Once años y tres meses. Es el tiempo medio en el que una mujer víctima de malos tratos en Extremadura tarda en denunciar a su agresor o pedir ayuda. Esta cifra pone a la región a la cabeza de las comunidades autónomas donde más se tarda en visibilizar esta situación, por encima de la media nacional que se sitúa en los ocho años y ocho meses.

Para Gregorio Gómez Mata, secretario de la Asociación Alma contra la Violencia de Género, «es lógico que se tarde tanto».

Gómez Mata denuncia que las mujeres enfrentan muchas dificultades para poder dar el paso de señalar a su pareja: «Vemos las campañas del 016 y parece que está todo hecho pero son muchos los obstáculos», afirma.

El secretario de Alma apunta a una particularidad de la región que desde su organización están intentando subsanar: el medio rural: «Extremadura es una región rural. Imagínate lo que supone para una mujer ir al cuartel de la Guardia Civil a denunciar. Todo el mundo, incluido el marido, van a saber a lo que va», expone.

También para la presidenta de la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura, Flor Fondón, el domino del medio rural es determinante en esos tres años más de diferencia entre la media nacional y la de la región: «Viene por la presión social, que es mucho mayor en el medio rural. Toda la gente se conoce, son medio familia. Hay mucha presión para que no se denuncie, en especial por parte de la familia del marido», argumenta Fondón. «La mujer tiene miedo a quedarse sola. Hay una dependencia, tanto económica como emocional», añade.

Por ello, una de las principales propuestas de Alma es facilitar otros lugares en los que las víctimas puedan denunciar su situación sin temor a quedar expuestas: «Nosotros proponemos que no se tenga que hacer en el cuartel, sino que puedan proceder en un lugar más oculto, como el ambulatorio. Ese es un lugar no sospechoso, incluso los médicos de cabecera son en muchas ocasiones los primeros en darse cuenta de la situación de malos tratos», explica.

Gómez Mata asegura que Alma hizo llegar esa propuesta al ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska, de quien no han recibido ningún tipo de respuesta: «Se necesitan más recursos. Ellas se tienen que sentir respaldadas. Pero todo lo que sea mejorar supone un gasto público», lamenta.

Fondón también denuncia obstáculos de logística: «En muchos casos la víctima no tiene cómo llegar a la sede de igualdad de su mancomunidad, porque hay una por mancomunidad. El transporte público es deficiente», explica.

Motivaciones

Según el ‘Estudio sobre el tiempo que tardan las mujeres víctimas de violencia de género en verbalizar su situación’ de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, el 50% de las mujeres postergan el tiempo en pedir ayuda por miedo a la reacción del agresor. Otros motivos son la creencia de que lo puede resolver sola (45%), el no reconocerse como víctima (36%), la pena hacia el agresor (29%), la dependencia económica (28%) o la vergüenza (28%).

«Hay muchos factores. Piensan que no van a tener las herramientas necesarias para salir de la situación. Juega un papel el ‘qué dirán’, también les da pena el marido, porque al fin y al cabo es su marido. Todo eso alarga el sufrimiento», argumenta Gómez Mata.

Para un 54% de las mujeres víctimas de violencia machista el mal estado psicológico en el que se encontraban fue un factor determinante que les impulsó a verbalizar su sufrimiento. Las características de la última agresión (41%), el hecho de que los hijos se den cuenta de la situación de violencia (30%) y el apoyo de una persona del entorno (27%) son otros de los principales impulsores. Las organizaciones insisten en la importancia de esto último.

Lo cierto es que a pesar de los avances realizados con las campañas de concienciación, Gómez Mata lamenta que aún se siga viendo como un problema a resolver entre la pareja y en el ámbito privado: «Cuando una mujer es maltratada, lo sabe el vecino. No vivimos entre paredes de hormigón, pero la sociedad todavía lo ve como algo que se soluciona dentro de casa, muchas veces se culpa a la mujer de la situación», dice Gómez Mata.

Fondón describe el llamado «ciclo de la violencia» que hace que la situación de maltrato se prolongue en el tiempo: «La primera etapa es una de tensiones acumuladas, puede durar años y en ella el agresor va minando a la mujer, mientras más larga sea más minada estará ella. La segunda se conoce como ‘estallido’ y es un episodio de violencia física, de agresión. Puede ser al cabo de años y dura uno o dos días. En algunos casos no se llega a este episodio y las mujeres sufren violencia psicológica durante años, que igualmente es muy duro. Y la tercera es la de la reconciliación o ‘luna de miel’ en la que él le pide perdón y ella le cree. Con el tiempo esas fases se hacen cada vez más cortas», añade.

Por eso, la presidenta de Adhex pide que se huya de la narrativa en la que se cuestiona por qué la mujer no ha denunciado: «Se dice: ‘es que no ha querido denunciar’ pero esa mujer está pasando por un proceso muy duro. También se presentan esas valoraciones del vecindario donde se dice que el agresor ‘era una persona normal’, no es una persona normal, es un maltratador». Y llama a la sociedad a involucrarse en frenar esta lacra: «Nos tenemos que convencer de que podemos denunciar. Las denuncias por parte de terceras personas son poquísimas, normalmente vienen de la propia mujer o de la policía», asegura.

«Recuerdo el caso hace poco de un hombre que mató a su hijo y en la televisión los vecinos decían que era buen padre. ¿Cómo va a ser buen padre? Las paredes son de papel, si hay gritos, se lanzan objetos, todo se escucha», añade Gómez Mata.

Ambos coinciden también en que la violencia de género no discrimina, se encuentra en mujeres de toda clase, raza y condición: «Todo se puede dar en todos los niveles sociales y educativos. No hay un perfil de mujer víctima de violencia de género. En la asociación hemos llegado a atender a mujeres psicólogas, que te puede sorprender y te preguntas cómo es posible», narra Gómez Mata.

Fondón lo secunda: «No hay un perfil de mujer maltratada. Puede ser cualquiera: juezas, médicas, amas de casa» y apunta a una violencia probablemente invisibilizada: «Las mujeres de alto estatus social normalmente no acuden a los servicios sociales, se divorcian pero no piden esta ayuda por vergüenza, por estigma social. Entonces lo relacionamos a mujeres de estratos más bajos que sí acuden a estos recursos. Son unas cifras que no se conocen. Pero no hay perfil de mujer víctima de violencia de género como tampoco lo hay de hombre maltratador», afirma.

«Lo que hay es una enfermedad común a combatir que se llama machismo y un síntoma que comparten todos los agresores que es que consideran a la mujer como algo de su propiedad», sentencia.