-¿Dónde se ha comido usted las mejores gambas?

-Ostras. ¿Tiene que ser aquí, de Cáceres, o le puedo decir de Almería? (risas).

-Lo que prefiera...

-Soy de Almería y veraneo en Carboneras, de modo que las mejores gambas son las del chiringuito de Juan Mariano. En Cáceres me gusta mucho el gambón al whisky de Cuchara de Plata.

-Ah, pues pensaba que iba a contestar que las mejores gambas se las había comido usted en Garrucha...

-También. Como Carboneras está justo al lado, seguramente sean de Garrucha las gambas (más risas).

-¿Puede hablar de su infancia?

-Sí, claro. Nací en Almería y jugaba en la calle. Es lo que me extraña de la sociedad actual, que no ves a un niño jugando en la calle, están con los móviles y las tablets. Lo que más me gustaba era irme con mis amigos a la calle, a hacer cabañas con palés cuando había obras. Cuando llegaba el verano y era Roland Garros, montábamos una pista de tenis; en la final de Wimbledon, otra pista; en el Tour de Francia, sacábamos todos las bicicletas y nos recorríamos la urbanización; en el Mundial de fútbol, montábamos con piedras las porterías.

-¿Dónde se crió?

-Empezamos viviendo en el centro de Almería, en la calle de la Reina. Cuando tenía 7 o 9 años, de allí nos fuimos a una casa a 7 kilómetros, en la Urbanización Las Cumbres, de Huércal de Almería. Justo cambiamos de colegio y nos pillaba mejor, estábamos pared con pared de casa de mi abuela.

-¿Por qué los gobiernos de Andalucía han caminado de espaldas a Almería?

-Pinta bien esta entrevista, eh... Pues es una pena, porque a los almerienses siempre nos han tratado casi como más murcianos que andaluces. Con decirle que la A-92, la autovía de Almería a Huelva, se acabó 10 años después de la Expo... Es una pena. Y ahora, cuando tengo que hacer los 660 kilómetros que separan, puerta con puerta, Almería de Cáceres, soy aún más consciente de que las infraestructuras en mi tierra no han ido lo bien que se esperaban.

-Así que lo de sentirse más murcianos no es una mera anécdota...

-No, no es una anécdota. Y además, en el propio acento, que el nuestro es muy parecido al de Murcia. Al no tener ese deje se nos ha ido aparcando en la esquinita y nos dicen: «Sí, muy bien el desierto de Almería, las playas, pero que sean para los guiris, que no sean para los andaluces porque los andaluces se van a Málaga, se van a Cádiz, se van a Huelva...» Nosotros tenemos muchas costumbres andaluzas, como la Semana Santa, por ejemplo, pero no se le da la repercusión debida.

-Allí, como aquí, tampoco hay AVE...

-Efectivamente. De hecho hay un Talgo que tarda creo que eran siete horas a Madrid. Las vías de la zona este de España acaban en Murcia. De hecho, si quieres ir a Barcelona, tienes que ir en autobús de Almería a Murcia y luego coger el tren. Con 14 años me fui a vivir a Madrid y ahí ya sufría el autobús y el Talgo. Es inaudito que se esté invirtiendo en toda la red ferroviaria y, sin embargo, que a ciudades como Almería y Cáceres las dejen marginadas es una injusticia. En Almería por el turismo de costa y en Cáceres por el de interior y por su cercanía con Portugal, deberían potenciarse las comunicaciones, que son fundamentales para nuestra activación empresarial.

-Los deportistas son un espejo en el que mucha gente se mira, ¿entonces por qué el deporte sigue levantando actos violentos, por qué los futbolistas, por ejemplo, marcan tendencia en las peluquerías o son dueños de casas de apuestas?

-Debemos ser un espejo en el que, sobre todo los niños, deben mirarse. Tenemos que representar una serie de valores. Estoy totalmente en contra de que casas de apuestas, marcas de alcohol o productos ultraprocesados insanos para los niños que patrocinan a deportistas. Hay muchas relaciones de conveniencia, mucho negocio detrás de todo esto; entonces si te vienen con un buen contrato, puedo entender que algún deportista se venda a estas cosas, pero no estoy de acuerdo. Los deportistas tenemos que tener un impacto beneficioso para la sociedad. Nosotros, desde nuestra pequeña posición cacereña, tenemos que tener mucho cuidado en eso. A través del club realizamos visitas a los colegios porque consideramos que tenemos que ser un ejemplo para bien, sobre todo en esas generaciones que marcarán el futuro de todos.

-Hay contratos millonarios de jugadores y entrenadores. ¿No le parece una inmoralidad del primer mundo?

-Totalmente, sobre todo en el fútbol. Se basan en que lo generan a través del márketing o los derechos de televisión. Pero no solo por las diferencias entre primer y tercer mundo, sino por las desigualdades de salario, por ejemplo, entre las mismas disciplinas deportivas. El deporte no se tiene que vender como un negocio sino como una escuela de valores. Todos los chicos y chicas realizan actividades extraescolares y es ahí donde tiene que estar la importancia del deporte.

-Es voluntario de la Asociación Española contra el Cáncer...

-Desgraciadamente me tocó vivir una situación triste, el fallecimiento de mi suegro hace un par de años. Cuando estás ahí dentro te das cuenta de lo duro que es y de lo que se sufre durante el tratamiento. Intento aportar mi granito de arena a través de actos en las jornadas del voluntariado o con el club, porque cualquier ayuda en este tipo de situaciones es bien recibida. Tenemos que quitar el estigma que entraña la palabra cáncer y tratarla como una enfermedad más. Afortunadamente cada vez existe mayor inversión en investigación. La gente está tomando conciencia y se está normalizando, porque está a pie de calle. Antes se tenía mucho miedo a hablar de cáncer, pero si seguimos en este camino habrá muchos más casos de éxito.

-¿Cuando se tienen 30 años ya se es mayor para jugar al baloncesto?

-(Risas). Pues me siento igual que cuando tenía 22 o 23. Sí que la vida de los deportistas es muy corta (también depende de lo que te hayas cuidado; toquemos madera, que nos respeten las lesiones). Intento disfrutar día a día porque es una profesión que me encanta. Es un sueño poder dedicarme a ser jugador de baloncesto. Es algo que solo unos pocos tenemos la suerte de hacerlo. Y lo voy a disfrutar como lo estoy haciendo hasta ahora. Espero que, mínimo, me queden cinco o seis temporadas, hasta los 35 o 36, pero nunca se sabe; no solo depende de uno mismo. Vamos, que no me siento mayor, que esa era la pregunta (más risas).

-¿Qué le trajo a Cáceres?

-La historia que tiene el baloncesto cacereño. En el momento en que se pusieron en contacto conmigo, me vino la época dorada de la ACB, la época en la que se viajaba por Europa, cuando yo era un niño y lo veía por Canal+, eran muchas cosas. Luego el club se refundó, pero Cáceres y baloncesto van de la mano. No me lo tuve que pensar mucho, porque esta es una ciudad que respira baloncesto y desde que llegué, lo vi.

-¿Cómo consigue uno ser capitán?

-Buena pregunta. Me lo propusieron la segunda temporada, porque en la primera estaba Conejero, que era también cacereño (bueno que yo no soy cacereño, que soy de Almería, pero me considero también cacereño). Cuando Conejero no continuó en el equipo, me lo propusieron. Aún no designándome como capitán en otros equipos, he ejercido muchas veces de ello por mi forma de ser. Me gusta tener siempre muy involucrada a la gente, que le den importancia a lo que lo merece y que no se vayan del carril. Siempre he ejercido de capitán en la oscuridad. Ahora estoy encantado de serlo. Cada vez me gusta más, es como ser un nexo de unión entre afición y equipo, entre los propios jugadores... un poco pegamento entre los entrenadores, los jugadores, el club... Me siento muy bien en estas relaciones personales.

-Consiguió en los últimos segundos la canasta del ascenso a la LEB Oro en abril de 2015. La crónica del periodista Javier Ortiz titulaba: ‘Anatomía de un triplazo’ ¿Se sintió Jordi Freixanet?

-Por supuesto, a ver, salvando las diferencias (carcajadas), porque lo mío era Oro y lo de Jordi Freixanet fue ACB, que tiene una importancia muchísimo mayor, pero por un momento sí que me sentí. Joder, y lo recuerdo como si fuese ahora mismo. Recuerdo el momento de recoger el balón, de hacer la finta, de colocar la mano, de ver justo el espacio entre el defensor y yo. Javier Ortiz siempre me dice: ‘Te tiraste un tiro que te hubiese matado’, pero vi que el tiro salió perfecto. En el momento que doblé la muñeca para tirar, y vi como salía el balón, dije: ‘Este va dentro’. De hecho se ve en el video cómo está el balón en el aire y estoy ya celebrándolo. Es que fue increíble, 5.000 espectadores... fue, buahh, los pelos de punta.

-¿Qué es un neuroma de Morton? Dicho así da mucho miedo...

-Sí, da mucho miedo y es un puto coñazo (tapando el micro). Es un engrosamiento de un nervio entre el tercer y el cuarto metacarpio, que se pinza; y al apoyar te dan como descargas eléctricas, una sensación como que te queman o te clavan púas. La gente que lo ha tenido y no es deportista lo sufre también, así que imagine nosotros, que estamos todos los días con impactos. Con plantillas, infiltraciones, con 10.000 tratamientos, funcionó para ir retardando en la temporada, pero en el momento que acabó la primera tuvimos que operarlo. Era una operación sencilla: rajar, cortar el nervio, que es sensitivo y poco más; o sea que me puede pegar un martillazo en el dedo, que no me voy a enterar (carcajadas). Me lo quitaron y, afortunadamente, no me he vuelto a acordar de él.

-Acaba de recibir el premio que otorga la Asociación de Aficionados como el mejor jugador de la temporada. Es la tercera vez que lo logra en seis temporadas en el Multiusos. ¿Cómo se siente?

-Es muy gratificante, porque no es un galardón relacionado con la estadística, sino que los aficionados tienen en cuenta otros valores como el coraje, la determinación, el no darte nunca por vencido y luchar cada día por los colores verdinegros. Así que me siento muy orgulloso. No es un premio del que más puntos mete o del que más rebotes recoge sino que es un premio del que se deja de verdad la piel, del que se deja los huevos en el pabellón y en la pista. Y es que yo soy un jugador que me dejo todo en cada entrenamiento, no veo otra manera de hacer las cosas. Bien sea en una cancha o en una oficina o en un restaurante como La Minerva, donde estamos ahora, lo más importante es la pasión que desempeñes en tu trabajo. Y en este caso no lo veo como un trabajo, lo veo como una pasión.

-Acude al psicólogo. Es sano escuchar esto en una sociedad en la que aún es tabú decir que pasamos por el diván...

-Es tabú decir que hay gente que pasa por el diván, es tabú hablar del cáncer, es tabú hablar de la homosexualidad... No sé, estamos en el siglo XXI, sería tabú en el pasado, pero hoy el psicólogo es una herramienta más en la que los deportistas nos tenemos que apoyar, igual que nos apoyamos en preparadores físicos, en nutricionistas, fisioterapeutas... No tengo ningún problema en decirlo abiertamente, de hecho creo que demuestra la profesionalidad de cada uno: el preocuparte por tu trabajo. A lo mejor si no hubiésemos llegado a esta situación como equipo no hubiese ido a ver a Silvia, mi psicóloga; o sí. Siempre he leído mucho sobre psicología, me gusta. Y necesitaba un clic para ir, un pequeño empujoncito. Y me ha venido muy bien, no solo a mí sino para dinámica de grupo para el equipo. Ahora este periodo sin competición la voy a echar mucho de menos porque se ha convertido en mi amiga. Recomiendo a todo el mundo que tenga dudas o miedos que acudan al psicólogo, que no pasa nada.

-¿Qué es el ‘Robertismo’?

-Como el ‘Cholismo’, más que nada porque él es del Atlético de Madrid, está loco con ‘el Cholo’... (risas) Y es que vive con muchísima pasión. Roberto, el entrenador, es como yo: lo mismo me quiere pegar una ‘patá’ en el culo que tres segundos más tarde me da un beso en los morros. Eso es el ‘robertismo’, vivir todo al doscientos por cien. Desde que entró en el club no creo que nadie haya trabajado más que él.

-¿Es Ñete Bohigas el Pepu Hernández cacereño, salvando la ideología, claro?

-Sí, porque uno está en Ciudadanos y otro en el PSOE (carcajadas). Es un buen paralelismo. Además los dos son entrenadores de la vieja escuela y muy buenos en las relaciones personales.

-Ahora estamos en la LEB Oro, y todos tan contentos. Pero hay que aspirar a más, hay que aspirar a lo que tuvimos aquel 10 de mayo de 1992...

-Ojalá podamos vivir algo así porque me muero de envidia recordándolo. Ver las calles, cómo se vivió aquella época en el Pabellón V Centenario, me encantaría vivirlo en primera persona, porque es una ciudad que se merece esta alegría deportiva de estar en la máxima categoría nacional.

-Usted se casa en la era en la que todos se divorcian. ¿Es un rara avis?

(Risas). Oiga, son muy buenas las preguntas. ¿Un rara avis? Claro, y también voy al psicólogo cuando nadie quiere oír hablar de psicólogos. Es un paso más para consolidar mi relación con Cristina. Nos conocimos en el Bahía, aunque los deportistas no salimos de noche, pero ese fue un día así suelto (más risas). Cristina merece un día espectacular, en el que ella brille, y así va a ser. La pedida fue en el pabellón, y fue la leche.

-¿Qué cualidades debe tener un alero? Anotan triples, son grandes pasadores, buenos tiradores, están entre los pivots y los base, ni los altos ni los bajos...

-Sí, estoy en tierra de nadie. Un alero tiene que ayudar al base en situaciones que él no pueda subir el balón. Tenemos que cuidar a los pivots en los rebotes cuando ellos están pegándose con esos pedazos de bichos de 2 metros, estamos en la basurilla (más risas)

-¿Y un buen utillero?

-Las que tiene Pepe, sobre todo ser buena persona y estar dispuesto a recibir muchas putadas y saber encajar (carcajadas).

-¿Su futuro está en Cáceres?

-¿Mi vida después del baloncesto? No lo sé, porque me gustan muchas cosas. Estudié Administración y Dirección de Empresas, ahora quiero estudiar Dietética y Nutrición, porque espero estar jugando mucho tiempo al baloncesto (carcajadas), y cuando acabe... me gustaría algo relacionado con el deporte porque me encanta; me encanta transmitir valores, como le he dicho antes. No me gustaría estar en una oficina metido ocho o diez horas; me agobiaría mucho. Estoy acostumbrado a tener una vida muy activa. A través del deporte viajamos mucho, conocemos a muchísima gente. Quisiera un trabajo dinámico, todavía no sé cual: desde aquí mando ofertas para dentro de cinco o seis años (más carcajadas). Y sí, me veo en Cáceres. Cristina es de Santa Amalia, pero estudió aquí Informática y Cáceres nos apasiona. Me recuerda mucho a Almería, porque la gente vive en la calle.

-¿Quién ganará las elecciones?

-Pues no lo sé, ganará el Cáceres, ganará el Al-Qázeres, está Ñete (Bohigas), está Carla (Nascimento). Nunca me he mojado, pero creo que se podría hacer mucho más de lo que se hace. Y aquí, en Cáceres, puntos suspensivos... Vamos a dejarlo ahí.