Que todos vamos a morir es un hecho. Lo que está menos claro es cuál será la causa, porque la forma más probable de abandonar este mundo dependerá mucho de cuál sea nuestro género, de la edad a la que se produzca el deceso o, incluso, de dónde se resida. Ya se sabe, en cuestiones de salud, el código postal a veces puede ser tan importante como el código genético.

En el 2018, último año con datos del INE, fallecieron en la comunidad autónoma 11.451 personas. Aunque es una cifra menor que la del 2017 (11.585), el número de muertes ha ido aumentando paulatinamente conforme avanzaba el presente siglo, que arrancó con 10.338 decesos (en el 2001). Un cambio que ha sido consecuencia lógica del progresivo envejecimiento de la población.

No es la única tendencia que reflejan los datos de mortalidad del INE, ya que en ellos se aprecia igualmente cómo los tumores van ganando terreno a las enfermedades circulatorias. Si bien estas se mantienen como principal motivo de fallecimiento, cada año su letalidad es algo menor, mientras que la del cáncer sigue una dirección opuesta.

«Aunque la supervivencia del cáncer ha aumentado hasta superar el 50% de forma global, la incidencia y la mortalidad siguen al alza por el envejecimiento de la población», explica Guadalupe Sabio, científica del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC), que incide también en que «los tratamientos de las afecciones circulatorias cada vez son mejores y se está consiguiendo aumentar la supervivencia de los pacientes tras, por ejemplo, un ataque de miocardio». Esta mejora de la atención está llevando a que la distancia entre estas dos causas de muerte sea cada vez menor por una segunda vía: al ganar años de existencia quienes sufren problemas circulatorios, se abre la posibilidad de que estas mismas personas acaben desarrollando tumores en un futuro. «Esperemos que los avances científicos sigan ayudando a alargar la supervivencia de los pacientes con cáncer y, a corto plazo, veamos que la esperanza de vida aumenta», apostilla.

En esta misma línea, Mauro Ramos, subdirector de Epidemiología del Servicio Extremeño de Salud (SES), resalta el impacto positivo que ha tenido en los últimos años la puesta en marcha en la región del ‘código ictus’ y del ‘código infarto’. Se trata de protocolos de asistencia rápida y especializada para las personas que sufren estos episodios, que han hecho que, en conjunto, «disminuya el número de fallecimientos por enfermedades cardiovasculares». Además, también menciona como otro factor que ha contribuido a este avance «la mejora de los hábitos de vida» que se ha experimentado. «Ni comemos tanta grasa, ni fumamos tanto», aduce.

La prevalencia del cáncer es, en cualquier caso, más elevada en Extremadura que de media en España. La tasa bruta de mortalidad debida a tumores de la comunidad autónoma se sitúa en 289,5 (por cien mil habitantes), mientras que la nacional está en 241,2, un diferencial «que podría estar sustentado en que la población extremeña está más envejecida que la media nacional y, por tanto, es normal que aparezcan más muertes por cáncer», esgrime Sabio.

Al comparar las tasas estandarizadas —que representan la mortalidad de las regiones si todas tuvieran la misma composición por edad— la brecha disminuye, pero sigue manteniéndose. De hecho, solo la de Asturias supera a la tasa extremeña. Sobre este aspecto, Mauro Ramos considera que el «factor de riesgo fundamental» que puede motivar esta circunstancia es el consumo de tabaco. «Tenemos una tasa que está entre las más altas de España. Durante mucho tiempo ha sido la más elevada. Algunas encuestas han llegado a mostrar que más de una tercera parte de la población extremeña fumaba de una forma habitual», esgrime. Y aunque se trate de un hábito abandonado hace ya tiempo, «personas que fueron fumadoras hace 20 o 30 años es ahora cuando tienen los tumores», precisa el subdirector de Epidemiología del SES, que recuerda que el tabaco está asociado a diferentes tipos de cáncer como los de bronquios, tráquea y pulmón (el que produjo más muertes en el 2018 en Extremadura, 604) o el de vejiga (124), ambos «más comunes en hombres», donde la proporción de fumadores es también superior.

POR GÉNEROS

Del análisis de los datos del INE también se desprende que los hombres son mucho más propensos a morir de tumores que la mujeres (1.955 frente a 1.134 muertes) y que ellas perecen más habitualmente por enfermedades del sistema circulatorio (1.826, mientras que en varones fueron 1.464). «Desde hace tiempo existen evidencias claras de que hay enfermedades que aparecen con más frecuencia en hombres que en mujeres. Hoy día los estudios científicos empiezan a entender mecanísticamente cuáles son esas diferencias», precisa Guadalupe Sabio. En este sentido, cita el cáncer hepático, cuya incidencia —superior entre los hombres— ha analizado el grupo de investigación del CNIC que ella dirige. Sus estudios han logrado demostrar «que las diferencias entre la grasa de las mujeres y de los hombres juegan un papel primordial» en el desarrollo de esta patología.

«También sabemos que las mujeres padecen más enfermedades cardiovasculares y que además los síntomas son diferentes. Cada vez hay más estudios que intentan entender estas diferencias. Conseguirlo podría ayudar a encontrar mejores tratamientos para ambos y también mejores marcadores de enfermedad», afirma.

Dentro de los tumores, al margen de aquellos que son exclusivamente masculinos o femeninos (como los de próstata, ovario o útero), hay otros que presentan amplias diferencias en la tasa de mortalidad entre sexos. A excepción del de mama (con 158 mujeres y dos hombres fallecidos), la balanza se inclina siempre del lado de los varones. Es lo que sucede con el de tráquea, bronquios y pulmón (521 y 83 muertes); o el de colon (220 y 124). «La dieta de los hombres suele ser más carnívora, menos sana y con menos verduras que la de las mujeres», apunta sobre este último Mauro Ramos.

Aparte de los anteriores, entre los tumores que más matan en la región también figuran los de páncreas (175 muertes), estómago (160) y próstata (159).

El creciente envejecimiento de la población está también detrás de otra importante transformación en los patrones de mortalidad que se ha experimentado en las últimas décadas, el aumento de afecciones como el alzhéimer o los trastornos mentales seniles y preseniles. El alzhéimer ha pasado de causar 136 óbitos en el 2001 a 350 en el 2018. La subida ha sido aun mayor en los trastornos seniles y preseniles, de 97 a 546 en este mismo periodo, lo que supone que se han multiplicado por más de cinco. Tanto en una como en otra patología la incidencia es muy superior en mujeres (239 y 352 decesos en el 2018, respectivamente), que en hombres (111 y 194).

¿Y qué ocurre si en lo que nos fijamos es en los tramos de edad? Hasta los 29 años (148 fallecimientos), son los tumores los que acaban con más vidas (39), pero hay una importante presencia de las causas externas de mortalidad (las que tienen su origen en accidentes, violencia o envenenamientos, entre otros sucesos), con 36 muertes, y de las afecciones originadas en el periodo perinatal, con 18. Aunque el cáncer se mantiene también en el primer lugar entre los 30 y los 49 años, es realmente a partir de los cincuenta cuando empieza a dispararse su aparición, con 299 muertes entre los 50 y los 59; 546 de los 60 a los 69; 819 de los 70 a los 79; y 1.029 de los 80 a los 89.

El predominio de las enfermedades circulatorias comienza a acentuarse más tarde, de forma que alcanza sus picos en el segmento de edad que va de los 80 a los 89 años (1.545 fallecimientos) y a partir de los noventa (975).

CAUSAS EXTERNAS

Dentro de las causas externas, que estuvieron detrás de 297 fallecimientos en el 2018, el epígrafe ‘otros accidentes’ aparece como el principal motivo (89), por encima de los suicidios (70), si bien estos se mantienen a la cabeza en el caso de los varones (58). Los ahogamientos y sofocos accidentales (49), los accidentes de tráfico (42) y las caídas accidentales (27) figuran a continuación. Además, seis personas perdieron la vida por complicaciones de la atención médica y quirúrgica, cuatro por envenenamiento accidental por psicofármacos y drogas de abuso, y dos por homicidio.

En el contexto nacional, la tasa estandarizada de mortalidad extremeña (890,05 por cien mil habitantes) es la quinta más elevada, por detrás de las de Melilla (1.009,15); Andalucía (953,64); Ceuta (952,6); y Murcia (890,29). La media estatal es de 832,16, con Madrid (689,04), Castilla y León (757,05) y Navarra (761,79) a la cola.