Anda diciendo Pelín que paseando por la Charca de Proserpina vio una sirena recostada sobre un cancho y, espíritu enamoradizo, desde entonces anda levitando por peñas y trochas. No seré yo quien cuestione la existencia de sirenas pues los de Mérida estamos predispuestos a lo inesperado y más en estos tiempos de pantallas frías y comunicaciones remotas. Siempre me parecía a mí más propicia la ribera del Albarregas para intimar con sirenas, higos y brevas salvando la objeción de que las sirenas tradicionalmente eran saladas (de agua) y ésta sería un caso excepcionalmente dulce aunque para Pelín no hay problema pues el amor todas las dificultades allana y para quien ama no hay obstáculo insalvable.  

Intenté hacerle ver a Pelín que no se puede amar sin abrazar, sin roce no hay cariño, que no existen los amores platónicos y menos ‘sirenófilos’ y si en el mundo normal ya hay mujeres que se escurren, tratándose de una sirena ni les cuento. «Lo tuyo es un amor de pandemia» le dije. «¿Y lo tuyo qué es?» me contestó, tras hacerme ver que menos me rozo yo con quienes quiero y que ando haciendo el tonto con remedos estúpidos de afecto o cercanía. «¿Por ejemplo?». Por ejemplo el saludo con el codo o con el puño. ¡Menuda idiotez! Idiotez que se ha convertido en costumbre social, en gesto memo de encuentro, en bobada que nos hace retroceder años en usos sociales de cortesía. Como si nos diera por frotarnos la nariz con el dedo o juntar las manos a la altura del mentón.

Que pase que no podamos abrazarnos o estrecharnos la mano o evitar esos besos entre hombre y mujer al verse (uff!, otra cursilada anti higiénica) pero lo del rozar los codos al verse es ridículo y Pelín no acaba de entender dónde está la gracia. Yo, tampoco. Ni que fuera pauta de comportamiento social. Prefiero llevarme las manos al corazón o al pecho como cosa natural. A punto estoy de citar el cara al sol con el brazo estirado, eso sería un puntazo que, no me lo negarán, cumple las condiciones de distancia, elegancia y aleja contacto corporal. Entre eso y la sirena de Pelín estamos apañados.