Hoy hace justo un año que el presidente del Gobierno decretaba el primer estado de alarma y el confinamiento domiciliario en España. Una respuesta insólita a una pandemia inesperada y virulenta. La vida cambiaba de golpe. Las rutinas desaparecieron y el miedo y la incertidumbre se encargaron de gobernar la cotidianidad. La crisis sanitaria ya había comenzado días antes (la primera muerte por covid en la región se produjo el 11 de marzo), pero la económica y la social empezaban ese día.

Se acabaron los besos y los abrazos y comenzaban los recelos, las calles desiertas, los aplausos a las ocho de la tarde y las cajas de los negocios vacías. Hoy hace justo un año que se decretó el confinamiento general y el cierre de los comercios (solo abrían los esenciales), de los centros educativos, de la hostelería, los edificios culturales y deportivos. Se cerraban las 367 residencias de mayores, muchas de ellas con el virus ya dentro, y aprendimos a ser otros: distancia social, desinfección constante y mascarillas (aunque no fueron obligatorias en España hasta el 13 de julio). Pero lo peor estaba por llegar: muertes, entierros sin despedidas, soledad, desesperación, trabajadores saturados, angustia, hospitales sin camas ni respiradores, colas en las incineradoras...

Nada era normal hace un año. Y hoy continúa sin serlo. En menos de un año se han desarrollado varias vacunas para frenar la pandemia y se están inoculando, poco a poco, a la población desde principios de este 2021. Pero hay todavía incógnitas por resolver, sigue sin haber tratamiento contra la enfermedad («la mejor receta continúa siendo quedarse en casa») y quedan muchas heridas abiertas y duelos por cerrar. Desde que comenzó la pandemia en Extremadura han fallecido 1.716 extremeños y extremeñas a causa del covid-19 (72.258 personas en España), buena parte mayores de 65 años. Y los contagiados en la región suman casi 70.000 (3.183.704 en el conjunto nacional), algunos con síntomas que no terminan de desaparecer aunque pasen los meses. Y queda miedo, incertidumbre, confusión, hartazgo... y el temor a una cuarta ola de contagios esta próxima primavera, que siga sumando dolor. Este es solo un balance simple de un año que lo ha cambiado todo.

Hoy miramos atrás, a aquellos primeros días de marzo del 2020, con seis extremeños que desde diferentes responsabilidades y sectores han vivido bajo el shock de la pandemia. Con Agustín Muñoz, médico especialista en Patologías Infecciosas en el hospital de Badajoz, que si esperaba una pandemia no era de coronavirus. Belén Terrón, universitaria pacense y una de las primeras extremeñas contagiadas mientras disfrutaba de los carnavales de Venecia. Beatriz Pinilla, responsable de Geryvida en Cáceres, una de esas residencias donde viven los más vulnerables. Con Juan Carlos González, director del Centro de Urgencias y Emergencias 112, el primer aliado siempre. Luis Tobajas, médico de familia rural en Membrío, que siguió intentado curar aún sin tratamiento. Con Gonzalo Sesma, responsable de la cooperativa farmacéutica Bidafarma en Cáceres que luchaba contra la escasez de aquellos productos que se convirtieron en el pan de cada día.

BELÉN TERRÓN RODRÍGUEZ. Estudiante pacense y una de las primeras extremeñas contagiadas

«Acabé mi primera cuarentena justo el día que empezó el estado de alarma»

Era mediados de febrero del 2020 y Belén Terrón, pacense de Erasmus en Italia, disfrutaba con sus amigos de los carnavales en Venecia totalmente ajena a lo que estaba pasando. «El domingo cuando ya estábamos de vuelta nos llamaron nuestros padres advirtiéndonos de que un virus se estaba extendiendo en el norte de Italia y que tuviéramos cuidado», rememora. Una semana después acabó su experiencia Erasmus. «Mis padres me dijeron que volviera a casa y en el camino del aeropuerto de Sevilla a Badajoz llamé por primera vez al 112 porque tenía un poco de tos». Al llegar a casa vino su primer choque de realidad: «me impactó mucho cuando entré y mi madre y mis hermanos se habían marchado. Me quedé con mi padre, pero yo es que en ningún momento pensé que iba a tener ese virus». Al día siguiente un equipo del 112 le realizó un primer test y 48 horas después le confirmaron lo que nunca imaginó, tenía el covid-19. «Poco a poco me iba encontrando peor y pasé cinco días mal, con fiebre, tos, cansancio, dolor de cabeza pero luego empecé a mejorar». Estuvo 18 días encerrada en su habitación. Un año después lo recuerda como «un horror porque no había información; mis padres estaban muy preocupados y me sentí un bicho raro». Y justo el día que comenzaba el estado de alarma, ella salió de su primera cuarentena: «fue un día feliz para mí, por fin podía ver la luz del sol y a mi familia. Salí de una cuarentena y me metí en otra, pero ya no estaba sola», recuerda. En agosto tuvo que volver a confinarse porque se volvió a contagiar en un viaje a Málaga. «Me reinfecté aunque algunos médicos me decían que era imposible, solo constaba un caso en España; pero así lo decían las pruebas. Fui asintomática y fue duro psicológicamente volver a encerrarse». Un año después no ha vuelto a Italia, pero sí a Huelva, donde estudia el último año de Turismo. «He intentado ser positiva. Solo un día, cuando falleció un chico de veintipocos años, pensé que podría haberme muerto. Pero estoy bien. No sé si me queda alguna secuela, pero me siento afortunada».

JUAN CARLOS GONZÁLEZ ROJO. Director del Centro de Emergencias 112 Extremadura

«No habíamos vivido nada igual, en un día atendimos más de 1.800 incidentes»

Desde finales de enero, el Centro de Urgencias y Emergencias 112 de Extremadura venía trabajando con Salud Pública en una posible situación de alerta. A principios de febrero recibieron las primeras llamadas de consulta, pero el 28 de febrero se produjo la llamada del primer caso covid confirmado en Extremadura y la demanda empezó a dispararse. «Al principio entraba dentro de lo normal en una situación así, pero en la segunda semana de marzo el crecimiento fue exponencial. Era un escenario previsto, pero se adelantó en el tiempo. El 13 de marzo atendimos 1.843 incidentes (ahora son unos 280 al día ) y más de 4.700 llamadas. Hemos vivido muchas situaciones de emergencia, pero nunca algo así. Había mucho desconocimiento y miedo en la población y teníamos que dar respuesta a las incidencias y también tranquilizar», recuerda Juan Carlos González, director del centro 112. La elevada demanda supuso «adaptar todos los procedimientos, habilitar todas las salas de coordinación y reforzar el personal». Llegó a duplicarse la cifra de trabajadores. «Normalmente somos en total unas 114 personas y llegamos hasta las 226. Había que tener mucha fuerza mental y empatía y los trabajadores se volcaron. Esos días nunca se olvidarán». ¿El momento más difícil? «Teníamos la sensación de que en Extremadura, con una población pequeña y dispersa, podíamos controlar los brotes, pero el foco de Arroyo de la Luz nos dio un golpe de realidad, de que ya lo teníamos aquí».

BEATRIZ PINILLA. Consejera delegada de la residencia Geryvida de Cáceres

«Fueron semanas de terror; el camino de la residencia a casa lo hacía llorando»

Una semana antes del estado de alarma, la residencia Geryvida de Cáceres suspendió las visitas de los familiares: «empezamos a preocuparnos con todo lo que estaba pasando en Italia y a tener miedo», recuerda Beatriz Pinilla, la consejera delegada de este centro residencial privado con unos 180 residentes. Luego aquella medida se generalizó y llegó lo más duro. ¿Cómo lo recuerda? «Fueron unas semanas de pánico y terror, de noches sin dormir. Fue horrible porque no teníamos conocimiento de nada, comprar equipos de protección era complicadísimo, tuvimos que sectorizar parte de la residencia. Era dramático. A finales de marzo no sabías nunca con qué personal ibas a contar cada día y tuvimos que reforzar las plantillas». Pero el día que tiene clavado en su mente fue cuando se dio el primer caso positivo de covid dentro del centro: «Hubo lágrimas en todo el equipo. El camino de la residencia a casa lo hacía llorando». Han tenido que lamentar algún fallecimiento por la fragilidad de los mayores, pero desde septiembre no registran ningún caso covid en este centro. Luego llegó la vacuna, «el 7 de enero es un día difícil de olvidar, qué caras de felicidad. La vacuna nos ha dado una alegría y una paz increíble, todo el mundo está vacunado y ahora mismo somos de los sitios más seguros». Siguen manteniendo las medidas de seguridad, protección y mucha prudencia, pero «ahora tenemos mucha tranquilidad».

AGUSTÍN MUÑOZ SANZ. Médico especialista en patologías infecciosas en Badajoz

«La pandemia que hace décadas esperábamos es de gripe aviar o porcina»

Se hablaba de gripe y de otros coronavirus, pero nadie esperaba una enfermedad tan virulenta como la covid-19. Ni la gente en la calle, ni los expertos como Agustín Muñoz Sanz, médico del Servicio de Patología Infecciosa del Hospital Universitario de Badajoz y profesor de la UEx. «La pandemia que esperábamos, desde hace décadas, es de gripe aviar o porcina. Los microbios no tienen fronteras, aunque tras analizar lo que estaba ocurriendo en China y luego en Italia surgió la natural preocupación», cuenta. Hoy recuerda la situación hace un año con «cierta frustración por ignorar entonces lo que sabemos hoy. Nadie aventuraba lo que iba a ocurrir, aunque ciertos planteamientos iniciales, en medio de la ignorancia, se han cumplido. No por ciencia infusa, sino por experiencias previas con otras epidemias». Entre lo peor de este año «del cometa y de la peste», la falta de afectos: «El coronavirus nos ha robado miles de besos y abrazos». Y como especialista en enfermedades infecciosas, lo que desea ahora es que «el azar no diseñe una combinación de mutaciones que hagan el virus peor de lo que ya es». Anhela tratamientos farmacológicos eficaces y la vacunación masiva de la población: «Mientras no se alcance la inmunidad colectiva, no hay garantía de nada».

LUIS TOBAJAS. Médico de familia en Membrío

«Tengo grabada la mirada de una paciente que murió en el hospital»

Unos días antes de que llegara el estado de alarma, el médico de familia de Membrío, Luis Tobajas, junto a la enfermera Julia García, lanzaron a través de las redes sociales un vídeo, que se hizo viral, en el que animaban a quedarse en casa: «Nunca pensé que llegaríamos a la situación que vivimos, pero se veía ya que quedarse en casa era una buena medida preventiva. Parecía la única receta para parar la expansión del virus y sigue siendo el único tratamiento posible», cuenta. ¿Lo ha vuelto a ver? «Sí y la sensación que tengo ahora es que en ningún momento pensé que nos iba a cambiar tanto la vida». Durante el confinamiento seguía acudiendo a su centro de salud, eso sí, con un exhaustivo protocolo de limpieza y desinfección constante. Básicamente atendía urgencias y consultas telefónicas y también fue uno de esos sanitarios que se prestaron para seguir atendiendo dudas y consultas en casa por las tardes y los fines de semana. «La gente tenía mucho miedo y la situación era dramática. En los centros de salud fueron tres meses prácticamente a ciegas, con muchas preguntas por el covid y con mucho miedo por acudir al médico ante otros problemas de salud». Tobajas reconoce que al principio, cuando llegó el estado de alarma se asustó, pero sobre todo ha sentido angustia por sus pacientes. De hecho, recuerda especialmente a una mujer que acudió a finales de marzo a consulta con el oxígeno en sangre muy bajo y la derivó al hospital. «No le dije que era posible covid, pero recuerdo su miraba sospechando que pasaba algo grave. La llamaba todos los días, iba mejorando poco a poco, pero un día no me cogió el teléfono. Tuvo una complicación y murió. Fue muy duro.

GONZALO SESMA. Gerente de la cooperativa farmacéutica Bidafarma en Cáceres

«La demanda de alcohol, gel y mascarillas era feroz y recuerdo la angustia»

Con preocupación, incertidumbre y ansiedad recuerda Gonzalo Sesma, farmacéutico y gerente en Cáceres de la cooperativa Bidafarma, que distribuye productos sanitarios y medicamentos a las farmacias de la región, la situación de hace justo un año. «Había una escasez enorme de mascarillas, geles hidroalcohólicos y de alcohol, y una demanda feroz, nos costó mucho aprovisionarnos de material. Hasta finales de marzo no pudimos cumplir con las expectativas. Nunca había vivido algo así», rememora. A finales de febrero contaba en este diario que habían pasado de tener una demanda diaria de 150 mascarillas a más de 6.000. Y todavía fue más elevada en marzo. Recuerda con especial angustia cuando el Ejército intervino en la frontera una partida grande de mascarillas que se iba a distribuir en las farmacias de la región. «Fue un momento bastante complicado». Pasada la escasez inicial, en este año han distribuido millones de unidades, pero la demanda no es estable, fluctúa constantemente. Y ahora, también los operadores extremeños están distribuyendo cada semana las vacunas desde los hospitales hasta los puntos de vacunación.