Entre los 1.999 euros de Luxemburgo y los 235 euros de Rumanía se despliega una horquilla tan amplia como desiguales son las condiciones y niveles de vida en Europa. El Salario Mínimo Interprofesional (SMI) es un concepto ampliamente extendido en el viejo continente. Concretamente, de los 28 estados que conforman la Unión Europea, 22 disponen de él, según la Oficina Europea de Estadística (Eurostat).

España ostenta en términos absolutos el octavo mayor importe de este concepto, siendo el país del sur de Europa con un SMI más alto. No obstante, las cifras que separan a España con el norte de Europa son abultadas, puesto que el séptimo país es Reino Unido, con 1.400 euros de base.

Si bien en términos absolutos España se encuentra en la parte media-alta de la tabla, su posición desciende hacia la segunda más baja si tenemos en cuenta los salarios medios de cada país. Según el VI monitor anual de Adecco sobre salarios, que cruza datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) con los de Eurostat, el SMI en España equivalía en el 2017 al 50% del salario medio, empatado en este sentido con Estonia y únicamente por delante de la República Checa.

En el otro lado de la balanza, en muchos de los estados de la Unión Europea que tienen un mayor salario mínimo, este también se encuentra más cerca del salario medio. Es el caso de Luxemburgo, donde el SMI es de 1.999 euros y el sueldo medio de 3.228 euros, representando el 62% del mismo. En Francia es el 63% y en Bélgica el 60%. En Eslovenia, que tiene un SMI cercano al de España, este representa el 68% del salario medio.

Con el ascenso a los 900 euros, pese a que no se disponen de datos sobre salarios del 2018, el porcentaje, tomando la referencia del estudio de Adecco, asciende hasta el 55%. La Carta Social Europea establece que el salario mínimo interprofesional de cada país debería alcanzar el 60% del sueldo medio. D. UBIETO