohólicos rehabilitados que están subvencionadas por el SES (a través de la secretaría técnica de drogodependencias) que trabajan con tratamientos médicos y psicológicos con el menor y sus familiares.

Y como programa de prevención, funciona el proyecto Construye tu mundo, que el pasado curso llegó a casi 16.000 alumnos de 129 centros educativos de todas la comunidad.

Paralelamente desarrollan su actividad entidades como Nueva Vida. «Cada tratamiento depende del menor, no hay un periodo de tiempo establecido, ni un porcentaje de éxito, cada historia tiene sus peculiaridades. Algunos lo dejan a mitad de terapia, mientras que otros encuentran aquí una salida y empiezan a pensar de otra manera porque se dan cuenta de que realmente quieren un cambio de vida», asegura Folgado.

por cometer INFRACCIONES / Otra manera que tienen los menores de edad de llegar a esta asociación es debido a que cometen alguna infracción relacionada con la tenencia de drogas, «básicamente porque la policía los pilla en la calle con alguna sustancia».

En este caso, la cifra de incautados a lo largo de un año (datos de 2016) y que han sido derivados a un taller informativo y terapéutico ha rondado igualmente el medio centenar. Acudir a esta sesiones es también la manera de esquivar la sanción económica. ¿El perfil? «De todo, clase media, clase alta...». Y la sustancia más común es el cannabis, aunque también hay un caso registrado de cocaína.

«La terapia consiste en unas diez sesiones, en dos están también sus padres, mientras que las otras ocho son individuales. Una vez que terminan, hay algunos que son conscientes de que tienen un problema y se quedan», explica Folgado.

No se trata de una realidad nueva ni de un incremento de casos llamativo; pero la alerta se focaliza en la precocidad y en la evidencia de que el consumo de alcohol se convierte en la principal actividad de ocio los fines de semana para menores a partir de 13 años. Y, en determinadas ocasiones, desemboca en un grave problema de dependencia que convierte a estos adolescentes en personas con un grave problema de adicción.