Ser universitario en tiempos de covid-19 está siendo «triste», «desmotivante» y todo un reto para muchos extremeños. Mientras en la Universidad de Extremadura la mayoría de las clases están siendo presenciales, en otros muchos campus la apuesta es reducir al máximo la presencialidad e incluso suspenderla. Es lo que ha pasado en la Universidad de Granada, donde estudia la cacereña Marta Galea el doble grado de Ciencias Políticas y Derecho. Ella sabía que el curso iba a empezar de forma semipresencial, pero lo que no podía imaginar es que solo un mes después dejaría de pisar el campus y volvería a Cáceres. «Me da mucha rabia, me fui en septiembre a Granada porque las clases iban a ser una semana presencial y otra semana 'on line', con la idea de volver a disfrutar de la universidad, de los compañeros, de la vida universitaria con las restricciones y limitaciones que nos marca la situación, pero todo se ha ido poniendo más feo, ha sido muy triste y hace unos días volví a Cáceres porque se me estaba haciendo difícil estar en un piso sola con una compañera, ya no quedaba nada de la Granada universitaria», cuenta.

Marta Galea, que estudia en Granada, posa en su casa en Cáceres. Foto: Silvia Sánchez Fernández

Ante la incidencia del covid-19, la Junta de Andalucía suspendió a mediados de octubre la actividad presencial en la universidad granadina y en noviembre amplió esta restricción al resto de universidades andaluzas, aunque algunas ya traían desde principio de curso un modelo más telemático que presencial.

Un cambio radical

Un cambio radicalY allí, en Andalucía, precisamente, hay un buen número de universitarios extremeños, que han visto alterada por completo (y otra vez) su vida universitaria. Solo en la Universidad de Sevilla (US) estudian en la actualidad 3.057 extremeños entre títulos de grado, máster y doctorado, según los datos facilitados por la institución. Pero hay extremeños repartidos en muchas otras universidades de la comunidad andaluza. En el curso actual, de los más de 1.700 extremeños que han pedido un traslado de expediente en la Universidad de Extremadura para iniciar estudios fuera de la comunidad, más de 700 lo han hecho para marcharse a campus de Andalucía, el 80% de ellos a Sevilla.

Allí estudia otra cacereña, Estefanía Núñez, tercero de Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo de Productos en la Universidad de Sevilla. En su facultad el curso ya empezó 'on line', así que las últimas restricciones apenas le afectan. Solo va al campus una vez al mes a realizar alguna práctica. «A los universitarios nos ha cambiado la vida radicalmente. El año pasado me pasaba el día en la facultad y ahora sentada en mi cuarto, en Cáceres con mis padres. Siento como si estuviera de nuevo en 2º de Bachillerato», dice. Ante la incertidumbre, antes del verano renovó su contrato en la residencia universitaria donde vivía el año pasado y la está pagando, aunque la pisa poco.

Estefanía Núñez, universitaria en Sevilla, en su casa de Cáceres. Foto: Silvia Sánchez Fernández

Ahora todas las clases son telemáticas, en directo o grabadas, y aunque reconoce que los profesores están más preparados que en marzo y abril, la formación a distancia es más complicada: «cuesta más enterarse de las cosas sobre todo en asignaturas como Matemáticas o Física, cuesta más concentrarse, avanzan más rápido en el temario y solo puedes interactuar con la gente de tu clase por Whatsapp. Todo es más difícil, más frío y más individualista. Si de por sí es una carrera que ya tiene mucha competencia, ahora más». Y todo esto sin nada de vida universitaria fuera del campus. «Echo de menos socializarme más, compartir con los compañeros, salir de fiesta...», relata Estefanía.

Esta situación entraña, además, un riesgo para los estudiantes, el desapego. Y los temores no son infundados. Las estadísticas que maneja el Ministerio de Universidades dicen que la deserción en grados universitarios online es de media del 62%, mientras que en la modalidad presencial baja al 27%, es decir una tercera parte. Y eso era antes del coronavirus. Por tipos de estudios, el mayor riesgo de abandono afecta a los grados de Artes y Humanidades, donde la tasa de deserción era del 42,2%. En los estudios de Ciencias Sociales y Jurídicas el porcentaje es del 31,4%; en Ingeniería y Arquitectura, del 41,5%; en Ciencias de la Salud, del 26,6%, y en Ciencias, del 35,5%. El abandono entre los que entraron en la universidad con una nota de acceso de entre 5 y 5,5 era del 45,1%, mientras que los que sacaron entre 12 y 14 abandonaron en un 6,6%.

«La verdad, es bastante desmotivante: en casa te levantas más tarde, si no te apetece ni te vistes y si quieres te conectas a clase y si no, no porque nadie te controla... Por la mañana estás en las clases y por la tarde estudiando y al final no te levantas de la silla desde las ocho de la mañana hasta la ocho de la tarde. Y así todos los días. Me está costando mucho a nivel mental adaptarme a esta situación, porque yo eché una matrícula para estudiar de forma presencial, no 'on line'», lamenta.

Más organización

Más organizaciónAdemás, la enseñanza a distancia también les requiere más auto organización. «Tenemos mucha libertad detrás de la cámara y algunos profesores se dedican más a resolver las dudas que tengamos que a explicar materia, así que nos tenemos que preparar más por nuestra cuenta», añade Marta Galea, que anota otro inconveniente: las restricciones de movilidad, que a ella le ha costado algún disgusto. «Cuando decidí ya volverme a Cáceres hace unos días porque dijeron que se mantenían las medidas en Granada, un policía me dijo en la estación de autobuses que si volvía me multaba, que me tenía que haber ido antes. Me eché a llorar», cuenta esta cacereña, que sigue pagando su parte del alquiler del piso de estudiantes que comparte con otros tres universitarios.

¿Confías en que la situación cambie pronto? «Pues no tiene mucha pinta». Como pronto, ninguna de estas estudiantes espera volver a pisar su facultad ya hasta enero. Pero hay quien todavía no ha llegado a poner un pie en ella. «Desde que empezó el curso no he ido ni un día a la universidad», cuenta Nacho Vinuesa, estudiante de Criminología en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

Nacho Vinuesa, de Badajoz, cursa 'on line' Criminología en Sevilla. Foto: Andrés Rodríguez

Aunque es de Badajoz, está siguiendo el curso totalmente 'on line' desde Sevilla, desde la residencia universitaria donde vive. «Como no teníamos claro qué iba a pasar este curso, yo volví a renovar la residencia pensando que las clases podrían ser presenciales porque hasta última hora no lo decidieron. Así que, ya que tengo plaza, estoy allí normalmente aunque no vaya a la facultad. Por lo menos hay más ambiente universitario y aunque tenemos muchas limitaciones, creo que esta situación es más llevadera que si viviera en un piso de estudiantes porque convives con otros universitarios, aunque la vida social no tiene nada que ver con el año pasado, por supuesto. En Sevilla la hostelería cierra a las seis de la tarde y el toque de queda es a las diez de la noche», explica.

En su caso, no ha llegado a tener ni una sola clase presencial desde que comenzó, aunque hay otras carreras de su universidad que sí han alternado los distintos modelos de enseñanza. Y eso, dice, «se lleva mal». «Porque no es lo mismo tener a un profesor delante que tenerlo por videoconferencia». No obstante, Nacho reconoce que los docentes ahora sí lo están haciendo mejor que durante el confinamiento, que «les pilló sin mucha idea». Pero aún así le preocupa sobre todo los exámenes. «Hace poco nos han dicho que serán presenciales y pueden ser más duros». Mientras, siguen con el reto de seguir siendo universitarios aún sin pisar la universidad.