-Nació en Coria, donde está su familia, sus amigos de toda la vida. ¿Puede describir su infancia?

-La recuerdo muy bonita, jugando en la calle, con mucho compañerismo. Ya la música, la poca música a la que podías acceder, me llamaba la atención. En las verbenas me iba al escenario, pasaba algo allí que me estaba llamando. Tenía muchas pandillas: del cole, de los deportes... tenía muchos amigos a los que les gustaba la música. Fui muy feliz.

-Si es de Coria es inevitable la pregunta, ¿qué opina de los toros?

-Ahí me pone en un aprieto, pero me mojo porque me considero una persona muy sincera, siempre lo he sido, y quien me conoce lo sabe. A mí me encantan los toros, pero mejor en el campo, y con eso lo digo todo.

-Tuvo que marcharse fuera a buscarse la vida y fijó su residencia en Cáceres, donde vive desde hace más de 20 años. ¿Cómo ha cambiado la ciudad desde entonces?

-En muchas cosas, unas positivas, otras negativas. Cuando llegué a Cáceres había mucha cultura, ahora la sigue habiendo, la única diferencia es que las políticas van cambiando también. Antes había cierta permisividad. Recuerdo llegar a Cáceres y no tenía problemas para tocar casi toda la semana. Tocábamos en la calle Pizarro, en La Madrila... había muchos grupos, y ahora es más complicado. Entre comillas se ha profesionalizado todo más y políticamente se ha cerrado más. Sí es verdad que no ha habido un solo político que no haya querido ponerle solución al bajón cultural que iba pegando Cáceres: la marcha, la movida, no la cultura, porque artistas sigue habiendo, y si cabe cada vez más. Es decir, a nivel de artistas nunca la he visto bajar. Habrá gente que se ha marchado, yo también me he ido a veces fuera. Pero Cáceres sigue siendo un hervidero cultural. Lo único que está cambiando son las políticas, porque de un modo u otro los políticos han tratado de ponerle soluciones para que haya más actividad, sobre todo conciertos, y se encuentran con un muro legal que casi nadie es capaz de solucionar. No entiendo por qué. Todo eso significa que hay menos actividad de la que podría haber y mucha gente se tiene que marchar a buscar esa actividad.

-Usted fue el alma de Póker de Blues. ¿Puede hablar de ese grupo?

-Bueno, uno de los creadores, o el pensador. Pero tuve una ayuda codo con codo de José Luis Naranjo y Moi Martin. A mí me tienen catalogado como blusero; en los 90 estaba empeñado en hacer un grupo de blues en español, y la gente me decía que era una locura. De hecho, la mayoría de la gente a la que se lo proponía se daba la vuelta, y los músicos me decían: “No voy contigo a ninguna parte porque eso no tiene salida ninguna”. Me empeñé y estos locos me siguieron. Hicimos toda la música y, curiosamente, después buscamos un cantante porque yo en esa época no quería cantar. Me acuerdo que llamamos a Juanjo Cortés, y genial. Juanjo entendió el mensaje, grabamos y fue un boom, un pelotazo de aceptación en Extremadura, y rápidamente en Madrid, porque estuvimos en Radio 3. Nos apoyaron muchísimo. Fue una aceptación que busqué, y creo que contagié un poco esa energía. Fue algo en lo que luché con convencimiento y creo que contagié a mis compañeros un poco de esa energía. Pienso que quizá no estábamos preparados, porque, efectivamente, nos salió tanto trabajo fuera y tantas oportunidades que tuvimos que ir bacheando (Juanjo, por ejemplo, no podía venir de gira muy lejos y lo sustituyó Lorenzo González). Si nos llega a pillar más preparados, la banda hubiera llegado arriba.

-¿Por eso desapareció?

-Sí. Honestamente, preferí pararla que estar tocando de aquí para allá en esas condiciones. Había que dar un paso más, que suponía grabar otro disco y tener una banda preparada, con un cantante que no apareció en ese momento. Un candidato que yo quería era Gene García, un gran amigo mío, pero en esa época no quería cantar en español. Estaba con Inlavables, le encantaba nuestro grupo, hacíamos colaboraciones mutuas. Hicimos un casting incluso, pero no apareció lo que buscábamos.

-¿Qué es el blues?

-Mi lenguaje, mi manera de acompañar la música. Del blues han nacido prácticamente todas las músicas. De él nació el jazz, el rock... Empecé muy jovencito estudiando blues. Más adelante estudié jazz, toqué con algunas bandas y me gustó. Recuerdo que un pianista muy bueno, Chicote, que es productor musical en Madrid, me dijo: «No te preocupes, si sabes tocar blues, saber tocar todo». Y tenía razón.

-Se dedica a la música profesionalmente, ¿se arrepiente?

-No. Como a muchos de mi generación, me dijeron que tenía que estudiar una carrera y aprobar una oposición. Bien, pues estudié Derecho pero no lo terminé porque lo dejé por la música, y sí que aprobé una oposición. Siendo muy joven, con 22 años, logré una plaza fija en el Insalud. Me puse a trabajar, pero a los ocho años pedí una excedencia y me dediqué a lo que me gustaba, a la música. Es más arriesgado, pero me da la felicidad.

-¿Qué es una tortuga, aparte del nombre de su productora?

-Un animal simpático, que da buen rollo. En ningún momento me imagino a una tortuga haciendo daño o haciendo estragos.

-Ahora hace un espectáculo en el que combina el blues y el flamenco, ¿qué tienen en común ambos géneros?

-Quizá lo más importante: que son músicas de raíces, muy arraigadas, con mucho sentimiento y que vienen de gremios desfavorecidos. Ese sentimiento tan profundo que hay que sacar a flote es lo que más me gusta. Unirlos y fusionarlos no es nada nuevo, ya lo ha hecho mucha gente, pero soy una persona nerviosa, inquieta y curiosa en todos los sentidos. Soy muy consciente de cuáles son mis zonas de confort, pero me gusta salir, explorar, arriesgarme; no me importa. A veces aciertas, otras no. Pero la vida se basa en eso, en probar, acercarte a todo lo que te llama la atención, curiosear, aprender. De flamenco no tengo ni idea; he producido y produzco discos de flamenco, pero siempre he visto el flamenco en un escaparate. Ahora, con toda mi cara (risas), me he rodeado, para estar mínimamente cómodo en el espectáculo, de gitanos, de gente de flamenco, de jazz y de blues.

-¿Qué opina de Eurovisión?

-No soy un gran seguidor de Eurovisión. Recordarán muchos cuando Buenafuente sacó a Chiquilicuatre, un personaje para desmantelar Eurovisión. Se basaba en la teoría de que no iba a ir a cantar el que mejor supiera ni el que mejor representara a España, porque esto es un montaje publicitario y de márketing, con unos intereses que desconozco. Pero los tiene que haber, porque al final fue un nota, siendo consciente de su absurdez, a representarnos. A mí me gustaría que todo lo que rodea a la música fuera algo más serio. Entiendo que tiene que existir de todo: tiene que existir el rap, el reguetón, el heavy, el blues, tiene que existir Eurovisión y tienen que existir festivales de distinta índole. Es una cuestión de respeto y de que la gente pueda apreciar y elegir.

-Hablando de festivales, ¿qué opina usted del Womad?

-Hace poco leí un artículo suyo que me encantó porque además pienso exactamente igual, no parecido sino muy, muy igual. Creo que se va perdiendo cierta esencia. No son los Womad que conocimos, y no lo digo como algo que añore, sino como búsqueda de soluciones: no estar ciegos. Los políticos, los productores que lo llevan a cabo, toda esa gente no puede ponerse una venda. Ahí hay un botellón exagerado donde hay mucha gente que está de espaldas a la música, que le da igual lo que haya allí, y eso no es lo que queremos. Porque eso, a la gente que nos gusta, nos impide disfrutar del Womad y de la música. Sé que hay una crítica desde hace años por el sonido. Mi punto de vista es que el sonido es bueno, pero el problema es que más del 50% de la gente que está en el recinto de los conciertos, que hace tanto ruido y que produce tantos decibelios, tapa el sonido que produce la música. De modo que eso no se puede convertir en una discoteca, en que ‘voy a subir el volumen porque me están molestando’. Mi pregunta es: ¿habría que pagar por ver los conciertos?

-Ya los pagamos con nuestros impuestos. El Womad no es gratis...

-No es gratis. Nos cuesta dinero y no entiendo que si con ese presupuesto hemos tenido ediciones con grandes carteles, hayamos llegado a esta situación. Digo yo que tan incultos no seremos musicalmente.

-Este domingo se celebran elecciones. ¿Puede hacer un análisis de la situación política que atraviesa nuestro país?

-De la situación política tengo una opinión muy clara. Desde hace tiempo, no es de ahora, el pueblo en general está diciéndolo a gritos: «No queremos mayorías, queremos que aprendáis a pactar, de un lado o de otro, pero que aprendáis a pactar». Y desde hace unos años estamos viendo la inoperancia y la falta de respeto a los ciudadanos por parte de los políticos, o la falta de capacidad de poder pactar, cuando lo estamos diciendo, lo estamos deseando: poder pactar. ¿Es más difícil gobernar pactando? muy bien, pero lo estamos eligiendo. ¿No es esto democracia? Pues estamos decidiendo que aprendáis a pactar. Y les cuesta, porque salen sobre todo los egos. Y estamos viendo que aún siendo de ideologías muy similares, les cuesta llegar a acuerdos. Algunos políticos tienen tal ego y actúan con tal prepotencia que no merecen estar ahí y quizás por ello, merecidamente, el pueblo castiga no dándoles el voto. Mucho estamos tardando en España en dejar que gobierne una mujer y ponga orden, que hay muchas y muy buenas en política, pero no las dejan. Vamos muy de modernos los españoles y en el fondo está plagado de carcas.

-¿Qué piensa de la monarquía?

-No soy monárquico, no creo en la monarquía. Nos venden la moto de que hacen una labor importante, llámelo, no sé, representar a España, ponerle la buena cara a España, pero pienso que eso se podría hacer teniendo una democracia como tenemos, votando y teniendo ahí a unas personas responsables y profesionales. No digo que el Rey actual, el actual, no sea un tipo preparado, pero que a estas alturas tengamos una monarquía a mí me produce un poco de gracia, por ser suave y no decir otra cosa.

-¿Somos demasiados nostálgicos con la movida?

-Es posible. Hay mucha nostalgia en general. Pienso que la nostalgia, bajo mi punto de vista es buena si buscas para volver a tener lo que echas de menos, igual o diferente, pero poder disfrutar de ello. La nostalgia de ‘qué bonito era antes y me quedo parado en el sofá de mi casa y no hago nada para tener algo’, esa nostalgia no me mola nada. Y creo que hay mucha nostalgia de esa, de gente que no aporta nada, ni soluciones, ni hace nada para que no te acuerdes de esa nostalgia.

-¿Qué concierto ha sido el más especial de su trayectoria?

-¿Como público o tocando?

-Háblenos de ambos...

-Como público no se me olvidará porque marcó una etapa en mí, en mi vida y en mi manera de concebir la música, y hoy día creo que no lo ha superado nadie, es Mile Davis. Me impactó todo, su filosofía. Aparte de que me he leído la biografía de Mile Davis. Ya no como persona, porque tengo mis recelos con él, era un tipo bastante racista. Pero es para leer su biografía. Vivió de todo siendo una estrella, una segregación impresionante. Llegó un momento en que se convirtió en racista con los blancos, porque estaba muy quemado. Pero al margen de eso, que yo me voy a lo estrictamente musical, me pareció un genio, un tío atrevido, cambió de épocas y de estilos de música en casi cada década, y ahí estaba el tío, jugándosela, trabajando con gente de su rollo, gente mayor, trabajando con gente nueva, jovencísima, de otra historia, y se la jugaba y sacaba adelante los proyectos. Entonces ese fue el concierto que más me impactó. En cuanto a los conciertos en los que he tocado, ha habido muchos, pero uno que me hizo mucha ilusión y que recuerdo que fue muy bonito, fue precisamente con Póker de Blues tocando en el Womad. Fue de los primeros Womad, y sonó muy bien. Tuvimos un apoyo muy grande y fue uno de los conciertos más emotivos que recuerdo.

-¿La música en directo atraviesa un buen momento?

-Salvo baches que hay en todas las épocas, que quizás tienen que ver con otra cosa que no es la música sino con el poder adquisitivo y con el poder económico, pienso que la música siempre ha estado bien. La música es una disciplina que se va a consumir siempre. Otra cosa son las modas musicales, qué es lo que más suena, qué es lo que más actúa. Eso sí es bastante repetitivo. O sea, los grupos más de moda en todas las épocas suelen ser muy repetitivos, cambian de nombre pero beben de lo mismo. Falta apostar por la creatividad y por lo nuevo. A mucha gente, a una gran mayoría, le da mucho reparo jugársela, decir: «Voy a comprar y voy a escuchar el disco entero de este cantante que no conozco de nada y hace una cosa rara». Pero no, la gente va a lo que suena, a lo que ha sonado en la tele. Si Rosalía ha sonado, pues qué guay, le gusta a tanta gente que voy a consumirlo. Y a lo mejor hay gente que te puede gustar igual o más que Rosalía, que está ahí, nada más que tienes que ponerte a buscarla. Hoy dia el que no ve algo es porque no quiere.

-O sea, ha habido una involución...

-En ese sentido, sí. Pero vuelvo a mojarme otra vez, y ahí muchas veces la responsabilidad está también en las instituciones, porque creo que deben apostar por la cultura creativa, así, en letras mayúsculas, no a por lo que ya está hecho y manoseado y requetetocado, hay que ser consecuente, sobre todo cuando se trata de los impuestos de los ciudadanos. Ha habido un bajón y ya se va notando. Las televisiones públicas no apuestan casi por la música, por la cultura creativa, no por traerte al musiquito, al artista o al poeta de moda. No. Apuesta por la gente nueva, y que después el público elija. Solo así evolucionaremos.

-¿Para terminar, qué opina de las versiones?

-Tienen que existir. Tengo respeto a todo y las versiones tienen que existir porque la gente se divierte y se entretiene con ellas. Otra cosa es que las instituciones apuesten por los grupos de versiones. No. Estoy en total desacuerdo. Las instituciones tienen que apostar por la cultura creativa, pero el negocio privado puede apostar por lo que sea, por lo que le dé la gana.