«El 13 de marzo del 2020 sabíamos en casa que era el último día de ‘cole’ para Emma por un tiempo, pero nunca me imaginé que tanto. Y menos aún que un año después no tendría certezas de cuándo podrá volver mi hija a su clase, con sus compañeros y con su profesora». Emma está a punto de cumplir ocho años y estudia 2º de Primaria en el CEIP San Roque de Almendralejo, aunque no ha vuelto a pisar el aula desde que se decretó el estado de alarma que confinó a todo el país y cerró los colegios, hace justo un año. El pasado mes de septiembre, cuando la mayoría de los niños arrancaban un curso atípico entre protocolos, geles y mascarillas, ella se sentaba de nuevo en el pupitre de su habitación de juegos para seguir con las clases a distancia, aunque en ese momento no estaba muy claro cómo. Unos días antes la cardióloga que sigue la evolución de la cardiopatía congénita (una malformación en el corazón) con la que nació, había firmado un informe en el que desaconsejaba que la niña se incorporara a la rutina escolar presencial «por ser una persona de alto riesgo mortal frente a coronavirus», reproduce Zaira Martín, la madre de Emma.

Es probable que Inés Rodríguez también termine 2º de la ESO sin poder pisar el instituto, aunque en su casa cruzan los dedos para que, si la situación mejora, pueda empezar a asistir a algunas clases presenciales en el tercer trimestre junto a sus compañeros del colegio Claret de Don Benito. «Está deseando volver, aunque ella es consciente de su enfermedad y las complicaciones», dice su madre, Covadonga Godoy. Inés tiene una cardiopatía congénita compleja por la que, básicamente, vive con la mitad del corazón, lo que la hace muy vulnerable ante un contagio de covid-19 (las patologías coronarias son uno de los factores de riesgo). «Una simple gripe puede ser muy complicada para ella», recuerda la madre, que valora también el apoyo que desde la fundación Menudos Corazones, les brindan desde el inicio de la pandemia. «Desde el primer momento tuvimos a médicos a nuestra disposición para tener toda la información sobre la enfermedad», reconoce. El problema es que tampoco hay muchos datos, así que de momento mantienen una burbuja en el entorno familiar.

Vulnerables

Como Inés y Emma, se estima que hay en Extremadura al menos un centenar de menores que no están acudiendo a los centros educativos este año por patologías que les hacen especialmente vulnerables frente al coronarivus. Según los datos de la Consejería de Educación, en estos momentos hay 94 alumnos dentro de la línea del programa Proa Plus, destinada a ayudar a los niños que no pueden acudir a sus centros educativos por ser especialmente vulnerables frente al covid-19. Un profesor de apoyo vinculado al colegio acude al casa de estos niños para darles las clases que no pueden seguir presencialmente. Es el ‘enlace entre el menor y su aula.

Emma tiene a una de estas profesoras. Acude a su casa dos horas los lunes, miércoles y viernes y le ayuda con las asignaturas básicas (lengua o matemáticas, por ejemplo). Inés, sin embargo, estudia directamente con los contenidos que le van proporcionando sus profesores y profesores que han buscado sus padres para materias como Inglés.

«Académicamente la niña está atendida más o menos. Aunque sin mi ayuda sería imposible porque ella tiene una profesora dos horas, tres días a la semana, cuando sus compañeros están en clase con la profesora cinco horas todos los días. No trabajo, pero habría tenido que dejarlo con esta situación», explica Zaira Martín. Pero no es la parte académica la que más le inquieta («está sacando unas notas excepcionales», apostilla) sino el desarrollo social y emocional de Emma.

Zaira Martín - Madre de Emma

«A veces me pregunta si cuando vuelva, sus amigos querrán jugar con ella después de tanto tiempo»

«Es como si nuestra vida hubiera entrado en un paréntesis que dura ya un año. Como si todo nuestro mundo se hubiera parado», reconoce la progenitora. Y le angustia que el paréntesis mantenga en suspenso el micromundo de una niña de 7 años: las extraescolares, los juegos en el colegio, la relación con la profesora, la interacción con amigos... A la niña también le preocupa a veces: «Me plantea si cuando vuelva al colegio los amigos querrán jugar con ella después de tanto tiempo». «Yo misma me pregunto si mi hija sabrá cómo interactuar con sus compañeros cuando pueda volver. ¿Cuándo podrá volver? ¿Cuándo será seguro para ella? ¿Esto va a ser cosa ya de un mes, de cuatro meses o por tiempo indefinido si el virus no se va como dicen algunos? A veces pienso que llegará septiembre otra vez y todo será igual para ella. Es agotador», relata la madre.

La vida de Emma en este último año está llena de escenarios solitarios o que incluyen solo al núcleo familiar. «La hija de mi marido viene en fines de semanas alternos y esos momentos con su hermana se han convertido en el gran momento de alegría de Emma. Y en un drama cuando se marcha», cuenta Martín. Durante la semana aprovechan la última hora de la mañana para ir al parque y que Emma pueda jugar mientras el resto de niños está en el colegio. «No estamos encerrados, pero tampoco salimos mucho. Y la mayoría del tiempo juega sola o conmigo», cuenta la madre. «Es admirable que lo lleve tan bien», reivindica.

Incógnitas

Covadonga Godoy se aferra a los estudios que se están empezando a hacer sobre la aplicación de la vacuna en menores y cruza los dedos para que la situación vaya mejorando y su hija Inés pueda pisar el instituto antes de junio para algo más que hacer un examen. Aun así su rutina tampoco dista mucho ahora de la de sus compañeros.

Covadonga Godoy - Madre de Inés

e Inés

"La colaboración del centro está siendo esencial. Le facilitan todo en la medida de lo posible"

Cada mañana esta adolescente de 13 años se pone en pie a las 7.30 horas, se viste con su uniforme del Colegio Claret de don Benito y se sienta en la mesa del salón con sus libros y el portátil para empezar las clases. «Está en casa, pero precisamente por eso, tenemos una rutinas muy marcadas», cuenta la madre. Tres días a la semana le acompaña al otro lado de la mesa el padre, que se ha acogido en su trabajo a la modalidad semipresencial (dos días en el centro de trabajo y tres de teletrabajo) para poder acompañar a la menor. Los otros dos días es la madre, que tiene una clínica dental, la que reorganiza las citas para despejar las mañanas y poder ayudar a su hija.

«La colaboración del centro escolar está siendo esencial y es cierto que le facilitan todo en la medida de lo posible», cuenta la madre. Por la mañana se conecta con el profesor de Física y Química y luego sigue el resto de asignaturas a través de la plataforma online del centro.

«Desde que comenzó el confinamiento empezamos a trabajar con la plataforma online y la hemos ido mejorando. Ahora los alumnos se pueden conectar por webcam y seguir toda la jornada escolar desde sus casas, enviar las tareas e incluso hacer los exámenes», cuenta el director del Claret, Antonio Valiente. Inés trabaja así y en tardes alternas se conectan también los profesores para ver tareas concretas con ella.

Tik Tok

«Algunas veces me pregunta cuándo podrá volver al instituto. Inés lo echa de menos y es normal», reconoce Covadonga Godoy. Las videollamadas de Whatsapp y la aplicación Tik Tok se han convertido en las herramientas básicas para que Inés pueda mantener el contacto con la mayoría de los compañeros, salvo alguna visita «muy esporádica» de alguna amiga. Queda con ella en la calle y da una vuelta por el barrio o bien sale a montar en bicicleta con los hermanos «para respirar un poco», cuenta la madre, que se muestra optimista: «Estoy esperanzada con los estudios de la aplicación de la vacuna en menores. Estoy convencida de que va a ser cuestión de tiempo y que solo falta un poco más de paciencia».

69 centros trabajan 'on line' con alumnos vulnerables

El Programa Proa Plus que gestiona la dirección General de Innovación e Inclusión Educativa atiende en estos momentos a 69 centros educativos, dentro de una de las líneas de actuación que tiene, destinada a «garantizar la continuidad y el avance del alumnado más vulnerable debido a la situación de la pandemia», explican en la Consejería de Educación. En concreto son 13 centros de Secundaria y 56 de Infantil y Primaria, para los que se han contratado 69 profesores (uno por centro) de los que 60 son contratos a jornada completa y otros seis son de media jornada. Estos últimos atienden a tres niños cada uno en sus domicilios, mientras que los docentes con contratos parciales trabajan con uno o dos niños (dos horas con cada menor tres días a la semana). El resto del horario lo desarrollan en el centro educativo con otras tareas, según explican desde la consejería.

«No son profesores particulares, sino destinados a reforzar los aprendizajes fundamentales. Se trata de mantener una coordinación con el tutor y el equipo directivo para minimizar los efectos de la pandemia en el aspecto social de los alumnos», señala el director General de Innovación Educativa, Juan Pablo Venero.

El programa Proa Plus cuenta con una segunda línea de trabajo en la que participan 126 familias, a las que se forma en competencias digitales para impulsar su implicación en el aprendizaje. En ambos casos, son lo centros escolares los que solicitan a Educación la adscripción a alguna de las líneas de programa.