-¿Usted de niño era un bailarín de las nubes, iba brincándolas dando piruetas?

-(Risas). De niño y de mayor también, aunque creo que sigo siendo niño realmente.

-¿Qué le llevó a hacerse actor?

-El sueño por alcanzarme a mí mismo, a mi personaje y a otros personajes, a otras situaciones, circunstancias y contextos.

-Un día lo vi por la calle leyendo textos poéticos, ganándose la vida...

-Comencé el 8 de octubre de 2017 y recuerdo que fue en un momento en el que estaba sin dinero. No llegaba a fin de mes y acababa de empezar el mes con todo lo que había que pagar de facturas y comida. Me vi ese mismo día 8 del mes sin un duro en la cuenta del banco. Entonces recuerdo que directamente me cogí mis libros de poesía, los que llevaba leyendo los tres últimos años, y me fui con ellos y mis poemas a la calle, sin más. Y además eso desarrolló otra cosa, y es que acabé haciendo teatro y performances en las calles de la ciudad con otros músicos, gente del jazz y de la escena de las bellas artes.

-¿Y qué ha cambiado desde entonces?

-No solo a nivel económico sino también a nivel perceptivo, de cómo ver la vida y cómo afrontarla. Lo que realmente saco es poder afrontar cualquier situación con buena cara y llevarla a cabo.

-¿Qué es ser un asalariado?

-Creo que tiene mucho que ver con el precio y el valor. Y con el rico y el pobre. Y con que una persona asalariada teóricamente es una persona que gana por encima de la media. Realmente a nivel de valor, asalariado tiene que ver con afortunado.

-Acaba de publicar ‘Yi la la’. Descríbalo...

-Lo entiendo como el espejo o el reflejo de la sociedad de consumo superficial de la información en que habitamos. Y lo que nos conduce, de alguna u otra manera, a la desinformación. Entiendo ahora mismo la sociedad contemporánea siendo avasallada por la información, por diferentes medios. Lo que plasmo en el libro es cómo esa información interfiere en nosotros. De ahí se ha desarrollado la poética interferencial, que no es sino una adaptación de la nueva era hipermodernista a la poesía.

-Vamos a desgranar su libro. ¿Cree que el mundo está en bancarrota?

-Pues creo que el mundo tiene muchas visiones. Creo que parte del mundo está roto y parte del mundo está construido. Creo que el hecho de que una parte esté construida hace que la otra parte esté rota, pero de todos modos es cuestión de percepción. Un compañero me hablaba hace poco en una conversión que teníamos de ‘los pobres de África’, y yo pensaba: ¿Realmente, qué significa ser pobre? Si tomas tu concepto de pobreza y de riqueza de tu sociedad y lo aplicas a otro colectivo o a otra cultura ¿realmente funciona la palabra en ese trasvase de concepto? Creo que una parte del mundo está en bancarrota y otra parte del mundo está en banca llena.

-¿Deberíamos labrar más?

-No sé si más. Cada uno tiene que ser consciente de su labranza y creo que en función de los objetivos que cada uno se conforme tendrá que hacer ese balance sincero de si tiene que hacer más por su huerto o menos.

-¿La Tierra es una Visa?

-La Tierra no es una Visa pero se deja llevar por las Visas.

-¿La dolce vita cuesta 200 pavos?

-No. Pero sí que queremos hacer alusión en el libro a ese contraste de los 200 euros que a lo mejor ayudan a mantener una familia durante dos semanas y los 200 euros que se van en una noche de fiesta de la dolce vita.

-¿Hay que ser revolucionario?

-Creo que sí. Hay que ser revolucionario, pero no desde el concepto que nos han enseñado de revolución sino revolución como recreación, revolución de volver a rodar sobre uno mismo. Entonces, sí creo en la revolución individual y colectiva constante.

-¿Qué nos enseñan los bares?

-Hay algo que me llama mucho la atención, y es la manera en la que las casas de juegos se han expandido como una plaga mala. Muchos de esos bares están asociados a casas de apuestas y normalmente suelen ser de casa bar. Los bares nos enseñan muchas cosas y también nos quitan otras enseñanzas.

-¿Hay que regresar a lo vivido?

-Hay que regresar a lo vivido pero no hay que retomar lo vivido. Creo que es importante ser conscientes de nuestro pasado, ser conscientes de que habitaremos un nuevo futuro, pero creo que lo más importante es ser conscientes de nuestro presente, de nuestro ahora.

-En el libro aparecen varios desnudos suyos. ¿Qué quiere mostrar con ello?

-Tiene mucho que ver con esto de la revolución hacia uno mismo y hacia el resto. Hacemos alusión al color azul, al color rojo, y finalmente lo que conseguimos es un poema conceptual que trata la lucha de los yo: del yo individual versus el yo colectivo. Y lo muestra desde fuera hacia dentro y desde dentro hacia fuera, para uno mismo y para con el resto.

-¿Por qué se pierde la inocencia?

-Antes pensaba que la inocencia se perdía, pero ahora mismo pienso que la inocencia es algo que nunca se pierde, que siempre estamos conectados con nuestro niño. A veces se interponen otras muchas actitudes, pero creo que nuestro niño es un ente latente constantemente en nosotros y no hay acto más inocente que pensar que se pierde la inocencia.

-Escribe usted: «¿Qué me pasa que me peso?»; ¿vivimos obsesionados por el cuerpo?

-Sí. Vivimos obsesionados por el cuerpo, sobre todo en nuestra época contemporánea, por el exceso de conexiones no solo con nuestro entorno cercano sino con un entorno mucho más amplio. Nos obsesionan los placeres mentales, los placeres emocionales. Incluso sino igual, más que nuestro cuerpo.

-Incluye una crítica ácida a los políticos, aparecen los rostros de Pedro Sánchez y Albert Rivera apuntados por un revólver y escribe usted: «Pero míralos cómo compran la inocencia de los jóvenes y los juzgados»...

-Es el ‘Erbucto Ed 21’. Si le das la vuelta a ese título aparece 12 de octubre. Lo escribí un Día de la Hispanidad, un 12 de octubre de 2016, muy enfadado con los compañeros y compañeras que se alzaban ante un logro que no es realmente logro. Sirvió para ensalzar algo que distanció. Lo que se ensalza ese día es el Día de la Conquista y no tiene sentido porque Latinoamérica no la conquistamos nosotros, ya existía y ya era habitada.

-Dicen las encuestas que los jóvenes no irán a votar. ¿Le parece una comodidad, le parece un fracaso de la sociedad?

-Me parece de muchas maneras. Por un lado me parece una comodidad, aunque también me parece que es una incomodidad. Conozco muchos jóvenes como yo que no se sienten identificados por ninguna fuerza política de peso en el parlamento. Y creo, por otro lado, que cada vez hay mayor desidia por parte de los jóvenes, aunque cada vez es más creciente la semilla política y el interés por lo que sucede y lo que somos capaces de realizar desde nuestra voz colectiva.

-¿Le da la sensación de que los mayores están haciendo un mundo para ellos y no para los jóvenes, un mundo del que por cierto no van a disfrutar porque esos mayores se van a ir al más allá?

-Eso es algo que a mí siempre me ha tocado. Quizá ese trato con los adultos, esa incomprensión entre jóvenes y adultos por cierta mirada escéptica por parte de colectivos artísticos en general ante los jóvenes. Creo que los jóvenes estamos desarrollando en este momento un movimiento muy potente del que todavía no somos realmente conscientes, sin embargo lo estamos habitando. Los artistas mayores tienen dos opciones: o se adaptan o solamente tienden hacia la exclusión, hacia el destierro de sus artes. Porque ahora mismo el movimiento joven, ya sea teatral, poético, actoral, cinematográfico, a nivel pictórico, a nivel fotográfico... el movimiento joven artístico ahora mismo está revolucionando a niveles increíbles.

-Usted asegura en el libro: ‘No me cago en el Rey’, pero aparece Felipe VI con un ojo morado...

-Ante esa lámina prefiero que cada persona tome sus propias conclusiones. Tiene diferentes lecturas, desde diferentes posiciones. Y lo que realmente más me interesa no es que yo explique mi concepto sino que cada lector tome conciencia y haga su propia transcripción del poema. Es un poema conceptual, como muchos otros poemas.

-¿Pero no le parece que se está frivolizando la imagen de la monarquía y quienes lo hacen no conocen la importancia histórica que tiene esta institución?

-Bueno, sobre la monarquía tengo mis propias ideas y realmente el poema tiene varias lecturas. Se puede leer desde una perspectiva republicana o monárquica, como mínimo, más todas aquellas que cada uno quiera interpretar. En eso no me mojo porque prefiero que cada uno haga su propio ejercicio de conciencia.

-Claro, pero parece poco lógico que para defender las ideas republicanas uno tenga que pegarle un puñetazo al Rey y dejarlo con el ojo morado...

-Ah bueno, pero yo no le he pegado ningún puñetazo al Rey ni a nadie.

-Hablo del dibujo...

-Sí, pero porque quiero ir a la dialéctica del suceso o a la poética. Y, realmente, es un dibujo, sin más. No es ningún puñetazo a nadie. De hecho eso es la poesía, creo.

-Luego aparece un pequeño espejo donde se refleja la cara de lector a modo de muro de Instagram. Asegura que Occidente y sus redes nos oprimen...

-Ahí quiero hacer un ejercicio de conciencia. Sobre todo ese poema que se titula ‘Yonkis de la aprobación ajena’ el impacto estético que pretende en el lector es el proponerle una analogía entre el yonki que pide en la calle una moneda para su pico diario, compararlo de una manera u otra con el yonki que pide likes en las redes sociales.

-¿Por qué aparece una imagen de Hitler en su libro?

-Eso es una mera parodia. Sin más.

-¿Y había pensado en meter a Franco?

-No. Hablamos de poesía conceptual, hablamos de simbolismo y de otras corrientes también poéticas, estéticas, artísticas... que realmente lo que quiero decir con ello es lo significa a nivel semiótico. Y podría ser Hitler, Franco, Mussolini, Salazar o cualquier otro dictador. Al fin y al cabo no es la figura de la persona en sí misma sino lo que significa. Y lo que significa introducirlo en un libro de poesía.

-Sí, pero... ¿qué de parodia puede tener un dictador que acabó con la vida de miles de judíos en las cámaras de gas?

-Es una referencia a la poética y al teatro de Bertolt Brecht. Trabajaba el efecto extrañamiento o efecto distanciamiento, y lo que pretendía a nivel global en su obra era introducir elementos que no tuviesen cierta relevancia en la narración para movilizar la mente del espectador, en este caso del lector, entonces este elemento se podría tratar desde el efecto distanciamiento para hacerle recordar al lector que está leyendo poesía. Que no se trata de darle un puñetazo a nadie, que no se trata de personas ni tampoco de palabras.

-Después hay una apología de la polla y el chocho...

-En este poema concreto, también conceptual, se hace de alguna manera un guiño a ese anterior poema en el que aparezco desnudo. Es una negación a la censura de los cuerpos y todo el trabajo y ejercicio de conciencia necesario que tenemos que hacer sobre nuestros cuerpos porque realmente hemos llegado a tal punto en que es más natural estar vestido que estar desnudo, cuando venimos de nuestro cuerpo, cuando somos nuestro cuerpo. Y sin embargo lo ocultamos, nos lo ocultamos, nos lo ocultan también.

-Pero realmente la conciencia está en la mente, no en la polla ni en el coño...

-Ni en la polla ni en el coño, también en la polla y en el coño. Precisamente el arte lo comprendo como la transformación de la conciencia. Creo que hay que ser consciente para trabajar la conciencia.

-Y luego habla de una cosa muy interesante: la toxicidad de la vida dibujada en un telediario...

-Lo que realmente quiero transmitir en este poema, también conceptual como el resto, es algo tan cotidiano como las noticias de un telediario cualquiera, porque fueron seleccionadas de manera plenamente aleatoria, y mostrar la violencia que se nos brinda a diario en los medios de comunicación. Y mostrarlas en un contexto diferente. Solo el hecho de poner una información cotidiana, ordinaria, en un nuevo contexto, hace que todo cambie.

-Alude igualmente al sentimiento de asfixia con esa imagen mítica del actor José Luis López Vázquez encerrado dentro de ‘La cabina’, la película dirigida por Antonio Mercero en 1972 y que, por cierto, nunca pierde actualidad...

-Digamos que viene precedida de la página izquierda, donde aparece el aplauso al artista en un mensaje crítico sobre el hecho de que los artistas no viven de los aplausos, los aplausos no nutren a los artistas. Y luego encontramos esta última imagen extraída de ‘La cabina’, que es la encerrona, el artista encerrado en su propia obra, a modo de cierre.

-Y a modo de cierre dígame ¿qué es poesía? y no me responda: «Poesía eres tú»...

-Pues muy fácil. Es el concepto que quiero contagiarle a la gente desde hace mucho tiempo, el de poesía como vida, poema como ejercicio de recogerla.

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