Isidra García no para quieta un segundo a sus 85 años: cose a diario, hace gimnasia dos veces por semana y solo enciende la televisión para ver el programa de Arturo Valls, «me parto de risa con él». Activa, dicharachera y optimista, presume de su familia, que inunda de fotografías el salón de su casa. Dos hijas, cuatro nietos y dos bisnietas que son su mayor alegría. La visitan con frecuencia a pesar de que ninguno de ellos vive en el pueblo en el que nació, San Pedro de Mérida, y al que se trasladó hace una década tras pasar más de 40 años residiendo en Mérida. «Me he venido a terminar la vida aquí», dice.

Y aquí vive sola pero tranquila. «No me da miedo la soledad, la llevo bien y estoy encantada de la vida. No necesito compañía». Se quedó viuda cuando solo tenía 32 años. «Estoy acostumbrada». Vive sola pero no se siente sola. «En el pueblo nos conocemos todos, y si no viene a casa una viene otra; además, mis hijas me visitan mucho y luego tengo la tranquilidad de que está Susana cerca siempre», cuenta. Susana no es ningún familiar, sino la persona que se encarga de atender las 24 horas del día un avanzado sistema de teleasistencia que instaló el consistorio hace cinco años y que ahora se pone de modelo junto a la iniciativa de Pescueza, en Cáceres. Isidra fue, precisamente, la primera vecina que probó este innovador sistema.

La casa piloto

En una de las paredes de su salón se instaló en 2014 un intercomunicador que se activa con solo pulsar una medalla que ella suele tener siempre en la mesita de noche. Con solo presionar el único botón que tiene, aparece la voz amable de Susana en casa. «Buenos días Isidra, ¿cómo está hoy? ¿le sucede algo?». «Me da mucha tranquilidad saber que en cualquier momento está ahí, y mis hijas también están mucho más tranquilas sabiendo que tengo este servicio».

La rápida comunicación con Susana es solo una de las acciones del sistema que funciona conectando en red las casas de los usuarios beneficiarios con el ayuntamiento a través de un software donde queda registrada cualquier comunicación y que permite incluso movilizar rápidamente recursos necesarios como el 112 o conectar con los familiares. Pero Susana no solo está para urgencias y es ella también la que periódicamente contacta con los usuarios para preguntar cómo va el día o recordar la medicación. Hay más posibilidades en este sistema. «Si quisiéramos se podría incluso instalar cámaras en casa», añade el acalde de San Pedro de Mérida, Andrés Pérez.

El pueblo como residencia

La idea, cuenta, surgió precisamente en época de vacas flacas. «Nos quitaron el servicio de ayuda a domicilio y redujeron las subvenciones a servicios sociales, pero la gente mayor seguía teniendo necesidad». El compromiso del consistorio era levantar una residencia de mayores o un centro de noche, «pero la situación económica no lo permitía. Ni teníamos dinero para construir, ni probablemente habríamos tenido para mantener una residencia». Y dándoles vueltas a la cabeza encontraron la solución: «que las propias habitaciones y estancias de los mayores de esa residencia que no podíamos hacer fueran sus propias casas».

De momento hay 16 mayores que cuentan con el sistema en este muncipio pacense, de unos 850 vecinos (más de un centenar supera los 70 años, según el INE), y la idea es seguir creciendo: «vamos a instalar cinco intercomunicadores más porque hay demanda».

Esta servicio es gratuita para aquellos mayores que tengan contratada alguna otra prestación de las que ofrece el centro de día: ayuda o comida a domicilio. «También hay servicio de aseo y lavandería; de forma que una persona que no sea totalmente dependiente puede tener cubiertas sus necesidades básicas las 24 horas del día», insiste el alcalde.

El sistema es tan útil, que hay distintos pueblos extremeños que ya han visitado la localidad para conocer de cerca su funcionamiento. «También le hemos ofrecido el servicio a la Diputación de Badajoz porque el sistema tiene capacidad para registrar hasta mil usuarios y la inversión, de unos 15.000 euros, ya está hecha».

Mientras, Andrés Pérez hace un poco de autocrítica: «En los ayuntamientos todavía tenemos el síndrome del ladrillo, queremos obras, y lo que tenemos que hacer es cubrir las necesidades de la gente de la manera más eficiente posible. No puede haber una residencia de mayores en cada pueblo de Extremadura, hay que ser sensatos».