«En Cáceres están pidiendo como agua de mayo colocadores de cartón yeso, pero también están buscando operadores de grúa móvil, oficiales de primera de albañilería, o gente que sepa colocar aislamientos. Faltan trabajadores en muchas especialidades». Así es como Pedro Pérez Francés, gerente de la Fundación Laboral de la Construcción en Extremadura, resume la escasez de mano de obra especializada que sufre el sector de la construcción en la comunidad autónoma.

Una situación que está en las antípodas de la que había hace poco más de una década, cuando en pleno ‘boom’ de la construcción la mano de obra en estas actividades no era precisamente reducida. En la región llegaron a ser 55.000 los trabajadores inscritos en el Régimen General de la Seguridad Social. Hoy son 16.000. De cada tres, dos se fueron al paro, se reincorporaron a otros sectores o están ya jubilados.

Aunque si se tienen en cuenta los autónomos, la cifra ronda actualmente los 25.000, muchos de ellos no están trabajando en la región sino que salen fuera, donde hay más movimiento de obras y los sueldos también son más altos. «Las empresas grandes o medianas están llevando sus trabajadores fuera, donde hay más demanda. Es lo que produce el déficit de especialistas», resalta.

Como consecuencia de la gran recesión, muchos operarios que estaban en estas actividades se pasaron a otras como la hostelería o la agricultura. «A lo mejor no eran grandes especialistas pero sí llevaban ya entonces cuatro o cinco años colocando aislamientos o ladrillo visto. Ahora va a ser muy difícil atraerlos de nuevo», añade Pérez Francés. Entre otras cosas, porque los sueldos ya no son los mismos que entonces. Rondan «aproximadamente un 60%» de los que había en los momentos álgidos. Con todo, en el caso de los puestos cualificados, afirma que son montantes suficientes para estar por encima de lo que se paga en otras actividades, ya sean agrícolas o de la rama de los servicios. Además, como otras dos ventajas adicionales argumenta que la carencia de mano de obra hace que las remuneraciones estén yendo en estos momentos al alza y que el de la construcción es un convenio «muy regulado y que da muchas vacaciones».

TRABAJO FUERA DE LA REGIÓN

Durante los últimos años, en Extremadura la construcción ha repuntado menos que en otras regiones. Eso ha hecho que los salarios sean inferiores y que también la duración media de los contratos se prolongue menos. Así que, ganando más y durante más tiempo, lo normal es que muchos albañiles decidan irse fuera. Las empresas ya de cierta dimensión —y sus plantillas—, agrega, también están optando por irse fuera a «Madrid, Murcia, Baleares o Valencia», donde además de haber más faena, son muy competitivas porque trabajan «con precios extremeños».

La consecuencia de todo ello es que «cuando aquí hay una obra grande», las constructoras tienen «muchísima dificultad para completar sus plantillas; no encuentran gente cualificada para atender estas necesidades puntuales», señala. También se traduce en que a día de hoy cualquier profesional competente tiene garantizado casi al cien por cien encontrar un empleo en Extremadura. «Luego él decidirá si quiere trabajar por 1.100 o 1.200 euros, que es lo que se paga aquí, o por 1.600 si quiere irse a Madrid, pero trabajo tiene».

«Se necesitan sobre todo oficiales de primera. En primer lugar, porque no hay recambio generacional y, en segundo, porque los pocos que van quedando se van fuera de Extremadura, donde hay obras», coincide Joaquín Sánchez Chamorro, secretario general de la Federación Provincial de Empresarios de la Construcción de Cáceres (Fecons). «Es lo que más falta hace, pero en general escasea mano de obra cualificada en todo», añade, a pesar de que este perfil laboral tiene a día de hoy empleo «seguro» y de que las perspectivas de cara al futuro son igualmente «buenas».

«A Madrid se está yendo muchísima mano de obra porque los contratan de lunes a jueves. Se van el lunes de madrugada, hacen tres noches en Madrid, y el jueves por la tarde-noche se vuelven», explica. A su juicio, el principal problema «es que no encontramos gente que desee formarse porque, con la crisis que hemos pasado, los padres no quieren que sus hijos se pongan de albañiles. Así de claro. Hay un rechazo social a lo que es el trabajo en construcción».

Miguel Talavera, secretario general de la Federación de Industria, Construcción y Agro (FICA) de UGT Extremadura, apunta que «ahora aún no tenemos problemas muy acuciantes, pero de aquí a algún tiempo, cuando la construcción repunte en la región, los va a haber muy serios para encontrar oficiales». «Falta el albañil de toda la vida. Este que empezaba haciendo la cimentación y terminaba pintando la casa, el todoterreno que valía para todo», esgrime. La crisis expulsó a muchos de ellos del mercado laboral y rompió también «la cadena de formación» que unía a estos profesionales con los que iban incorporándose al mercado. Entre los que aguantan, «la media de edad es altísima. La gente experta hoy tiene de cincuenta años para arriba».

Talavera pone también encima de la mesa otra razón que juega en contra de la incorporación de profesionales: la precariedad laboral. «La gente joven no acude al sector de la construcción porque no es atractivo. Se trabaja muy duro, y los salarios tendrían que ser más altos». Además, apostilla, no garantiza suficiente continuidad para alguien que quiera «hacer su vida o pretenda formar una familia. No hay estabilidad, aquí el trabajo dura lo que dura la obra. Habrá que planificar esto de alguna manera para que se pueda estar trabajando como mínimo entre ocho y diez meses al año». Porque, incide, esta es una actividad «de futuro. Esto no es como las alfombras, que te las pueden traer de Pakistán. Las casas siempre vamos a tener que hacerlas aquí».